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    Inégalités et Subjectivités. Pour une déconstruction de la perception sociale des inégalités.
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Espacios de acción, perspectivas de vida y desigualdades de género de jóvenes rurales del oeste argentino

Los estudios de la juventud han ganado en los últimos años en relevancia tanto para instituciones internacionales y gobiernos, como para la comunidad científica en general. Diferentes disciplinas dedican esfuerzos por comprender sus problemas y diseñar estrategias para mejorar su situación...


Desde la geografía, sobre todo desde la geografía social anglosajona, se observa un creciente interés por este grupo etario. En este trabajo se aplican métodos de la geografía social orientada a los actores, para definir los espacios de acción de los jóvenes, es decir, los espacios que ellos construyen a partir de sus actividades. En el oeste argentino, el departamento de Malargüe es un espacio rural marginal que pone a sus jóvenes, especialmente a las jóvenes mujeres, en condiciones de fuerte vulnerabilidad que los lleva a una emigración hacia ciudades, pero con limitaciones y desventajas en comparación con sus pares urbanos. Este trabajo pretende ser un alegato por una geografía de la juventud que realice aportes concretos para aprovechar al máximo el potencial de una sociedad joven a fin de disminuir desigualdades y de mejorar las condiciones de vida de toda la población rural.

Palabras claves: Juventud rural; Geografía de la juventud; Desigualdades de género; Migración.

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Fernando Ruiz Peyré

Licenciado en Geografía
Universidad de Innsbruck, Becario ÖAD, Austria

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Espacios de acción, perspectivas de vida y desigualdades
de género de jóvenes rurales del oeste argentino

 

I. Introducción

          La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al año que comienza con el 12 de agosto de 2010 como el Año Internacional de la Juventud, bajo el lema "Diálogo y comprensión mutua". Esta decisión de alto valor simbólico intenta reforzar la posición de los jóvenes como actores fundamentales para el diseño de su propio futuro, como así también del futuro de las sociedades de las que forman parte. Siguiendo esta misma línea, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial) dedicó en el año 2007 su tradicional Informe sobre el Desarrollo Mundial al tema "El desarrollo y la nueva generación". Además de esto, numerosas conferencias internacionales, simposios, congresos, seminarios y publicaciones dedicadas a la juventud han logrado poner a este grupo de población en el centro de interés de numerosos gobiernos, ministerios, instituciones internacionales y de la población científica en general.

A la par de este aumento de interés por dicho grupo social en el plano internacional, puede detectarse una mayor dedicación desde distintas disciplinas por entender y explicar las particularidades que lo caracterizan. En Latinoamérica, la CEPAL ha dedicado gran cantidad de publicaciones a este tema y se han organizado numerosos congresos y simposios a nivel nacional e internacional. Los jóvenes no son sólo el 37% de la población latinoamericana sino que "además son quienes definirán el futuro del continente", afirmó Bernardo Kliksberg en un foro con el sugestivo título "Es difícil ser joven en América Latina" (2010: 24). A su vez, Rebeca Grynspan, Directora Regional del PNUD para América Latina y el Caribe, indicó en el mismo foro que dos de cada tres jóvenes de la región están en condiciones de fragilidad social (2010: 18).

Por su parte, las áreas rurales latinoamericanas se ven expuestas en la actualidad a diversos y vertiginosos procesos de cambio, con fuertes efectos para su población (ver, entre otros, Neuburger 2007; Bengoa, 2007 y Schmitt, 2005). Las volátiles dinámicas del mercado internacional y la creciente demanda de determinadas materias primas llevan a que ciertas regiones adquieran cada vez más un mayor valor estratégico y experimenten en general una creciente presión en su explotación. Esto lleva a una (re)-"primarización" de las economías sudamericanas en el marco de la crisis económica y financiera global (Coy y Töpfer, 2010: 18). Pero no todas las regiones se ven afectadas de la misma manera por las dinámicas de este proceso llamado global change. Mientras algunas regiones y ecosistemas aumentan en importancia y se encuentran bajo la presión de la voracidad de los capitales internacionales y nacionales, regiones enteras se ven, una vez más, relegadas al olvido y la marginación.

En la Argentina, las diferencias entre las regiones del país se ven incrementadas por estas tendencias actuales. Siendo la soja y los cereales las principales materias primas de exportación del país, la Región Pampeana ha experimentado una importante reactivación, la cual se extiende en parte hacia el norte, al Chaco, y hacia el oeste, a zonas que fueron en otros tiempos regiones marginales. En el resto del país sólo algunos espacios puntuales ganan en atracción para las inversiones, sobre todo aquellos donde están presentes hidrocarburos o minerales valiosos, o la posibilidad de producción de algunos productos agrícolas específicos, como por ejemplo las nuevas inversiones vitivinícolas en el oeste argentino. De esta forma se suele hablar de regiones ganadoras y regiones perdedoras, pero sin que quede claro quién gana qué, ni quién pierde qué, aún más teniendo en cuenta que ahí donde aumentan las inversiones, aumenta también la presión ambiental y se (re)activan conflictos sociales, como el desplazamiento de pequeños campesinos y pueblos originarios o la lucha por el acceso a determinados recursos naturales.

El caso de estudio presentado en este trabajo, el departamento de Malargüe, es un claro ejemplo de esta fragmentación observada a nivel nacional y continental. Mientras se observan importantes inversiones en el sector petrolero, en la minería y en el turismo, la actividad económica tradicional sigue siendo extremadamente vulnerable a las inclemencias climáticas y a las dificultades propias de su cadena de comercialización. A su vez, otros importantes recursos dejan de ser aprovechados por la falta actual de valor estratégico.

En este contexto, la población rural de Malargüe se enfrenta a crecientes dificultades para asegurar su subsistencia, debiendo buscar nuevas estrategias, dentro de las cuales la emigración es una de las más elegidas, sobre todo por las jóvenes mujeres. En las próximas páginas se buscará analizar brevemente este último aspecto expuesto. Los objetivos serán analizar los espacios de acción de los jóvenes de regiones rurales periféricos, buscando identificar cómo se manifiestan en ese espacio las diferencias de género de este grupo etario. Se pretende demostrar las posibilidades que ofrece una geografía de la juventud que haga hincapié en un espacio construido a partir de la acción de los actores sociales. El objetivo principal del trabajo es entender mejor el contexto en el que los jóvenes elijen entre la permanencia en su lugar de origen y la emigración, a modo de colaborar con la formulación de estrategias tendientes a disminuir el éxodo rural.

Para ello se presentará primero el contexto científico en el que se encuentran los estudios de la juventud, haciendo especial hincapié en la geografía de la juventud. Luego se presentará brevemente el área de estudio, el departamento de Malargüe, y las características específicas necesarias para que el lector pueda entender la situación en la que se encuentran los jóvenes locales. A continuación se expondrán algunos resultados del trabajo de campo propio, con sus respectivos análisis a fin de entender los espacios de acción y la desigualdad de género de los jóvenes de la región.

 

II. Estudios de la juventud

          Los estudios de la juventud no representan, de ninguna manera, un campo nuevo de investigación, sino que tienen ya una larga tradición, sobre todo en la sociología y la psicología, presente desde los años 1950s y 60s. El giro pedagógico experimentado en los años 70s y 80s abrió nuevas líneas de investigación e interés, con nuevas disciplinas, como las ciencias de la educación y ciencias sociales en general. En la década de 1990 se llega a una mayor especialización, diferenciando entre los estudios de la juventud y los de la niñez. Se incorporan también nuevos enfoques, como el constructivista y más tarde los debates de modernidad y posmodernidad, así como aspectos culturales y de identidad (Krüger, 2002: 13-22).

En todas las disciplinas y etapas hasta la actualidad se detecta el dominio de una visión de la juventud como grupo problemático (Roche y Tucker, 1997). Esto se hace aún más notable en el contexto de estudios de los llamados países en desarrollo, donde generalmente se los relaciona con la violencia (pandillas), drogas, falta de expectativas, etc. (Ruiz Peyré, 2008: 185).

En el caso específico de los estudios de la juventud y niñez en Latinoamérica, es preciso, primero que nada, resaltar la falta de coordinación entre las instituciones y el aislamiento de los investigadores dedicados al tema. De tal modo que "todavía no es posible hablar propiamente de un campo de conocimiento sobre juventud en América Latina" (Pérez Islas, 2006: 163). Muchos estudios se ocupan, por ejemplo, de las maras en El Salvador, de los niños de la calle, de las nuevas "tribus urbanas" en la mayoría de las grandes urbes latinoamericanas o de las posibilidades (o más bien dificultades) de acceso al mercado laboral para las y los jóvenes (Aparicio, 2008; Boehnke, 2002). Se observa de este modo una extrema concentración de los estudios sobre la juventud al contexto urbano, existiendo un marcado vacío en relación a las particularidades, dificultades, potencialidades y perspectivas de vida de los jóvenes en el contexto rural.

 

A. El concepto de Juventud

De las numerosas definiciones existentes de juventud la mayoría coincide en que se trata de un concepto fuertemente influenciado por cada cultura, resultando en una combinación de aspectos biológicos y sociales.

Para Schäfers la etapa comienza con la pubertad, generalizándola alrededor de los 13 años de edad y que se extiende hasta los 25 aproximadamente. En esta etapa las personas se caracterizan por un comportamiento "típicamente juvenil", de acuerdo a su cultura y grupo social, y al mismo tiempo van incorporando los requisitos para el ejercicio autónomo de todos los aspectos de la vida social adulta (Schäfers, 2001: 17s.; ver también Kahlert, 2007). Muchos otros autores tienen una visión similar, estableciendo más concretamente el límite inferior de la etapa, alrededor de los 12 (como el Banco Mundial) y los 15 años de edad (quienes prefieren apoyarse en el límite de quintiles típico de las informaciones demográficas). En cuanto al límite superior existen mayores discrepancias y más diversidad de criterios de definición. En algunos casos se toma la mayoría de edad (de 18, 20 ó 21 años, de acuerdo al país), o los 24, 29 y hasta los 34(!), guiándose también en límites de las estadísticas demográficas (en relación a este tema, ver: Durston, 1998; Dirven, 2002; Romero Cabrera, 2004; Ruiz Peyré, 2008; Aparicio, 2007). En Mendoza, el Instituto Provincial de la Juventud considera jóvenes a aquellos individuos comprendidos entre los 15 y 29 años de edad. La tendencia actual es considerar una juventud cada vez más larga, sobre todo en los contextos urbanos, y sobre todo en las sociedades más modernas, donde la transición y la adopción de las responsabilidades de adultos tienen lugar a una edad más avanzada.

Lo que queda claro en todas las definiciones es el carácter cultural de la juventud, aceptándola como una invención "moderna" y predominantemente urbana (Roth, 1983). Se reconoce también, a su vez, que no se trata de una transición lineal entre la dependencia de la familia y la independencia adulta (Punch, 2002: 123). En las sociedades occidentales modernas, cambios en las estructuras familiares, educativas y laborales, han llevado a una transición juvenil más compleja, más prolongada y con interrupciones. En contextos socioculturales más tradicionales, la población joven comienza a incorporar también estas complejidades en su transición, con relaciones cambiantes de (inter)dependencia en diferentes contextos y en relación a diferentes personas en el camino hacia la independencia adulta (Punch, 2002: 124).

De acuerdo a las características específicas, pueden reconocerse distintos grupos de jóvenes. Rodríguez Vignoli (2001: 15s.) reconoce cuatro grupos: a) los estudiantes universitarios; b) la juventud popular urbana; c) las mujeres jóvenes; y d) los jóvenes rurales. Si bien la juventud es una "invención urbana", los jóvenes de este último grupo, principal interés de este artículo, se ven sometidos.

"(...) a fuertes procesos de transformación en sus características esenciales, cada vez más influenciados por la cultura urbana moderna y por los cambios registrados en sus sociedades rurales (...); no obstante, conservan características propias muy relevantes, como las relacionadas con su ímpetu creativo y constructivo (...) y niveles educativos más altos que las generaciones anteriores" (Rodríguez Vignoli, 2001: 16).

Sin que estos grupos mantengan características internas homogéneas, su consideración puede ser de gran utilidad al momento de definir políticas públicas específicas. Otras variables, como edad, contexto geográfico, clase social, marco institucional y origen étnico, además del género, influyen de gran manera, resultando en diferentes modalidades sociales de ser joven (Margulis, 1996: 28).

En todo caso, como grupo de estudio, los jóvenes son sujetos discursivos construidos por la retórica de otro grupo, los adultos, ya sean científicos o gobernantes. Este aspecto, es decir "quién habla, cómo y de quién", debe ser tenido en cuenta y tiene implicaciones epistemológicas, metodológicas y éticas muy importantes (Panelli, 2002: 115). McCormack (2002), quien prefiere ver a los jóvenes y niños rurales no sólo como "hacedores" sino también como "pensadores" de su entorno y sociedad, sugiere la necesidad en todos los estudios de la juventud de integrar diversos enfoques de tal forma que se pueda atender a las diferencias individuales propias de todo grupo social.

 

B. La Geografía de la juventud

Desde la geografía el interés en dicho grupo etario realmente todavía no ha alcanzado un alto grado de desarrollo. Del Casino (2009: 185) afirma que a lo largo de la historia de la geografía se puede detectar un desinterés generalizado por todo tipo de estudios que tengan en cuenta el llamado "curso de vida", predominando un enfoque que puede ser caracterizado como espacios y actividades de "adultos": "Of course, age, like all social categories, is a geographically and historically situated concept" (Del Casino, 2009: 186). Es decir, la situación social y el efecto sobre el espacio de dos personas de la misma "edad", pueden tomar formas muy distintas de acuerdo al lugar y al momento de la historia de que se trate.

La llegada de este grupo etario a la geografía social se produjo en primer lugar en el espacio anglosajón. Si bien Bunge ya a comienzos de los años 70s comenzó a explorar la percepción espacial de niños y jóvenes, recién en los 90s se comenzó a hablar de una geografía de la niñez o de la juventud (ver Katz, 1993; Holloway y Valentine, 2000). A la par de ello, surgía en la geografía un creciente interés por estudios de grupos etarios específicos, como la geografía de la ancianidad (Harper, 1995: 199). En todos los casos se coincide en ver a la edad más allá de su referencia biológica, como un concepto sujeto a procesos históricos y culturales. Al interpretar la edad y las etapas de vida como categorías construidas socialmente, la dimensión espacial gana en importancia (Hopkins, 2007: 287).

 

III. El ser joven en un espacio rural periférico

          Como ya se mencionó al comienzo, en lo que sigue se presentará un estudio de caso, con algunos avances de resultados obtenidos en tres años de trabajo (1) realizado en la provincia de Mendoza, en el oeste argentino (ver Mapa 1). El área de estudio elegido representa un espacio altamente fragmentado, en consonancia con lo expuesto anteriormente. Se observan importantes inversiones puntuales y al mismo tiempo importantes áreas se encuentran aisladas o son difícilmente accesibles.

 

Mapa 1: Localización del área de estudio.

 

Con una superficie de más de 40.000 km2, superficie similar a la de Suiza, Malargüe es uno de los municipios más extensos del país. Con sólo 23.020 habitantes (INDEC, 2001) cuenta con una densidad de población extremadamente baja. Si se tiene en cuenta que la mayor parte de su población habita en la ciudad cabecera, la densidad en el resto del departamento llega a un mínimo extremo, con un valor aproximado de 0,14 habitantes por km2. Más allá de la existencia de algunos poblados menores, la mayoría de la población vive en puestos aislados unos de otros, practicando una ganadería predominantemente caprina, muy extensiva y con una trashumancia de verano, para aprovechar los pastos tiernos de los valles de altura cuando se retiran las nieves. Esta cría de cabras se practica de una forma muy tradicional y está destinada casi exclusivamente a la venta de las crías vivas, los chivitos, sobre todo en la época de las fiestas de fin de año y para la Semana Santa.

Las riquezas minerales de Malargüe (carbón, uranio, petróleo y gas, entre otros) han marcado de significativamente la historia -y el presente- de la región. Numerosos campamentos mineros impactaron ya en la década de 1940 de forma puntual y transitoriamente en un espacio dominado hasta entonces por pastores. El impulso generado por el petróleo a partir de 1970 pareció cambiar definitivamente la estructura regional. Pero los vaivenes de la economía y las crisis cíclicas de la actividad -a la par de las crisis institucionales del país- frenaron la evolución positiva de la región. Por su parte, la primera década del siglo XXI, caracterizada por un resurgir de la actividad petrolera y un continuo aumento de la actividad turística, acompañados por una bonanza económica general del país, atrajeron nuevas inversiones, las cuales todavía no se redistribuyen hacia los sectores de población no relacionados con las actividades más dinámicas. De este modo, no es extraño transitar caminos en pésimas condiciones, a veces esquivando rebaños de cabras, que van acompañadas por sus dueños a caballo, para luego ser rebasados por modernas pick-ups a toda velocidad de las empresas petroleras. No se trata sólo de un encuentro entre "modernidad" y "tradición", sino de economías globalizadas y economías de subsistencia (2).

La comunicación dentro del área de estudio se ve dificultada no sólo por las grandes distancias y las características del terreno, si no sobre todo por la falta de mantenimiento de los caminos y la deficiencia -o inexistencia- de las redes de comunicaciones usuales (teléfono, trasporte público, etc.). En el ámbito de los servicios sociales, sin embargo, en los últimos años ha habido mejoras considerables. Se afianzó el funcionamiento de las escuelas rurales con un régimen de albergue y con un servicio de transporte que lleva a todos los niños desde sus hogares hasta las escuelas de forma gratuita (3). También en el sector de salud se lograron mejoras, apostando enfermeros en los puestos de salud, que hasta entonces sólo habían sido atendidos por agentes sanitarios.

En la pirámide de población del área rural del departamento se puede observar, sin lugar a dudas, el éxodo de jóvenes de la región (ver Gráfico 1). Las mujeres claramente tienen pocas posibilidades de permanencia en el lugar a partir de los 15 años, con un marcado descenso en su cantidad hasta el quintil de 35 a 39 años. Para los varones jóvenes la situación es algo más compleja, con un éxodo postergado en relación a sus pares femeninos. Esto puede explicarse por la mayor necesidad de las familias de la fuerza laboral de los jóvenes varones, hasta el momento en que ellos deciden su emancipación, surgiendo la posibilidad del éxodo a la ciudad o a otras regiones rurales. Para las mujeres esta situación se ve fomentada por la posibilidad laboral como empleadas domésticas, muchas veces en casas de parientes en la ciudad, la cual suele ser la primera ocupación urbana que practican.

 

Gráfico 1: Pirámide de la población rural del Departamento de Malargüe.

Fuente: Realización propia a partir de datos suministrados por
la Municipalidad de Malargüe

 

El alto índice de masculinidad (4) en todos los grupos de edad es característico de los espacios rurales, pero la situación extrema del quintil de 35 a 39 años, de un índice de masculinidad mayor a 200 no se observa a menudo, llegando a un desequilibrio demográfico que pone en riesgo la reproducción natural de la población. A la baja cantidad de adultos en edad reproductiva, tanto hombres como mujeres, se le suma en los últimos tiempos un marcado cambio en la planificación familiar, llevando a una disminución de la natalidad, que se ve reflejada en la base achicada de la pirámide.

En este contexto local, la situación de la juventud es de gran vulnerabilidad, la cual se materializa en el alto grado de abandono de la región, hacia alguna ciudad u otra región rural. Mientras sus oportunidades se ven limitadas por un contexto poco alentador, cambios externos, como la aparición de nuevas formas de comunicación y la extensión de la escuela obligatoria, les proponen nuevas y cambiantes perspectivas. Entre las debilidades para este grupo social, Duhart afirma que:

"se están produciendo una serie de transformaciones en las economías de la región latinoamericana que podrían influir mucho en (...) la sociedad rural, dejando a la juventud rural vulnerable al contar con un apoyo estatal aún deficiente, por lo que más y mejores programas enfocados hacia ellos serían vitales" (CEPAL, 1996: 21, en Duhart, 2004: 122).

 

A. Aspectos metodológicos

En este trabajo se presentan resultados obtenidos en prolongadas estadías en la región, en las que se aplicaron métodos cualitativos y cuantitativos de levantamiento de datos, en los cuales se basa la investigación. Se visitaron 9 de las 10 escuelas primarias rurales con régimen de albergue existentes en el departamento. En todas las escuelas se realizaron entrevistas a directivos y docentes y se realizaron encuestas estandarizadas a los niños de los últimos años (6to y 7mo grados). Se realizó un total de 88 encuestas, a 40 niñas y 48 niños, con un promedio de edad de 12,7 años. Se visitaron además 2 de las 4 escuelas rurales secundarias, en las que se realizaron encuestas estandarizadas y grupos de discusión con los jóvenes de los últimos años (4to y 5to años), con un total de 18 jóvenes y una edad promedio de 17,7 años de edad. Además se realizaron visitas a 14 puestos rurales donde viven jóvenes, en los que se realizó un relevamiento cualitativo del sistema de subsistencia del hogar (livelihood approach), entrevistas en profundidad a uno o los dos jefes de hogar y a los jóvenes presentes. De esta forma se logró incorporar al relevamiento a aquellos jóvenes fuera del sistema escolar.

Además de visitar las escuelas y los hogares, se realizó un relevamiento en todas las localidades visitadas, entrevistando a informantes claves, como enfermeros y enfermeras, agentes sanitarios, delegados municipales, policías, vecinos destacados, etc. Se llegó así a una visión de conjunto de las condiciones de vida en la región, de las posibilidades y márgenes de acción para los jóvenes y de su relación con los adultos y con su contexto.

El proceso ha sido acompañado de una exhaustiva investigación bibliográfica, abarcando los enfoques de diferentes disciplinas sobre la problemática de la juventud rural. Se recabó la información disponible sobre la región y se complementó la información obtenida con los datos estadísticos oficiales (los cuales por cierto no son ni muchos ni muy precisos).

 

B. Sus actividades y sus espacios de acción

Estudiar los espacios de los jóvenes desde una perspectiva de la geografía de la acción (según Werlen, 2000) no se centra en los espacios que ocupan los jóvenes, sino en cómo ellos, a partir de sus acciones, crean sus propios espacios. Se trata principalmente de analizar las formas de apropiación del espacio, por medio de sus comportamientos y acciones. Se trata también de identificar la forma en que jóvenes, tanto varones como mujeres, "hacen" su propia geografía (Reutlinger, 2007: 142; ver también Reutlinger, 2005). De este modo, el espacio deja de ser objetivo para pasar a ser una creación subjetiva, que ayuda a definir y comprender sus experiencias.

Para relevar esos espacios se aplicó, en las escuelas secundarias y en una selección de hogares, el método que se presenta a continuación. Se consultó a 20 jóvenes (10 varones y 10 mujeres, con un promedio de edad de 17,6 años) sobre sus actividades periódicas, ya sean diarias, semanales, mensuales o anuales y se les pidió que las representaran gráficamente. Los Gráficos 2 y 3 muestran ejemplos representativos de una mujer y de un varón respectivamente. Compararlos lleva a interesantes conclusiones para analizar las diferencias en sus opciones desde la perspectiva del género y sus perspectivas de vida en general.

 


 

Gráfico 2: Mujer.

 

 

 

Gráfico 3: Varón.

 

Estos "mapas", que no tienen relación con el espacio físico real, muestran los distintos radios de acción de los jóvenes, siendo los de los varones mucho más amplios que los de las mujeres. Las mujeres suelen permanecer en el puesto, cumpliendo las tareas domésticas y el cuidado de los animales en las cercanías del mismo. Estas son las tareas que "deberá" realizar la mujer al momento de asumir la jefatura de un hogar. Sin embargo esto no la desvincula completamente del manejo del rebaño, habiendo muchas jóvenes mujeres que trabajan a la par de sus hermanos en el cuidado de los animales. De acuerdo a lo afirmado por Katz, los niños y jóvenes, tanto varones como mujeres, mientras realizan estas actividades "aprenden los conocimientos, capacidades y valores necesarios para reproducir las relaciones sociales y las prácticas de producción que caracterizan a sus sociedades" (1991: 508) y que necesitan dominar para acceder al mundo "adulto". Interesante es, que desde edad temprana, varones y mujeres comienzan a tener su propio "capital" (ganado, principalmente cabras), lo cual implica una motivación extra para el trabajo para la economía familiar. De acuerdo a su forma de manejarlos y cuidarlos pueden ir aumentándolo, lo cual representa luego su capital inicial que les permite (o dificulta en caso de insuficiencia) su independencia.

En la Tabla 1 se presenta un inventario de las actividades mencionadas por los jóvenes con los que se realizó el estudio, divididas por género y con su valor en relación al total de actividades mencionadas. Se las agrupó de acuerdo a si están relacionadas con el trabajo o con el esparcimiento, de tal modo de facilitar su análisis y comparación. Con este método, sin embargo, no se pudo relevar el tiempo destinado a cada actividad, pero es de suponer que las actividades relacionadas con el trabajo ocupan una gran cantidad de horas, lo que haría aumentar su peso relativo.

 

Tabla 1: Inventario de actividades periódicas mencionadas por los jóvenes (5).

 

Como se puede apreciar, existen enormes diferencias entre la cantidad de actividades realizadas por las mujeres y por los varones. Mientras las mujeres realizan en promedio 3,7 actividades periódicas, los varones afirmaron realizar 5,7 (¡54 % más que sus compañeras!). En cuanto a las actividades de tipo social, estas diferencias también presentan importante variación entre géneros. Algo que llama la atención es la baja cantidad de "visitas" que las jóvenes mujeres hacen a amigos y vecinos, así como también la participación sensiblemente menor en "bailes y fiestas regionales". Todo indica que las mujeres tendrían una menor o más limitada vida social, con una mayor permanencia en el hogar (y en sus tareas cotidianas). Los varones, por el contrario, debido a sus tareas en el campo, más cercanas al caballo y por ende con una mayor movilidad, parecen tener una vida social más activa, en cuanto a visitas a amigos y vecinos, como así también en la participación en fiestas y actividades en el pueblo y en la ciudad.

La cantidad y el tipo de actividades mencionadas por los jóvenes (tanto varones como mujeres) demuestra el fuerte peso de la vida en el puesto y en torno a la familia, lo que se corresponde con las estructuras tipo "clanes" típicas de la región, descritas por diferentes autores (Bocco, 1985; Rivarola, 2007). Las grandes distancias de un puesto a otro adquieren un papel determinante para sus espacios de acción. Factores sociales y de género determinan el acceso diferenciado a los medios de movilidad (principalmente al caballo), lo cual imprime un fuerte sello sobre las formas en que los y las jóvenes construyen su geografía.

 

C. Perspectivas laborales desde la visión de los jóvenes

Para identificar las perspectivas de los jóvenes de la región desde su propio punto de vista, se utilizaron diferentes métodos. Como ya se expresó más arriba, se combinaron relevamientos cuantitativos (encuestas estandarizadas) y cualitativos-interpretativos (entrevistas en profundidad) a partir de los cuales se logró una aproximación más adecuada al tema de estudio.

En las encuestas se consultó a los jóvenes por sus intenciones laborales al terminar la escuela, lo cual, sin predecir lo que realmente sucederá en cada caso particular, muestra la tendencia del deseo de los jóvenes en su camino hacia la adultez. La Tabla 2 y el Gráfico 4 muestran los resultados de dichos relevamientos.

Lugar / Actividad

Mujeres

Varones

Referencia

Gráfico

Permanencia

en el campo

Puestero/Peón

2

4%

15

27%

A

Petróleo/Minería

1

2%

10

18%

B

Otra activdad Campo

11

23%

13

23%

C

Emigración

Activdad en Ciudad

35

71%

18

32%

D

 

Tabla 2: Intenciones laborales.

 

Gráfico 4: Intenciones laborales.

 

Teniendo en cuenta las respuestas obtenidas y la realidad local observada, se puede llegar a interesantes conclusiones. En primer lugar, se deben destacar nuevamente las marcadas diferencias entre varones y mujeres. Mientras sólo un 32% de los varones desea una profesión para el futuro que lo lleve la ciudad, entre sus pares mujeres este valor asciende al 71%. La mayoría de las actividades nombradas (por ejemplo abogado/a, contador/a, ingeniero/a o maestro/a) requieren la continuación de los estudios, algo extremadamente difícil para ellos, no sólo por las dificultades económicas o también por el bajo nivel educacional de las escuelas rurales, sino también por la falta de oferta terciaria en Malargüe, lo que obliga a viajar a San Rafael o Mendoza para acceder a posibilidades de estudio. Más bien es probable, en el caso de las mujeres que desean ir la ciudad, que se repita la costumbre de las jóvenes que van (ya sea a Malargüe o a San Rafael) para trabajar como empleadas domésticas, tal cual lo describe Bocco (1985, 350).

En segundo lugar es interesante saber que casi un 30% de los jóvenes varones desea continuar la actividad practicada por sus padres, lo cual representa una importante precondición para asegurar la continuidad de los puestos y del campesinado en general. A partir de las conversaciones en las entrevistas pueden diferenciarse dos tendencias generales para el deseo de la permanencia. Por un lado están los jóvenes resignados, los cuales no ven más alternativas que continuar con el puesto, y por otro lado están los que se identifican con el campo y sus tareas y que tienen la motivación por mejorar su situación como crianceros. En este grupo es donde pueden basarse medidas concretas para mejorar las condiciones generales de la actividad predominante de la región. Cabe preguntarse, sin embargo, si sólo un 30% de los jóvenes varones (y sin el "apoyo" de las mujeres) es suficiente para la continuidad de la actividad.

En tercer lugar, vale la pena destacar que un alto porcentaje (el 41% de los varones y el 25% de las mujeres) desean para su futuro una permanencia en el área rural, pero en una actividad no agrícola6, donde en relación a las condiciones locales, la minería y la actividad petrolera representan claramente los sectores más atractivos para la juventud local. Esta tendencia no se correlaciona con lo observado en la actualidad, donde según estadísticas de DEIE (2004, 77) solamente el 22% de los hogares rurales de Malargüe tiene ingresos de actividades rurales no agrícolas, mientras que el promedio para las áreas rurales de toda la provincia asciende al 55%.

Este 68% de los varones (los dos últimos grupos resaltados), que pretende quedarse en el campo ha de ser la base para medidas de fomento tendientes a fortalecer el arraigo y aumentar las oportunidades de los jóvenes rurales en Malargüe.

 

D. "Lo difícil es formar una familia"

Consciente de que los datos estadísticos de la encuesta no son suficientes para entender la problemática en su complejidad, se consultó también sobre este tema en las entrevistas en profundidad realizadas a jóvenes de la región. Por este medio se pudo ahondar en los motivos y las explicaciones de los datos más arriba expuestos desde la visión de los jóvenes mismos, centrándonos explícitamente en las dificultades para encontrar pareja y las perspectivas para la formación de familia.

Lo complejo de la situación se vio reflejado en todas las entrevistas. De los jóvenes entrevistados sólo el 15% estaban en una relación de pareja estable. A modo ejemplar, uno de los jóvenes responde con un dejo de resignación al preguntarle sobre las posibilidades de encontrar una compañera o pareja en su lugar de origen:

"Ese es otro problema... que nadie quiere venir... Nadie [por las mujeres] quiere quedarse a vivir al campo. Salvo que tengas todas las comodidades." (León, varón, 23 años)

Y desde la visión femenina:

"Y, es que la mujer... Si te quedás en el campo tenés que hacer las cosas de la casa, más que eso no podés hacer. (...) Y es que en el campo estás encerrada y no ves a nadie más. Y en la ciudad no. Tenés más actividades para hacer." (Susana, mujer, 19 años)

Y en concordancia con lo expresado hasta ahora, otro joven expone su visión del problema y expresa su estrategia para solucionarlo:

"Acá en la zona cada vez hay menos [chicas]. De mis compañeras de escuela, la mayoría se ha ido... Se han casado muchas, ya tienen hijos... se han ido a [la ciudad]. (...) Pero en el campo no quedan chicas. Y la mayoría de las que quedan quiere irse también. Y por eso también uno busca anexar algo más aparte de lo tradicional que han hecho siempre, que serían los chivos, que no hay que dejarlo nunca, pero agregarle alguna otra cosa." (Rodrigo, varón, 21 años)

En este caso, Rodrigo es consciente de la necesidad de tener actividad extra ("anexa"), de hacerle más atractiva a alguna joven la opción de "quedarse" en el campo, con él.

Como era de esperar, los jóvenes, tanto varones como mujeres, tienen una lectura muy precisa del problema. Desde su visión, la solución es clara. La dificultad se presenta al momento de tener que llevarla a la práctica, donde se topan con las barreras que les impone el contexto en el que viven. Las oportunidades otorgadas por el hogar, un factor no incluido en este trabajo, pero analizado y con gran importancia en la investigación en su conjunto, adquieren en la mayoría de los casos una función determinante. Particularidades tales como: cantidad de hermanos, situación de la tenencia de la tierra, acceso al agua o disponibilidad de pasturas de la familia pueden ser decisivas al momento en que los jóvenes deciden intentar concretar sus deseos y avanzar a la adultez plena.

La familia campesina tiene un papel fundamental en la reproducción de la sociedad rural. Es el sustento en el que se basan tanto la actividad económica como la cultura específica local. Cambios actuales -como la prolongación de la juventud-, y tendencias económicas adversas -materializadas en las dificultades de acceso al mercado laboral para las nuevas generaciones-, ponen en riesgo la subsistencia de los puesteros malargüinos.

 

Conclusión

          En el presente artículo se presentaron sólo algunos aspectos de una problemática muy amplia. Se intentó mostrar la necesidad de mirar desde una perspectiva etaria para la adecuada identificación de limitaciones para las diferentes vulnerabilidades de la población rural ante los actuales cambios en el campo latinoamericano. Esta visión es a su vez necesaria para la definición de planes de apoyo y fomento que sean aceptados por la población local y que tengan una continuidad en el tiempo. La marginalización y la prácticamente "invisibilidad" de este grupo social en las políticas públicas para el espacio rural deben llegar a su fin. Sobre todo si se pretende un campo que respete el ecosistema, respondiendo a las necesidades de las grandes urbes, y que al mismo tiempo se adapte a los cambios generados por el proceso de globalización presente en todos los rincones del planeta, respetando simultáneamente las diferentes identidades locales.

Si se pretende fortalecer la ocupación del espacio rural es necesario asegurar la continuidad de la población campesina en su lugar de origen. Pero como afirma Champagne (2002) "a reprodução social dos agricultores e das famílias rurais depende não somente de sua vontade de se reproduzir, mas também dos (as) filhos(as) de agricultores de assumirem o trabalho agrícola" (citado por Leite Rosas, 2007: 183-184). Y para que los hijos estén dispuestos a asumir el trabajo agrícola deben cumplirse al menos algunos de sus propios intereses y perspectivas. Como fue presentado claramente, los intereses de los jóvenes varones pueden ser cubiertos en las condiciones actuales, pero sin la complementación del lado femenino, será imposible garantizar la reproducción de las familias puesteras. Esto se puede observar ya, en la actualidad, en la cantidad de puestos que se abandonan año a año en la región.

¡No se trata de que los jóvenes tengan que quedarse obligadamente en el campo! Por supuesto que deben tener la posibilidad de elegir: "la alternativa de la residencia urbana es un derecho de toda persona" (Durston, 2001: 114). Pero el objetivo debe ser que los jóvenes rurales tengan un abanico real de opciones entre las que puedan elegir (Ruiz Peyré, 2008), tanto varones como mujeres. Y a su vez que al elegir no se encuentren en desventaja con sus pares urbanos, de tal modo que aquellos que elijan emigrar a la ciudad no terminen acrecentando las zonas urbano-marginales, sino que puedan llevar una vida digna, elegida por ellos mismos.

Se concluye que una geografía de la juventud permite analizar los espacios y las acciones de los jóvenes a partir de su propia visión. A partir de ella se pueden identificar con mayor precisión las necesidades y perspectivas propias, lo cual es una condición esencial para la formulación de medidas tendientes a mejorar su situación específica. En los diferentes pasajes del trabajo se mostró que las jóvenes mujeres se encuentran en una marcada condición de desventaja en relación con sus pares varones y que esta situación pone en riesgo la continuidad de la economía tradicional local. Por este motivo es necesario diseñar medidas específicas que tengan en cuenta tanto la especificidad etaria como la de género. La extremadamente baja cantidad de mujeres, hace difícil la reproducción de los hogares rurales. Si no se toman medidas contundentes y urgentes, la baja de la natalidad ya existente pondrá en riesgo mucho más que sólo la ocupación del espacio.

La juventud rural se encuentra en una desafiante encrucijada: por un lado son la esperanza de cambio y mejoras para espacios históricamente relegados y al mismo tiempo son víctimas de nuevas vulnerabilidades y cambiantes perspectivas de vida. Las nuevas tendencias en el campo latinoamericano representan también nuevas chances. La pregunta es hasta qué punto, los jóvenes de espacios rurales periféricos están preparados para aprovecharlas.

 

 

Notas de pie de página

(1) Por tratarse de un trabajo de doctorado en curso, en el presente artículo sólo se presentan resultados parciales.

(2) No se pretende hacer ningún tipo de juicio de valor sobre lo "moderno" o lo "tradicional", en sentido de que uno sea "mejor" que el otro. Se trata de dejar en claro la diversidad del espacio en cuestión y de los procesos sociales observados en él. Diversidad que le agrega, por supuesto, una marcada complejidad al momento de analizarlo y de buscar solución a los problemas de la gente que lo habita.

(3) El debate sobre el impacto de la escuela rural sobre la población y la cultura locales, por su amplitud, no puede ser abordado en este artículo. Entrevistas a expertos y a población local involucrada dejan entrever la complejidad del tema y su relevancia para el análisis de las perspectivas de vida de los jóvenes rurales. En el trabajo de doctorado se incluyó un relevamiento profundo sobre el sistema educativo y está prevista la publicación de los resultados respectivos en revistas especializadas.

(4) El "índice de masculinidad" representa la cantidad de hombres por cada 100 mujeres. Para el área rural de Malargüe en su conjunto asciende a 131 hombres cada 100 mujeres.

(5) En la presente tabla se ha descartado el grado de periodicidad de las actividades, la cual fue tenida en cuenta al realizar el relevamiento, diferenciando entre las realizadas una vez por día/semana/mes/año. A fines prácticos y porque en el presente trabajo sólo se pretende mostrar la diversidad y los tipos de actividades características, se han considerado aquí todas las actividades mencionadas con igual peso relativo.

(6) El Empleo Rural No Agrícola (ERNA) representa un tema que crece en interés en los especialistas de los espacios rurales, especialmente en Latinoamérica. Diversas publicaciones de la CEPAL pueden ser consultadas para profundizar en este tema (ver: Köbrich, C. y Dirven, M., 2007; CEPAL, 2004).

 

 

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Para citar este artículo:

Ruíz Peyré Fernando, «Espacios de acción, perspectivas de vida y desigualdades de género de jóvenes rurales del oeste argentino», RITA, N°4 : diciembre 2010, (en línea), Puesto en línea el 10 de diciembre de 2010. Disponible en línea http://www.revue-rita.com/dossier-thema-61/espacios-de-accion.html