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La configuración local del catolicismo. Construcción de una «comunidad» parroquial en torno al ingenio Santa Ana (Tucumán, Argentina) a mediados del siglo XX

Resumen

El artículo analiza el proceso de formación de una «comunidad» católica en el espacio azucarero de la provincia de Tucumán (en el noroeste argentino) desde la década de 1930 hasta mediados del siglo XX. Se propone estudiar la construcción de una autoridad parroquial sujeta a la estructura institucional de la iglesia en el área próxima al ingenio Santa Ana. Considerando que, hasta la consagración de la iglesia local como parroquia en 1934, el culto católico fue sostenido principalmente por la actividad vecinal, ante la incapacidad eclesiástica de sentar mayor presencia en el medio y la prescindencia de la religión por parte de los directivos de la fábrica. A partir de 1940 la figura del cura párroco obtuvo mayor ascendencia sobre la población articulando su prédica con otros actores que intervinieron en el desenvolvimiento de las prácticas religiosas, pero estos impusieron limitaciones a la autoridad eclesiástica acorde a la dinámica de distribución del poder local.

Palabras claves: Religión local, Comunidad católica, Ingenio azucarero.

 

La configuration locale du catholicisme. Construction d’une «communauté» paroissiale autour de l’ingénio Santa Ana (Tucumán, Argentine) au milieu du XX siècle

Résumé

Cet article analyse le processus de formation d’une « communauté » catholique dans l’espace sucrier de la province de Tucumán (dans le nord-ouest de l’Argentine), depuis les années 1930 jusqu’au milieu du XXᵉ siècle. Il propose d’étudier la construction d’une autorité paroissiale intégrée dans la structure institutionnelle de l’Église dans la zone proche de l’ingénio Santa Ana. Jusqu’à la consécration de l’église locale en paroisse en 1934, le culte catholique fut principalement soutenu par l’activité des habitants, en raison de l’incapacité de l’Église à affirmer une présence plus forte sur place et de la volonté de la direction de l’usine de se tenir à l’écart de la religion. À partir de 1940, la figure du curé acquit une plus grande influence sur la population en articulant sa prédication avec celle d’autres acteurs impliqués dans le développement des pratiques religieuses, mais ceux-ci imposèrent des limites à l’autorité ecclésiastique conformément à la dynamique locale de distribution du pouvoir.

Mots-clés : religion locale, communauté catholique, ingénio sucrier.

 

The Local Configuration of Catholicism. Building a Parish «Community» around the Santa Ana Sugar Mill (Tucumán, Argentina) in the Mid-20th Century

Abstract

This article examines the process of forming a Catholic «community» within the sugar-producing region of the province of Tucumán (northwestern Argentina) from the 1930s to the mid-20th century. It focuses on the construction of a parish authority integrated into the institutional structure of the Church in the area surrounding the Santa Ana sugar mill. Until the consecration of the local church as a parish in 1934, Catholic worship was mainly sustained by neighborhood initiatives, due to the Church’s inability to establish a stronger presence and the factory management’s lack of interest in religious matters. Beginning in the 1940s, the parish priest gained greater influence over the population, coordinating his preaching with other actors involved in religious practices. However, these actors imposed limitations on ecclesiastical authority in accordance with the dynamics of local power distribution.

Keywords: local religion, Catholic community, sugar mill.

 

A configuração local do catolicismo. Construção de uma «comunidade» paroquial em torno do engenho Santa Ana (Tucumán, Argentina) em meadas do século XX

Resumo

O artigo analisa o processo de formação de uma «comunidade» católica no espaço açucareiro da província de Tucumán (no noroeste argentino), desde a década de 1930 até meados do século XX. Propõe-se estudar a construção de uma autoridade paroquial vinculada à estrutura institucional da Igreja na área próxima ao engenho Santa Ana. Até a consagração da igreja local como paróquia em 1934, o culto católico foi sustentado principalmente pela iniciativa dos moradores, diante da incapacidade da Igreja de estabelecer uma presença mais forte na região e da indiferença da direção da fábrica em relação à religião. A partir de 1940, a figura do pároco ganhou maior influência sobre a população, articulando sua pregação com outros atores envolvidos nas práticas religiosas; porém, estes impuseram limites à autoridade eclesiástica de acordo com a dinâmica de distribuição do poder local.

Palavras-chave: religião local, comunidade católica, engenho açucareiro.

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Ignacio Sanchez

Doctor en historia

Universidad Nacional de Tucumán (Argentina)

 

La configuración local del catolicismo. Construcción de una «comunidad» parroquial en torno al ingenio Santa Ana (Tucumán, Argentina) a mediados del siglo XX

INTRODUCCIÓN

A comienzos de agosto de 1952 el dirigente del sindicato obrero del ingenio azucarero Santa Ana, Juan Ángel Fuensalida, solicitó al obispo de Tucumán, Juan Carlos Aramburu, la suspensión de una festividad religiosa local en razón del duelo declarado por la Confederación General del Trabajo (CGT), ante el fallecimiento de Eva Perón. Entre las justificaciones de su pedido consideraba que:

«Siendo la fiesta del Santo Cristo de «Los Luna», que se celebra en la Villa Vieja de Santa Ana el segundo domingo de agosto, una fiesta que ha salido totalmente del marco religioso y espiritual, desvirtuando de esta forma el carácter piadoso y de recogimiento que debe adornar toda función que a los Santos se tribute, y habiéndose convertido dicha fiesta en una romería netamente pagana (…) solicitamos que se suspenda la fiesta del Señor o amo Santo Cristo »[i].

En respuesta, el obispo decretó suprimida la festividad durante ese año y condicionó su continuidad a que la Sagrada Imagen fuera depositada para el culto público en la iglesia del ingenio Santa Ana, bajo cuidado del párroco, hasta tanto se construyera un oratorio en la localidad de Los Luna. La decisión tuvo en cuenta los antecedentes que constaban en la curia, ya que el planteo del sindicalista reiteraba los sucesivos cuestionamientos a la celebración presentados por el cura párroco. De ese modo, sindicalistas y autoridades religiosas, actores sociales que en otros ámbitos y esferas comenzaron a manifestar hostilidades posicionándose en la conflictividad ascendente entre la jerarquía eclesiástica y el gobierno peronista (Caimari, 1994), confluyeron en la localidad para sancionar ciertas prácticas devocionales. El suceso evidencia, además, el fervor de la religiosidad local y la resistencia de una parte de la población ante los intentos de reformar el culto acorde a los cánones establecidos por la institución[ii]. Las festividades religiosas no habían declinado en la localidad a pesar de los diversos intentos de moralizar sus conductas, y continuaban siendo vigorosas a más de medio siglo de funcionamiento del ingenio azucarero que la historiografía señaló como núcleo reformador de las costumbres agrarias en el proceso de proletarización requerido por la especialización productiva (Campi, 1999 y 2022). El acontecimiento permite reconocer diferentes agencias religiosas que operaron en el ámbito local y considerar las limitaciones en su capacidad de acción, tanto como sus articulaciones.

El fortalecimiento de la estructura institucional eclesiástica en Argentina durante primeras décadas del siglo XX, representó una mayor centralización y efectivización de sus autoridades (Di Stefano y Zanatta, 2009, 368). Según los autores, la tentativa conllevó una reactivación de la vida parroquial que incrementó el espesor comunitario y espiritual del catolicismo, lineamiento que se manifestó en el obispado de Tucumán a partir de la década de 1930 con la creación de nuevas jurisdicciones en los pueblos de campaña (Santos Lepera, 2022, pp. 34-87). La acción determinante que tuvo la jerarquía católica en este proceso, relegó a un segundo plano en su interpretación a otros actores involucrados en el funcionamiento de las nuevas parroquias, quienes sostuvieron expectativas e intereses no subordinados a los requerimientos de la curia. A partir de esta consideración, el artículo se propone analizar la dinámica local de la religión en el espacio azucarero de la provincia de Tucumán examinando la trayectoria de la parroquia próxima al ingenio Santa Ana. Se estudiará la conformación institucional de la iglesia en la localidad, en atención a los actores que promovieron el culto, colocando énfasis en el período en que alcanzó el status de parroquia durante la década de 1930 hasta inicios de la década de 1950, en que el obispo decidió el traslado del cura a cargo para diluir los conflictos con referentes peronistas. El hecho exhibió las fisuras y los límites de la «comunidad» construida en torno a la autoridad parroquial. En el primer apartado se reconstruye el funcionamiento de la iglesia en Santa Ana antes de su elevación a sede parroquial en 1934. Luego se presenta la interacción entre actores institucionales y locales que impulsaron esa jerarquización. En los dos últimos apartados se aborda la consolidación de la parroquia a partir de 1940. Ambos refieren a los avances dados por los sacerdotes y las limitaciones que impusieron sus articulaciones con otros actores.

 

I. La religión local y sus templos. Desde la iglesia en la villa Santa Ana a la capilla en el ingenio, 1870-1933

La consolidación del pueblo Santa Ana como villa cívica, que el dirigente sindical menciona en la nota citada como «Villa Vieja», se produjo a partir de 1870 de manera simultánea a la edificación de la iglesia, siendo esta una obra determinante para jerarquizar el sitio como cabecera del segundo distrito del departamento de Río Chico, ubicado 100 km al sur de la capital de la provincia de Tucumán[iii]. La actividad vecinal promocionó la construcción del templo como vice-parroquia dependiente de la parroquia de Medinas, pero el estatus no alcanzó para fijar la presencia de un sacerdote en modo permanente[iv]. Aun así, la iglesia fue sede de celebraciones religiosas e impartió los sacramentos tal como se constata en los registros parroquiales, efectuados en su mayoría por vecinos habilitados bajo el concepto «caso de necesidad» y refrendados posteriormente con la certificación del párroco o el teniente cura[v]. La relevancia adquirida por la villa como sede religiosa, centro cívico y comercial incentivó el paso del ferrocarril provincial por sus inmediaciones, transporte imprescindible para la construcción de un ingenio de gran porte en localidad a partir de 1889.

Como hemos demostrado en trabajos previos, a pesar de las colosales dimensiones del ingenio Santa Ana, su funcionamiento precisó del espacio cívico de la villa para abastecer parte de las demandas de consumo de sus trabajadores, y requirió la producción de agricultores locales para cubrir el total de la materia prima necesaria (Sanchez, 2019 y 2020). Los sucesivos avasallamientos de los industriales sobre la villa y la expansión de sus propiedades por sobre las fincas de los productores agrarios, no implicó que estos declinaran en sus funciones como parte constitutiva de la localidad. Entre estos agricultores se encontraron los propietarios de las fincas ubicadas en el mencionado paraje Los Luna, lindante con las tierras del ingenio. Parte de sus terrenos fueron adquiridos por los industriales en compras o vencimientos de hipotecas, lo que permitió añadir a las 17 colonias del ingenio proveedoras de caña, una colonia denominada «Los Luna», adyacente al paraje homónimo[vi].

El industrial francés Clodomiro Hileret, fundador del ingenio, pretendió ejercer un control directo sobre el personal de su establecimiento, tal como se manifestó en su intervención para impedir que los trabajadores se plieguen a las huelgas azucareras de comienzos del siglo XX[vii]. A diferencia de otros industriales azucareros, Hileret no fue afín a los postulados del catolicismo social, que concebían la necesidad de conciliar las relaciones entre capital y trabajo, por lo que no exhibió su figura como tutor-benefactor de sus trabajadores al modo en que lo hicieron otros patrones cristianos (Landaburu, 2015). Tampoco incorporó al establecimiento oratorios o capillas durante los años fundacionales, por lo cual la función religiosa en la localidad tuvo su principal eje en el ámbito vecinal de la villa. Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XX este espacio comenzó a ser relegado, ante el desarrollo de un nuevo centro cívico y comercial en la puerta del establecimiento azucarero. Sitio que tras el fallecimiento de su fundador en 1909 comenzó a denominarse Villa Clodomiro Hileret.

La reorganización de la empresa como sociedad anónima por acciones a partir de 1912, en la que tuvo una creciente participación la casa consignataria de azúcar Portalis Cía., comportó la necesidad de formar un cuerpo de empleados jerárquico que se hiciera cargo de la conducción de la fábrica con mayor criterio técnico[viii]. A fin de alojar a este personal en el establecimiento se urbanizó un área de viviendas acorde a su estatus. El nuevo ordenamiento jerarquizado del espacio acentuó la necesidad de dar servicios elementales a los empleados de la fábrica. En tal sentido, se concedió parte del derruido chalet del fundador del ingenio para el culto católico, habilitando el funcionamiento de una capilla en el establecimiento.

El desarrollo de nuevos centros urbanos en los departamentos del sur de Tucumán, dio sustento a la reorganización de las jurisdicciones eclesiásticas, en un proceso que acabó por definir la incorporación de la iglesia de Santa Ana en la parroquia de Villa Alberdi a partir de 1917. Previamente las visitas pastorales habían consignado la falta de atención a los preceptos de la doctrina católica por parte de los habitantes de Santa Ana[ix]. El párroco de Villa Alberdi no consiguió revertir esa situación, aunque pudo dar regularidad a las misas y según sus declaraciones la concurrencia era numerosa[x].

 

II. La formación de la parroquia de Santa Ana. Un pedido vecinal y aspiración episcopal en busca de contribuciones, 1933-1940

A comienzos de la década de 1930 la atención del clero a la población próxima a Santa Ana continuaba siendo escasa, dando margen a la gestión autónoma del culto por parte de los fieles y el desarrollo de prácticas de la religiosidad popular en las poblaciones aledañas[xi]. Esa situación comenzó a cambiar gradualmente una vez superada la crisis del ingenio que llevó a la quiebra de la empresa en 1932. Ante el reclamo local por la continuidad de su funcionamiento y para evitar la pérdida de los capitales comprometidos, el Banco de la Nación, principal acreedor de la firma, adquirió el establecimiento en remate y reanudó la molienda bajo arrendamiento a mediados de 1933 (Girbal-Blacha, 2001). La transferencia se dio en momentos en que el obispado de Tucumán insistía en la necesidad de robustecer la presencia del clero en los pueblos de campaña e integrar a los fieles en las organizaciones laicales de la iglesia (Santos Lepera y Folquer, 2017, p. 57-70). En ese marco, la confluencia entre el requerimiento de la presencia de un sacerdote en la localidad expresado por parte de la feligresía, y el impulso del obispo Agustín Barrere, dio sustento al proceso de construcción de una sede parroquial en las inmediaciones del ingenio.

En su aspiración de fortalecer la infraestructura eclesiástica en los pueblos del interior de la provincia, el obispo, selló diversos compromisos con instituciones estatales y actores empresariales (Santos Lepera, 2022, pp. 33-88). Suscitaron especial interés los pueblos desenvueltos a la vera de las fábricas azucareras, ya que una de las preocupaciones episcopales era extender las organizaciones del laicado católico entre los obreros para evitar su posible adhesión a sindicatos de filiación comunista. La oportunidad de avanzar en tal sentido en el ingenio Santa Ana se abrió durante su arriendo, con la mediación de las autoridades del banco. A su vez, la reanudación de la zafra en 1933 rehabilitó las reuniones sociales en la localidad, entre las que se contaron los bailes con fines solidarios, convocados por vecinos «distinguidos», que habían participado de los reclamos por la continuidad de la molienda[xii]. El anuncio de la visita del obispo al ingenio para la misa del 18 de noviembre de ese mismo año, convocó a los fieles a realizar una colecta y la «venta de cédulas» a fin de recaudar fondos para el evento. Según refería la prensa «los organizadores de estos actos han resuelto ampliar con personas caracterizadas de los pueblos vecinos las distintas comisiones que tienen a su cargo los preparativos»[xiii]. Como parte de las actividades impulsadas por la comisión «Pro-festejos Religiosos» se mencionó en el periódico la realización de un festival a beneficio en el parque del ingenio, denominado «Empanadas danzant» con numerosa asistencia de «familias locales y vecinas»[xiv].

Según declaró el obispo en su intercambio epistolar con el arrendatario del ingenio, Lamberto Maciejewsky, durante la visita integrantes de la comisión «pro-fiesta» le solicitaron que asignara un sacerdote permanente para la localidad[xv]. El obispo comunicó al arrendatario su intención de elevar al estatus de parroquia la capilla del ingenio para cumplir con el pedido y describió las carencias del templo para asumir esa jerarquía. Planeaba subsanar esa dificultad organizando una Comisión Pro Templo que recaudara los fondos necesarios, pero requirió al empresario que asumiera el sustento económico del cura. Agustín Barrere anunció, además, que emprendería gestiones ante el Banco Nación, para obtener la donación de un terreno en el que construir una nueva iglesia con la intermediación de Clemente Zavaleta, oriundo de Tucumán, que oficiaba como vocal en el directorio[xvi]. Maciejewsky respondió favorablemente a lo solicitado y mostró su acuerdo en la necesidad de atender la «salud moral» del núcleo de población del ingenio[xvii].

El propósito de afianzar la autoridad religiosa con la presencia de un cura párroco coincidía con el interés patronal de sujetar a los trabajadores en una relación jerárquica y contrarrestar la posible difusión de ideologías socialistas. No obstante, Barrere expresó la necesidad de colocar el templo por fuera de las propiedades del ingenio, según argumentó, para tener suficiente autonomía frente al probable cambio de dueño. Desde su perspectiva, la autoridad religiosa no debía subordinarse a la patronal. Con esa intención el obispo demoró la asignación del terreno en que debía edificarse la iglesia, al solicitar modificaciones en la ubicación propuesta por los directivos del banco, que dispusieron un área en el parque del chalet principal, por entonces convertido en plaza del pueblo. Según consideró, la parroquia debía situarse en la entrada del ingenio, para que permitiera, además de una mejor visibilidad, la plena participación de los vecinos de Villa Clodomiro Hileret y los habitantes de los restantes parajes de la jurisdicción[xviii]. A pesar de reconocer la relevancia de la población obrera en sus proyecciones, la comunidad de fieles que la iglesia promovía no se restringía a ese sector.

Santa Ana fue elevada a la condición de parroquia en 1934, pero la edificación del nuevo templo se concretó en la década siguiente. El primer sacerdote a cargo de la jurisdicción fue el Pbro. Salvador Meynier y su estadía se limitó a unos pocos meses, siendo sustituido antes de finalizar el año por Pbro. Manuel Suñen, designado vicario cooperador de la parroquia[xix]. Originario de España (Huesca), el sacerdote había ejercido sus funciones pastorales desde 1928 en la iglesia La Victoria de la capital provincial. En su primer año en Santa Ana, Suñen se enfrentó a una parte de la feligresía representada por empleados del ingenio que no estuvieron dispuesta a sujetarse a sus preceptos[xx]. Aun cuando la documentación existente no permite discernir los motivos del conflicto, es posible reconocer en la prensa parte de las divisiones que enfrentaban a sectores de la población local. Si los eventos sociales y religiosos reflejaban la imagen de unidad de la «comunidad» que la iglesia proyectaba, durante las campañas electorales se exhibían las fisuras, producto de los intereses contrapuestos expresados en las filiaciones partidarias. Las elecciones legislativas provinciales de marzo de 1937 dieron cuenta de esas confrontaciones. La mayoría obtenida por el radicalismo concurrencista a nivel provincial, no tuvo correlato en el departamento de Río Chico, en que triunfó la Concordancia, cuyos principales candidatos eran empleados jerárquicos del ingenio[xxi].

Las disidencias vecinales pudieron incidir en el pronto alejamiento del sacerdote Manuel Suñen de la localidad, pero más decisivas debieron ser las carencias materiales con las que desempeñó sus funciones, ya que no contó durante su estadía con una iglesia acorde a su jerarquía, ni casa parroquial para hospedarse. En 1936 los gastos parroquiales superaron a sus ingresos, lo que motivó la advertencia del obispado al cura respecto a su obligación no registrar déficit en el libro de fábrica y consignar todas las partidas con los correspondientes balances mensuales[xxii]. El sacerdote no tuvo la posibilidad de corregir esas observaciones ya que fue trasladado como vicario cooperador a la catedral en marzo de 1937. A partir de entonces, Santa Ana volvió a quedar sin un prelado residente en el pueblo.

En vista de la escasez de clérigos en la diócesis, en 1939 se asignó al cura de la ciudad de Aguilares, Juan Carlos Ferro, como responsable de la parroquia de Santa Ana. La visita pastoral de ese año constató que las actividades en la sede parroquial se limitaban a la misa de los domingos cuando la «capilla» del ingenio abría sus puertas para una concurrencia aproximada en 120 fieles[xxiii]. La limitada presencia del cura no permitió conformar agrupacionaes de laicos en la localidad, como las ramas de la Acción Católica que se extendieron durante eso años en otros pueblos de la provincia (Santos Lepera, 2022, pp. 49-58).

 

III. La consolidación de la autoridad parroquial. Entre la iniciativa sacerdotal, el apoyo patronal y el desafío obrero (1940-1946)

A seis años de su fundación, la novel parroquia de Santa Ana no contaba con un sacerdote residente en la localidad, ni un templo que diera cuenta de su jerarquía. En atención a la falta de clérigos en la diócesis, el obispo aceptó el pedido de traslado a Tucumán presentado por el presbítero Mardonio Breppe de la provincia de Catamarca[xxiv]. Ordenado en 1921, Breppe había cumplido diversas funciones en la catedral de su provincia, particularmente orientadas a la conducción de grupos laicales juveniles y estudiantiles, y en la edición de revistas católicas[xxv]. Luego de sendas negociaciones entre las jurisdicciones eclesiásticas para admitir el traspaso, el 5 de julio de 1940 Breppe fue designado como vicario cooperador de la parroquia Santa Ana.

El cura entró en funciones en momentos que el ingenio comenzaba una nueva etapa de explotación directa por parte del Banco Nación. Las autoridades de la institución de créditos decidieron no renovar el contrato de arriendo e iniciar un plan de reformas del establecimiento tendientes a constituir una cooperativa de productores agrarios que se hiciera cargo de su gestión. Con ese fin se designó al ingeniero tucumano José Padilla como administrador encargado de elaborar y ejecutar el programa a seguir. Perteneciente a la estirpe de industriales azucareros, Padilla contaba con una larga experiencia en la administración del ingenio San Pablo, una activa militancia dentro de las filas conservadoras y del laicado católico (Santos Lepera, 2015). Su proyecto incorporó a las propuestas para mejorar las instalaciones y formar la cooperativa, la implementación de un extenso reglamento de fábrica que reguló por completo el orden laboral del establecimiento, avanzando con sus disposiciones en el orden social de la población albergada en su interior (Bravo y Sanchez, 2022). La función religiosa no fue ajena al marco normativo, aclarando que la misma no debía ser entendida como un «mecanismo devocional», si no como un conjunto de preceptos morales beneficiosos para el buen comportamiento social[xxvi]. A tales efectos, convocó a religiosas de la congregación Hermanas de la Caridad para que se radicaran en el ingenio, asignándoles funciones en el hospital, en la enseñanza de la doctrina y en el control de las conductas acorde a preceptos higienistas. Desde sus concepciones, el principal comportamiento a inculcar era la subordinación y respeto a las jerarquías, rígidamente instituidas por el reglamento en una pirámide de mandos centralizada que encumbraba la figura del administrador.

La reanudación de la actividad parroquial en Santa Ana generada con la designación del sacerdote motivó al obispo a insistir en la necesidad de contar con una nueva iglesia, «ante el hecho de no existir para la celebración del culto más que un salón de insuficiente capacidad y carente de arquitectura religiosa»[xxvii]. Para recalcar la necesidad de avanzar con el proyecto de construcción, el obispo destacó los progresos dados por el trabajo del Pbtro. Breppe, que había conseguido en sus primeros meses de residencia aumentar «notablemente la concurrencia de los fieles a los oficios divinos» y establecer algunas ramas de la Acción Católica. Sus buenos augurios sobre los resultados de la misión sacerdotal, hicieron que presentara reparos frente a la ejecución de una de las reformas que desarrollaba José Padilla en el establecimiento. Según se había informado, parte del presupuesto para la edificación de la iglesia sería asignado a la construcción del pabellón para hospedar a las religiosas que estarían a cargo del hospital. El obispo recordaba que la radicación de las «hermanas» requería de su aprobación, y que el costo de su alojamiento en el predio no sería elevado, como no lo era en el ingenio San Pablo y Concepción[xxviii]. Desaconsejaba modificar el plano original de la iglesia, ya que el «mejoramiento moral y religioso de la población del ingenio» lo requería. Esa leve discrepancia entre el obispo y el administrador evidenciaba que sus propuestas para «moralizar» la población no eran del todo concomitantes. A pesar de que Padilla consideraba imprescindible instituir la religión en su proyecto, su visión la subordinaba a la estructura organizativa del ingenio y la ceñía a su perímetro[xxix]. No obstante, respetuoso de las jerarquías eclesiásticas, Padilla se mostró en lo sucesivo como fiel colaborador de la curia.

La recepción de una nueva visita del obispo a Santa Ana el 18 de mayo de 1941 dio cuenta del dinamismo adquirido en la actividad parroquial. Barrere agradeció esa acogida y felicitó al cura «por las consoladoras realidades que allí he podido constatar, como prueba del impulso que desde que Ud. se encuentra al frente de la parroquia, ha recibido la vida religiosa en todas sus manifestaciones»[xxx]. El sacerdote respondió a la misiva con similar gratitud por el reconocimiento que consideró reparador respecto de la mala experiencia previa[xxxi]. En la misma carta, declaró tener organizado el Circulo de Hombres de la Acción Católica con 42 integrantes. En vistas de los avances dados por el cura, el obispo profundizó sus gestiones para propiciarle mejores condiciones edilicias. En la noche previa a la navidad de 1941 recordaba al administrador José Padilla que se encontraba en manos de la Dirección de Arquitectura de la Nación el proyecto para la ejecución de la obra, y le recalcó la necesidad de concretar la construcción lo antes posible. En esos momentos, el apoyo de Padilla a la curia se manifestó en sus gestiones para el incremento de los aportes asignados al sustento del párroco a cuenta del banco[xxxii].

Con sentidos diferentes, pero complementarios, la autoridad eclesiástica reforzó su presencia en el territorio en paralelo al robustecimiento de la autoridad patronal regida por el reglamento. La consolidación de la estructura parroquial se hacía especialmente notoria en los actos religiosos compartidos por las ambas autoridades, tal como se exhibió en la fiesta de la santa patrona de la localidad celebrada en agosto de 1944[xxxiii]. La jornada comenzó con la misa de campaña celebrada por Mardonio Breppe ante los alumnos de las dos escuelas más cercanas a la fábrica y contó con la concurrencia de numerosos vecinos. Seguidamente se realizó una presentación gimnástica de la agrupación de Boy Scouts y del conjunto musical infantil[xxxiv]. Durante el acto se destacó la presencia del director-administrador del ingenio. Estos rituales públicos era momentos de la vida comunitaria en que se representaba la relación que las autoridades pretendían construir. Sin embargo, en los días siguientes a esa celebración, otra festividad religiosa mostraba una dinámica divergente en las expresiones del culto. Los devotos del «Señor de la Salud» recorrían en procesión las calles de la villa Santa Ana con la imagen del santo perteneciente a una familia del paraje Los Luna. Según describe el diario, la convocatoria reunía a los habitantes de pueblos y parajes aledaños, incluso algunos que «salvan largas distancias para poder participar»[xxxv]. El sacerdote acompañaba la actividad con un oficio religioso, pero distaba de ser el organizador del masivo evento. La institucionalidad forjada no se constituyó como única rectora del paisaje religioso local, en parte porque su trayectoria reconocía una evolución diferente a los ordenamientos urbanos configurados en torno a la iglesia. La dinámica de tensiones entre la villa y la fábrica, así como la omisión de la religión por parte del fundador del ingenio, habilitaron una singular dispersión en el culto.

A partir de 1944 los alcances de la iniciativa patronal y sacerdotal para controlar las conductas de los trabajadores reconocieron un desafío más relevante con la emergencia de organizaciones sindicales en los espacios azucareros (Gutiérrez, 2014). En Santa Ana el sindicato obrero se formó en momentos en que los gremios organizados por fábrica se convocaron para la fundación de la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA)[xxxvi]. Entre los miembros de la comisión directiva se encontró Ernesto Fuensalida, quien participaba de las organizaciones del laicado católico impulsadas por el párroco. Asimismo, sindicalistas y agrupaciones formadas en la parroquia confluían en algunas manifestaciones públicas, por ejemplo, la banda musical de los Boy Scuots participó en eventos como el día del trabajador y las movilizaciones en la localidad en apoyo al responsable de la Secretaría de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón[xxxvii].

La relación cordial entre el sacerdote y el sindicalista se exhibió durante la visita de las autoridades del banco al establecimiento en octubre de 1944[xxxviii]. En ese momento, el Banco Nación barajaba alternativas ante la dilatada probabilidad de que una cooperativa cañera adquiera el ingenio, e inició tratativas para transferirlo al gobierno provincial.  El gobernador interventor, almirante Enrique B. García, junto los directivos del banco, inspeccionaron la fábrica y el sector de viviendas. A su regreso a las instalaciones de la administración una numerosa población realizó un acto improvisado, en el cual tomó la palabra en nombre de los obreros el mencionado Ernesto Fuensalida, manifestando la necesidad de mejoras en las condiciones de trabajo. Luego pronunció un discurso el párroco Mardonio Breppe, quien elogió la acción social del banco, sin dejar de aludir a los múltiples problemas existentes en la zona. Finalmente, el Inspector de Cultivos, Domingo Fernández, leyó una nota entregada al interventor, pidiendo que se defina la situación del ingenio y se avance con el proyecto de cooperativa. Antes de retirarse las autoridades fueron obsequiadas con un vermut y trabajadores, agricultores y vecinos sirvieron un asado criollo. Los términos en que se presentó la demanda tuvieron un formato que la iglesia consideraba válido para peticionar mejoras y soluciones a los problemas sociales, pero no fue esa la modalidad de reclamo que primó entre las filas sindicales.

En septiembre de 1944, FOTIA presentó un petitorio a la Secretaría de Trabajo con las demandas por sindicatos. El dirigente obrero de Santa Ana, Ramón M. Montenegro, expresó la insatisfacción ante el incumplimiento de las disposiciones del gobierno nacional respecto a salarios, condiciones de trabajo y salubridad en el establecimiento[xxxix]. El conjunto de demandas dio inicio a un largo ciclo de huelgas, que a partir de entonces se constituyeron en la principal forma de presión para concretar la implementación de la legislación laboral durante los primeros años del gobierno peronista. En Santa Ana, la designación del administrador Gabriel Fuentes en septiembre de 1946, señaló una dinámica de conflicto diferente, ya que este se mostró permeable a los reclamos del sindicato obrero local. Por tanto, los trabajadores acompañaron su gestión y se movilizaron para impedir su remoción. De manera que las principales protestas obreras se cifraron en condicionar la designación de las autoridades del ingenio, imponiendo límites a las directivas del banco, en razón del fortalecimiento de su posición como actor de poder local.

 

IV. Los límites de la autoridad parroquial. Articulaciones con los sindicalistas, tensiones con la religiosidad popular y disputas con las peronistas

A pesar de los logros de la prédica del Pbro. Mardonio Breppe, los trabajadores de Santa Ana contrariaron las formas en que de la curia consideraba que debían desenvolverse las relaciones entre capital-trabajo, y apoyaron las recurrentes huelgas, sancionadas por el obispo (Santos Lepera, 2022, 148-154). No obstante, Breppe no presenció los principales conflictos sindicales en el ingenio porque debió retirarse de la localidad en agosto de 1946 para reincorporarse a su diócesis de origen[xl]. En su lugar asumió el sacerdote Joaquín Gómez Montenegro, quien según es posible inferir en su correspondencia no tuvo afinidad con el mencionado administrador Gabriel Fuentes. Esas desavenencias no impidieron que cumpliera su rol como referente comunitario participando en los eventos locales junto a las autoridades del ingenio y los dirigentes sindicales. Así lo realizó en la inauguración de un mástil y bandera donados por el senador provincial Domingo Bruno, oriundo de Santa Ana, en un acto realizado en el momento álgido del conflicto entre el sindicato de obreros y el de empleados, nucleado en la Federación de Empleados de la Industria Azucarera (FEIA). El 7 de abril de 1947, Gabriel Fuentes regresaba de Buenos Aires, convocado por los directivos del Banco Nación ante el pedido de destitución presentado por parte del gremio de empleados. Desde la estación de Río Chico una caravana de obreros y sus familias acompañaron a Fuentes vivando su nombre y al general Perón[xli]. Una vez en el establecimiento se realizó el acto de izamiento de la bandera que tuvo como padrino de ceremonia al administrador, en el que pronunciaron discursos el senador nacional Nerio Rodríguez, peronista de extracción obrera, el dirigente del sindicato obrero local y el párroco Gómez Montenegro. En los días siguientes la dirección del banco respondió favorablemente al reclamo de los empleados y envió un interventor al ingenio que el sindicato obrero rechazó de manera tumultuosa tomando las instalaciones[xlii]. La restitución de Gabriel Fuentes como directivo del establecimiento se alcanzó luego de prolongadas negociaciones.

Fuentes permaneció unos meses como administrador técnico, en tanto la gestión contable quedó en manos de Ramón Alducin, jefe de sucursales del banco, quien al poco tiempo asumió como máxima autoridad en el ingenio. Si las relaciones del cura párroco con el nuevo administrador se mostraron más fluidas, por el contrario, sus vínculos con el sector obrero contuvieron rispideces, según traslucen las actas del Club Atlético Santa Ana, cuyos directivos también eran partícipes del sindicato. El consorcio a cargo de gestionar el cine-teatro, formado entre el Club Atlético Santa Ana, el Club Social de empleados y la agrupación de Boy Scouts, se vio tensionado a fines de 1947 por la poca predisposición de estas últimas entidades a hacerse cargo de las deudas. En la asamblea de la Comisión Directiva se planteó la posibilidad de disolver el consorcio, responsabilizando al párroco de estar entre quienes pretendían boicotear el proyecto[xliii]. Los conflictos del sindicato obrero con un nuevo administrador interventor a comienzos de 1948, desencadenados a raíz de su amenaza de cerrar el cine y el club, dejaron de lado esas diferencias. Ante el desafío, la protesta obrera volvió a remover a la autoridad designada por el banco[xliv].

La actividad desarrollada por el cura Gómez Montenegro continuó afirmando la estructura parroquial, según describe la visita canónica de 1949[xlv]. Entre las acciones impulsadas por el párroco se consignó en el documento la recaudación de fondos para la reparación de la iglesia en la «Villa Vieja», favorecida por el subsidio otorgado por el gobierno provincial, cuya gestión estuvo a cargo del delegado comunal, Ramón E. Fuensalida. Las misas se sostuvieron con una convocatoria promedio de 310 asistentes, pero la participación de los fieles en la Acción Católica se encontraba notablemente disminuida, ya que solo continuaban funcionando la rama juvenil y de mujeres, con 11 y 12 socias respectivamente. La retracción de la organización estuvo en sintonía con lo señalado por la historiografía a nivel nacional y provincial, pero esto no se tradujo en una completa pérdida de influencia de los laicos en el medio local, tal como se comprueba en la designación de uno de sus miembros en la dirección del gobierno comunal.

En julio de 1949 el párroco comunicó al nuevo obispo, Juan Carlos Aramburu, la formación de las cofradías del Santísimo Sacramento (en la que ejerció como secretario el mencionado Ramón E. Fuensalida) y la Doctrina Cristiana, con sus estatutos correspondientes[xlvi]. En esa misma oportunidad, el cura remitió al obispo la invitación a la fiesta del «Santo Cristo» de Los Luna, a realizarse el 14 de agosto en la villa vieja, previa a la cual se haría una solemne misa con sermón[xlvii]. Comentó que los cultos se iniciaban con un novenario predicado y que los asistentes en años anteriores alcanzaban alrededor de los 7 u 8 mil devotos. El sacerdote convocó al obispo con la finalidad de aplicar correcta disciplina a los dueños de la imagen. Aramburu no se comprometió a concurrir, pero remitió las disposiciones que debía adoptar para que la convocatoria sirviera al «incremento de la vida cristiana, desterrando cualquier indicio de superstición que iría en desmedro de las almas y de nuestra Santa Iglesia». Determinó que «los novenarios realizados en Los Luna, deben ser predicados por un padre misionero, quien insistirá que la fiesta no debería ser profana, convertida en romería, sino profundamente religiosa y practicada con las siguientes distribuciones: predicación diaria; enseñanza del catecismo; confesiones y comuniones; y procesión realizada con piedad y recogimiento». Se debía hacer conocer todos los años, estas y otras disposiciones a los asistentes y a los poseedores de la imagen del santo Cristo.

La rígida decisión del obispo tensó el vínculo con los fieles sin obtener resultados favorables, ya que la imagen prosiguió en resguardo de privados, quienes continuaron organizando su devoción. De manera similar a otros cultos populares desarrollados en la zona, los propietarios de la imagen del santo Cristo, y sus devotos resistieron a los dictámenes del clero reafirmando los márgenes de autonomía en sus creencias y expresiones religiosas[xlviii]. El desarrollo del catolicismo popular contrarió las pretensiones de clericalizar las prácticas religiosas, en defensa de la legitimidad de los fieles de vivenciar aspectos de lo sagrado sin mediaciones e inscribir tales experiencias trascendentes dentro del rito católico (Ameigeiras, 2008). De modo similar a las devociones de otros santos populares, el culto al «Señor de los Luna» o «Señor de la Salud», constituyó una manera de vehiculizar promesas, agradecimientos y ruegos, que tuvo especial relevancia para sobrellevar las precarias condiciones de vida de la población rural. Asimismo, la fiesta del santo Cristo constituyó un eje vertebrador de la devoción, que habilitaba la posibilidad de manifestar colectivamente sus creencias en lo sobrenatural, con expresiones que, siguiendo al sociólogo Aldo Ameigeiras, no separan lo sagrado de lo profano acorde a la tradición cultural del catolicismo y generan persistentes lazos identitarios. 

En la confrontación de legitimidades entre agencias religiosas, la designación de obreros afines a la parroquia en cargos directivos del sindicato se presentó para el sacerdote como la oportunidad de desplegar una nueva estrategia en el intento de reformar la festividad. La intervención de FOTIA dictaminada por el gobierno nacional luego de la extensa huelga de octubre de 1949, habilitó el recambio de autoridades en el sindicato local, y el ascenso de laicos como Juan Ángel Fuensalida, quien alcanzó en ese contexto el cargo de secretario general[xlix]. Su pedido de 1952 al gobernador y al obispo para suspender la fiesta del Señor de la Salud en función de la consternación popular por el fallecimiento de Eva Perón, posibilitó clausurar la festividad religiosa ese año, pero no consiguió reformar el culto tradicional que continuó manifestándose regularmente en los años siguientes.

El duelo masivo constituyó un momento de visibilización de la intervención política de las mujeres el espacio público como impulsoras de las exequias (Santos Lepera, 2023). En Santa Ana esa legitimidad permitió dar curso al pedido de las dirigentes del Partido Peronista Femenino de cambiar el nombre del ingenio en homenaje a Eva Perón. La relación entre el párroco y la sub-delegada censista del partido, Ema Costa de Dahud, incrementó su conflictividad ese mismo año en que se cruzaron denuncias sobre sus conductas. El 2 de septiembre de 1952 el sacerdote decidió comunicar al obispo la difamación de la que se consideraba víctima, anticipando que «posiblemente llegarán hasta S.E. grupos de vecino: mujeres u hombres engañados, notas, etc., pidiendo el retiro del párroco de este lugar (…) los cargos que me formula algunos, guiados por Ema Costa, es que soy antiobrerista y adversario del actual gobierno nacional a causa de mis sermones y discursos»[l]. El motivo de esos ataques según el párroco era que «Emma Costa, como su esposo David Dahud son protestantes activos, a quienes lo único que les molesta en este lugar es la presencia del sacerdote católico». El vicario capitular Víctor Gómez Aragón que realizó la visita pastoral a Santa Ana en 1953, juzgó que el párroco había tenido una actitud digna de su investidura ante los inconvenientes con la subdelegada censista[li]. También aprovechó su informe para sugerir que se debía poner término a las fiestas del Señor de Los Luna juzgando que «por la forma pagana en que se celebra, es un comercio sin ningún fruto espiritual». Las disputas del sacerdote con la dirigente peronista acabaron por generar el traslado de Joaquín Gómez Montenegro a la parroquia de Monteros en agosto de 1953, y su reemplazo por el presbítero Fernando Fernández Urbano, probablemente en el intento episcopal de diluir los conflictos[lii]. De esa manera, la pretensión del párroco de capitalizar el ascenso de miembros del laicado católico en la dirección del sindicato y la efervescente piedad religiosa generada por duelo público para fortalecer su posición se vio frustrada.

 

Conclusión

La edificación de una iglesia en la villa de Santa Ana a partir de 1870 reafirmó su estatus como centro cívico y cabecera del distrito. Sin embargo, las prácticas religiosas en la localidad no se rigieron por impulsos de las autoridades eclesiástica. En el templo construido por iniciativa vecinal la presencia del clero fue escasa, dando margen a la gestión del culto de manera autónomas por parte de los fieles y la proliferación de devociones populares. La puesta en funcionamiento de un ingenio azucarero en la localidad de gran porte no alteró en principio la dinámica religiosa, ya que en sus años fundacionales los propietarios no se propusieron divulgar la doctrina entre sus trabajadores como lo hicieron las patronales católicas en otros establecimientos. Esa prescindencia se modificó levemente durante la década de 1920 bajo una nueva administración de la empresa, que destinó parte de sus instalaciones al funcionamiento de una capilla. El desenvolvimiento institucional de la iglesia local inició una nueva etapa a partir de la crisis del ingenio que definió en 1933 su adquisición por parte del Banco Nación. Ese mismo año los vecinos de renombre de Santa Ana solicitaron al obispo la designación de un cura que radicara en el pueblo. La autoridad episcopal reconoció en el pedido la posibilidad de afianzar la estructura eclesiástica y en 1934 consagró a Santa Ana como parroquia, pero no consiguió en lo inmediato fijar un sacerdote a cargo de manera continua.

A partir de 1940, la incorporación del sacerdote Mardonio Breppe y la administración del ingenio encargada por el banco al industrial José Padilla, reafirmaron la presencia institucional del catolicismo en Santa Ana. Aún cuando ambas autoridades se complementaron y fortalecieron su posición conjuntamente, sus concepciones respecto a las funciones que debía cumplir la religión en el medio diferían. Padilla se propuso forjar un orden al interior del establecimiento rígidamente verticalizado según lo dispuso en su reglamento. Por su parte, el párroco destinó su prédica a una feligresía más amplia que incluía vecinos de las poblaciones próximas, integrándolas en las organizaciones laicales, en el intento de sujetar las prácticas religiosas y la moralidad a los preceptos de la curia. El principal desafío a sus pretensiones provino de la sindicalización obrera de 1944, al colocar en el centro de las disputas las disposiciones estatales que regularon las condiciones de trabajo. El ciclo de protestas y la expansión de la sociabilidad obrera local redujo la incidencia de las iniciativas eclesiásticas en el medio. La autoridad del sacerdote se sostuvo entre los referentes locales participando de los actos comunitarios, pero sus funciones se restringieron a sus atribuciones como administrador del culto católico, sin la injerencia pretendida sobre las conductas de la población. Incluso en la esfera religiosa, las directivas del párroco no alcanzaron para reformar las prácticas devociones populares que contrariaban las normas morales dispuestas por el dogma católico. 

Como se aprecia en la trayectoria reconstruida, la configuración del catolicismo en la localidad se sirvió de múltiples actores y agencias religiosas que se articularon en las diversas coyunturas: la feligresía, los obispos, los curas párrocos, los patrones y propietarios del ingenio, las congregaciones religiosas, las organizaciones laicales y las expresiones de la religiosidad popular. Las confluencias y divergencias fueron desarrollando un proceso de construcción de una autoridad eclesiástica limitada, que pudo avanzar por momentos en sus objetivos apoyándose en otros actores locales, a la vez que encontró entre estos oposiciones e impugnaciones a sus funciones.  En razón del  itinerario reconstruido es posible considerar que el análisis de la dinámica del catolicismo en las localidades azucareras requiere un enfoque configuracional (Gribaudi, 2015), atento a las interacciones entre los actores sociales y agencias religiosas que operaron en el territorio, en articulaciones que potenciaron sus iniciativas acordes las transformaciones en la distribución del poder local en las distintas coyunturas.

 

 Notas al fin

[i] Archivo de la Diócesis de Concepción (en adelante ADC). Carpeta: Notas y comunicaciones. Parroquia Santa Ana 1945-1952. expte. 967/52.

[ii] El primer Sínodo Diocesano del Obispado de Tucumán de 1905 prescribió en relación a las celebraciones religiosas: «Trabajen con celo los párrocos en desterrar la ímpia costumbre de celebrar estas fiestas con banquetes, bailes u otros tipo de espectáculos que ofenden la honestidad o la templanza» (citado en Campi, 2022, 199).

[iii] La villa tuvo como antecedente el pueblo de indios homónimo, que había perdido esa condición jurídica una vez instaurada la república a comienzos del siglo XIX. Al igual que otras poblaciones de carácter similar sus habitantes no pudieron retener en propiedad las tierras colectivas (López, 2006). La advocación del pueblo manifiesta en su denominación no generó una continuidad en el culto a la santa patrona reconocible en las fuentes disponibles, en cambio, otras ceremonias particulares realizadas en los parajes del distrito en torno a imágenes de cristo y santos alentaron la historia sagrada de la localidad. Esas devociones y celebraciones conformaron la religiosidad local que William A. Christian conceptualizó como elemento constitutivo del catolicismo, simultáneo al dispuesto por la iglesia universal, basado en los sacramentos, la liturgia y el calendario romano (Christian, 1991). La difusión de estas prácticas populares llevó a que una comisión de propietarios del departamento de Río Chico las cuestionara en 1864 como una de las causas de la «corrupción de las masas» que contrariaba el progreso, afirmando la existencia de «prolongadísimas fiestas eclesiásticas que absorben más de medio año y a donde concurren la clase propietaria, criadora y labradora, quedando entonces perdidos todos los bienes de la industria» [Archivo Histórico de Tucumán (AHT), Sección Administrativa (SA), vol.96, ff.257-259]. Esas impresiones, expresadas años antes que la expansión azucarera alcanzara la zona, dan cuenta de las presiones para reformar los hábitos de la población a fin de adaptarlos a los tiempos de una producción intensiva que sobrepasara lo necesario para el autoconsumo e incorporase los bienes elaborados en un mercado más amplio, concebido como motor de progreso. En tanto, la persistencia de estas «costumbres» en el siglo XX señala la resistencia de sectores de la población respecto a los efectos disciplinadores de la acelerada dinámica fabril. Estas manifestaciones constituyeron, al modo que precisó E. P. Thompson, un campo de contiendas menos explícito que la confrontación directa, pero efectivo en la formación de una «cultura plebeya» en disputa (Thompson, 1995).

[iv] Según declararon en una nota los vecinos encargados de la costrucción del cementerio en 1897: «(…) La villa Santa Ana cuenta con un templo apropiado a las necesidades culto, debido al esfuerzo y concurso de algunos vecinos, sin embargo pasan largos meses sin que el templo se abra por falta de cura párroco Las actas de bautismo quel cementeriodan cuenta de la desoblaci» Las actas de bautismo quel cementerio dan cuenta de la desoblaci AHT, SA, vol. 235, año 1897, ff.103-108.

[v] A modo de ejemplo, en el libro de bautismos de la parroquia Medinas correspondientes a los años 1885-1895, los folios 194 a 258, que refieren a la vice parroquia de Santa Ana durante 1893, mencionan a las vecinas y vecinos habilitados que bautizaron «privadamente por necesidad». Una práctica reconocida como sub conditione que también se constata en los libros correspondientes a 1899 (partidas 185 a 254), 1901 (partidas 489 a 599) y 1917 (partida 134 a 199). Consultados en: https://www.familysearch.org/es/

[vi] El contrato de renovación de la sociedad propietaria del ingenio «Hileret y Cía.» en 1905 da cuenta del incremento de propiedades en el sitio y entre estas «la finca denominada Los Luna, adquirida por adjudicación judicial en ejecución contra la testamentaria de Carlos Ferreira, 10 de noviembre de 1899». AHT, Sección Protocolos, Serie A, Año 1905, vol. 202, fs.2647-2698.

[vii] Según manifestó el delegado del partido socialista Adrián Patroni, representante de los obreros azucareros en huelga, el intento de realizar una asamblea de los trabajadores de Santa Ana le valió la amenaza personal de Hileret. La Vanguardia, 9 de Julio de 1904.

[viii] Monitor de sociedades anónimas, 1912, XIV, pp. 250-258. Esa formación se presenta con trazos más definidos en la década de 1920. (Padilla, 1922: 282).

[ix] Las visitas pastorales de 1913 y 1916 a la parroquia mencionan la falta de formación de las cofradías de la Doctrina Cristiana para impartir catecismo a los niños según lo establecía por el Sínodo Diocesano de 1905. (ADC, Carpeta: Visita Canónica. Parroquia de Medinas. Años 1913 y 1916).

[x] El párroco Eduardo Valverde comentó al obispo en 1920: «debiendo atender también la iglesia de Santa Ana, para lo cual el tercero y cuarto domingo del mes se dice misa a las 7 en Villa Alberdi, y a las 8 hay que tomar el tren para ir a Río Chico, de ahí tomar un coche para ir a Santa Ana, pero siempre ocurre que debo esperar el tren hasta las 10 de la mañana y llego a Santa Ana a las 11, muchos de los fieles se van cansando de esperar, además si el cura puede ir es porque los fieles de Santa Ana son más piadosos y numerosos.» (ADC, Carpeta: Notas y comunicaciones Graneros y Villa Alberdi, 1901-1939).

[xi] En 1930 vecinos de Villa Belgrano, población a 15 km. de Santa Ana, construyeron una capilla. Concluida la obra solicitaron al obispado la bendición de templo y la declaración de San Isidro como patrono. El párroco de Villa Alberdi, Pedro Parra, comunicó que la construcción no contaba con su autorización y el terreno sobre el que se había erigido era una donación hecha por un particular a la Comisión de Higiene y Fomento. El obispo impuso la transacción de la propiedad a la curia como requisito para que esta pueda funcionar de acuerdo a las normas canónicas, demorando más de seis años en ser bendecida. Archivo de la Diócesis de Concepción, Carpeta: Notas y comunicaciones Graneros y Villa Alberdi, 1901-1933. En 1940, el mismo párroco, se rehusó a celebrar misa en la fiesta de Jesús Nazareno en Villa Belgrano, en razón de los desordenes que se produjeron años anteriores y que la policía no colaboraba en evitar el despacho de bebidas. ADC, Carpeta: Notas y comunicaciones Graneros y Villa Alberdi, 1933-1953.

[xii] El diario informó que «con todo éxito se llevó a cabo en esta localidad el festival danzante prestigiado por la sociedad cooperadora «Nuestros Niños», a beneficio de su caja social». Entre quienes concurrieron al evento se encontraban productores cañeros de la zona (Arturo Saracho, Salvador Mothe), colonos (José Ferreyra), comerciantes (Elias y Eduardo Guraib) y los empleados jerárquicos del ingenio (Cirilo Tula, Miguel Fugo Aráoz, Teofilo Ficker). La Gaceta, 7 de septiembre de 1933.

[xiii] La cuatro comisiones constituidas reunían a los notables del pueblo y sus esposas. Comisión de homenaje: Sres. Lamberto Maciejewsky, ingeniero Juan B. Gola, doctor Miguel Fugo Aráoz, Emilio Boucaut, y Begolea. Comisión organizadora: presidenta: Elvira C. de Gola; vicepresidente Luis Alberto Sosa; secretaria, Lola Rodríguez de Alderino; prosecretario: Moises Norry (hijo); tesorero: Grandinetti; vocales, Rosario R. Mothe, Alcira M. de Lamaison, Zoi C. de Aguirre, Sara C. de Gargiulo, María Luisa P. de Fernández y Elba Funes, Mecha Valverde Zavalia y José David, Cirilo Tula, Domingo Fernández y Oscar Guerra. Comisión recepción: Magdalena de Bairos Mouras de Norry, Carlota de Tula, María Esther Maldonado de Ojeda, Yolanda A. de Fugo Aráoz, Sara Alurralde de Fricker, María Teresa P. de Andrade, Germaine A. de Dumont y Juanita Vides Almoacid, Ana Zulema Bueno y Joaquin Ajeda, Teofilo Fricker, señor Horacio J. Caracoche, Alejandro Norry, José M. Andrade, Antonio Guraib, Dumont y Elias Guraib. Comisión de propaganda: Lola G. de Bueno, Justina Beltrán de Cuello, María S. De Terán, Carmen de Alvarez Costa, Victoria S. de Nardoy, señoras Guraib, Rosa G. de Fierro y señoritas Lia Gómez Guchea, Pepa Guraib y señores Ramón Cuello, Juan Bueno, R. Alvarez Costa, L. Hardoy, C. Juárez y Eduardo Guraib. (La Gaceta, 8 de noviembre de 1933).

[xiv] La Gaceta, 14 de noviembre de 1933.

[xv] ADC, Carpeta Notas y comunicaciones, Parroquia Santa Ana 1933-1945. Carta del obispo Agustín Barrere a Lamberto Maciejewski, 22 de diciembre de 1933.

[xvi] Zavaleta ejerció desde marzo de 1932 a marzo de 1940. (El Banco de la Nación Argentina en su cincuentenario, Publicación Oficial, 1941, f.395).

[xvii] ADC, Carpeta Notas y comunicaciones, Parroquia Santa Ana 1933-1945. Respuesta de Lamberto Maciejewski al obispo Agustín Barrere, 5 de enero de 1934.

[xviii] Entre quienes recomendaron al obispo el cambio de ubicación estuvo el dirigente cañero José David, residente en la estación Río Chico, según lo reconoció en la correspondencia: «Vecinos de Santa Ana, entre ellos Don José David, me observó que el sitio elegido es inadecuado y que es más conveniente para todos, particularmente para lo que viven en las colonias al oeste del ingenio, que son las más numerosas, edificar la iglesia en la esquina que está frente a la comisaría.» ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1933-1945, Carta de Agustín Barrere a Clemente Zavaleta, 27 de diciembre de 1934.

[xix] Archivo del Arzobispado de Tucumán (en adelante AAT), foja de servicio del Pbro. Manuel Suñen.

[xx] El conflicto se menciona lateralmente en la correspondencia del obispo con directivos del banco. Clemente Zavaleta respondió a los cuestionamientos de Agustín Barrere a las conductas del personal administrativo del ingenio, afirmando que no contaba con la facultad correctora necesaria para intervenir en el caso, en tanto constituía responsabilidad del arrendatario. No se abstuvo de comentar que «por razones de discreción, no he querido llevar a Ud. algunas referencias desfavorables sobre la forma en que se manifiesta el ministerio de la iglesia en Santa Ana (…) Cabe señalar que hay situaciones de carácter inamistosos entre las personas que Ud. alude, y que no es posible que primen en cuestiones de orden superior». ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1933-1945. Carta de Clemente Zavaleta al Obispo Agustín Barrere, 23 de noviembre de 1935.

[xxi] La Concordancia, expresión política que nucleaba al conservadurismo, presentó como candidato a senador por el distrito a Horacio Caratcoche, quien ejercía como Jefe de Cultivos del ingenio Santa Ana, y como diputados a Gabriel Luciano Fuentes, Juan Sánchez Toranzo y Domingo R. Retondo. En tanto, el radicalismo concurrencista presentó como senador a Domingo Gordillo y diputados a Francisco R. Gordillo, José M. del Sueldo y Paulino Delgado, reconocidos productores cañeros que dan cuenta de la mayor afinidad del sector con el radicalismo.

[xxii]ADC. Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1933-1945. Carta del Obispado al presbítero Manuel Suñen, 30 de enero de 1937.

[xxiii] ADC. Carpeta Visita Pastoral, 1939.

[xxiv] La solicitud de sacerdote tuvo el tono de ruego ante las adversidades experimentadas «por la presente, pido a V. Eccia. quiera tener la bondad de aceptarme en su diócesis, (…) no lo hago de por razones de mala conducta, sino que aspiro a gozar de paz y tranquilidad, porque no tengo inconveniente en manifestar a V. Eccia. que en esta diócesis entre el clero que dirige y que gobierna, hay mal intencionados que no me dejan trabajar.» AAT, Legajo Mardonio Breppe, Carta del presbítero Mardonio Breppe al obispo Agustín Barrere, 1 de marzo de 1940.

[xxv] Según declaró al obispado tucumano, ejerció como director del centro católico de estudiantes de Catamarca desde 1925 a 1935; director de la asociación «Doctrina Cristiana» de 1929-1930; secretario de Congreso Eucarístico de 1932-1933; sodirector de la revista «Ultra», órgano del Centro Católico de Estudiantes desde 1934-1940;  y presidente de la comisión difusión del periódico católico «El Porvenir» (luego «La Unión») a partir de 1930. En 1935 se hizo cargo de la parroquia de Belén (Catamarca).

[xxvi] Archivo del Banco de la Nación Argentina. Reglamento del ingenio Santa Ana, p. 187.

[xxvii] ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1933-1945.

[xxviii] «He sabido que el Directorio contemplaba la conveniencia de llevar a Santa Ana una comunidad de religiosas para la atención del hospital y otras obras sociales (…) aplaudo de corazón semejante iniciativa. (…) gustoso daré la autorización cuando me sea solicitada.» ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1933-1945. Carta de Agustín Barrere a Jorge Santamarina, 25 de enero 1941.

[xxix] El mencionado cuestionamiento a las prácticas religiosas juzgadas como un «mecanismo devocional», refleja una concepción diferente de la misión del catolicismo en el cuerpo social respecto a las formas clericales más tradicionales.

[xxx] También se complacía por la «fecunda unidad de acción que reina entre Ud. y sus feligreses y la generosidad con que estos le prestan su colaboración en todo lo relativo al ministerio». Archivo del Obispado de Tucumán, Legajo personal de Mardonio Breppe, Carta de Agustín Barrare a Mardonio Breppe, 28 de mayo de 1941.

[xxxi] AAT, Legajo personal de Mardonio Breppe, Carta de Mardonio Breppe a Agustín Barrere, 3 de junio de 1941.

[xxxii] De acuerdo a expresiones del obispo el aumento de la contribución fue considerado por Padilla como «un premio a su labor tesonera para cristianizar y así moralizar la importante población del ingenio y toda la parroquia». AAT, Legajo Mardonio Breppe. Carta del Agustín Barrere a Mardonio Breppe, 24 de diciembre de 1941.

[xxxiii] La Gaceta, 10 de agosto de 1944.

[xxxiv] Los avatares de esta asociación que nucleó a niños y jóvenes en Argentina desde su creación en 1908 fueron reconstruidos por Andrés Bisso (2021). A partir de 1937 sectores católicos del scoutimos referenciados en el sacerdote Julio Menvielle conformaron una entidad paralela a la conducción nacional. Dentro de esa vertiente, presidida en 1940 por el industrial y político tucumano Ernesto Padilla, se inscribió la filial de Santa Ana.

[xxxv] La Gaceta, 13 de agosto de 1944

[xxxvi] La asamblea contó con la asistencia delegados de Santa Ana junto a los representantes de 14 sindicatos. La Gaceta, 30 de mayo de 1944.

[xxxvii] La Gaceta, 19 de octubre de 1945.

[xxxviii] La Gaceta, octubre de 1944.

[xxxix] Semanario de la CGT, 16 de septiembre de 1944. p.9

[xl] El apoyo de la feligresía al sacerdote se expresó en las cartas remitidas al obispo para que habilite la continuidad en su cargo, resaltando las obras realizadas durante su estadía. ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1946-1952. 13 de agosto de 1946.

[xli] La Gaceta, 7 de abril de 1947.

[xlii] El trópico, 21 de abril de 1947. El conflicto en Santa Ana fue reconstruido en base a la documentación resguarda en el Banco Nación por Girbal-Blacha (2001), incorporaron la prensa provincial y las publicaciones del Centro Azucarero los trabajos de Gutiérrez (2014), Bustelo (2016) y Sanchez (2004).

[xliii] En la asamblea del 18 de diciembre de 1947 se planteó que se estudie «la forma de dar término al consocio, en virtud de la resistencia y los malos procedimientos por parte de algunos miembros de la agrupación de Boy Scouts, especialmente el R.P. Joaquín Gómez Montenegro, Ramón Montenegro, Custodio Tejerina y Ramón Cuesta Fuensalida, los que en todas formas tratan de hacer fracasar el consorcio». Libro de Actas del Club Atlético Santa Ana.

[xliv] El Trópico, 8 de Junio de 1948. Los avatares del conflicto fueron reconstruidos en un trabajo previo sobre la sociabilidad deportiva durante el peronismo (Sanchez, 2022).

[xlv] Archivo de la Diosesis de Concepción, Carpeta Visita canónicas a la parroquia de Santa Ana 1949.

[xlvi] La comisión directiva propuesta no fue aceptada por no admitirse la participación de mujeres en esa instancia. ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1946-1952.

[xlvii] ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1946-1952, Carta de Joaquín Gómez Montenegro a Juan Carlos Aramburu, 23 de Julio de 1949.

[xlviii] En 1951 el párroco de Villa Alberdi, Víctor Gómez Aragón, que tuvo una confrontación similar en relación a las fiestas de San Roque en el paraje Naranjo Esquina, cercano a Santa Ana declaraba: «He agotado todos los medios para cristianizar estos cultos religiosos que lejos de ser un exponente de vida cristiana ha pasado a constituir un lugar de esparcimiento completamente mundano y constituye para los dueños del santo un modus vivendi. (…) (…) Los dueños del Santo bajo ningún aspecto permiten esta medida de orden ni intromisión alguna; en vista de esto he resuelto no celebrar culto a esa imagen que anualmente se hacía en esta iglesia parroquial y además prohibir a todos los católicos de mi parroquia se asistencia al lugar.» ADC. Carpeta Notas y Comunicaciones. Villa Alberdi 1933-1953. Carta de Víctor Gómez Aragón al obispo Juan Carlos Aramburu, 3 de agosto 1951.

[xlix] Cierta proximidad entre el párroco y algunos sindicalistas puede reconocerse también en años previos, en el pedido de autorización del sacerdote para apadrinar al hijo del obrero Carlos Balbino Martínez, quien fue apresado durante la huelga de 1949, y luego ejerció como asesor del sindicato obrero en 1951. ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1946-1952. Carta de Joaquín Gómez Montenegro al obispo, enero de 1951.

[l] ADC, Carpeta Notas y Comunicaciones Parroquia Santa Ana 1946-1952, Carta de Joaquín Gómez Montenegro a Juan Carlos Aramburu, 4 de septiembre de 1952.

[li] En el acto oficial del 17 de octubre de 1952 en que se cambió el nombre del ingenio, nombrándolo Eva Perón, con presencia de las máximas autoridades provinciales y del banco, el párroco presidió la comisión de homenaje y ofició una misa. A su vez la prensa destacó la numerosa columna de afiliadas a las distintas unidades básicas peronistas encabezadas por la delegada censista que pronunció su discurso en el acto. Ambos referentes locales evitaron que emergieran sus disensos en la jornada. La Gaceta, 18 de octubre de 1952.

[lii] Como ha probado Lucía Santos Lepera en sus investigaciones, el obispo Juan Carlos Aramburu intervino decididamente para reducir los focos de conflictividad entre la feligresía y los sacerdotes. En el caso del párroco de Monteros, Simón Pedro Lobos, sus expresiones de ferviente adhesión al gobierno le valieron la expulsión de la diócesis. (Santos Lepera, 2022, p. 181)

 

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Para citar este artículo

Sanchez, I. (2025). La configuración local del catolicismo. Construcción de una "comunidad" parroquial en torno al ingenio Santa Ana (Tucumán, Argentina) a mediados del siglo XX. RITA (18). Mise en ligne le 14 novembre 2025. Disponible sur : http://www.revue-rita.com/articles-n-18/la-configuracion-local-del-catolicismo-construccion-de-una-comunidad-parroquial-en-torno-al-ingenio-santa-ana-tucuman-argentina-a-mediados-del-siglo-xx-ignacio-sanchez.html

Rajneeshpuram : une communauté néolibérale dans l'Amérique de Reagan ?

Résumé

La communauté de Rajneeshpuram, fondée en 1981 dans l’Oregon, constitue l’une des plus remarquables constructions d’une société utopique au XXe siècle, tant son succès et sa chute furent foudroyants. Son fondateur, le premier vrai « gourou international », Rajneesh professait une pensée unissant illumination spirituelle et jouissance matérielle. Cet article propose de comparer le fonctionnement et l’organisation de cette communauté aux principes fondateurs du néolibéralisme, alors triomphant dans l’Amérique de Ronald Reagan. Sont mis en lumière les points communs et les divergences tant aux niveaux politiques et économiques qu’au niveau de l’éthique et de la conception anthropologique.

Mots clés : Rajneesh ; néolibéralisme ; gourou ; histoire des religions ; utopie.

Rajneeshpuram: a neoliberal community in Reagan’s America?

Abstract

The Rajneeshpuram community, founded in Oregon in 1981, is one of the most remarkable constructions of a utopian society in the twentieth century, such was its success and downfall. Its founder, the first true ‘international guru’, Rajneesh, professed a way of thinking that combined spiritual enlightenment and material enjoyment. This article compares the operation and organisation of this community with the founding principles of neoliberalism, then triumphant in Ronald Reagan's America. It highlights the similarities and differences at both political and economic levels, as well as in terms of ethics and anthropological conception.

Key words: Rajneesh; neoliberalism; guru; history of religions; utopia.

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Anthony Keller

Docteur en histoire des religions

Université de Strasbourg

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Rajneeshpuram : une communauté néolibérale dans l'Amérique de Reagan ?

INTRODUCTION

« The only religion which has synthesized capitalism and religion together[1] » : c’est ainsi que Ma Anand Sheela, bras droit de Rajneesh (1931-1990), décrivit le mouvement du maître indien au milieu des années 1980. Derrière la provocation, cette formule résume l’ambivalence d’une communauté religieuse qui, tout en prétendant offrir une alternative à l’ordre établi, en incarna peut-être l’une des expressions les plus accomplies. Fondée en 1981 dans l’Oregon autour du Big Muddy Ranch, la cité de Rajneeshpuram fut qualifiée de « spiritual bazar[2] » dirigé par un gourou considéré comme « the spiritual counterpart of Reagan[3] ». Malgré son effondrement rapide en 1985 à la suite de scandales criminels, elle continue d’interroger quant à l’intégration des nouveaux mouvements religieux dans les dynamiques politico-économiques contemporaines.

Né en Inde dans les années 1930 au sein d’une austère famille jaïn, Rajneesh Chandra Mohan Jain devient professeur de philosophie à l’université de Jabalpur en 1960, après une formation marquée par l’héritage colonial britannique. Très vite, il délaisse l’enseignement universitaire pour se consacrer à des conférences où il expose une vision du monde singulière, mêlant rationalisme et spiritualité. Son charisme attire les foules, ses livres deviennent des best-sellers, et il se consacre entièrement à sa mission de gourou. Son enseignement, « religionless religion », rejette tout dogme, prône l’éveil spirituel autant que la jouissance matérielle, richesse et sexualité comprises. À Pune, il fonde un ashram qui devient un centre prospère, attirant des milliers d’Indiens et d’Occidentaux. Pour encadrer cet essor, Rajneesh délègue la création de « buddhafields » à travers le monde : on compte environ 300 000 disciples en 1981 et près de 500 000 en 1985[4].

À la fin des années 1970, près de 30 000 visiteurs annuels saturent l’ashram de Pune[5]. Après une tentative d’assassinat en 1980 et des conflits fiscaux avec l’État indien, Rajneesh quitte le pays pour s’installer aux États-Unis, où il fonde Rajneeshpuram, une ville surgie au cœur du désert de l’Oregon. Rapidement, la communauté devient une cité moderne de plusieurs milliers d’habitants[6], loin d’un quelconque cliché hippie, dotée d’infrastructures complètes : aéroport, université, commerces, cliniques, police, presse et services publics[7]. Selon Bob Mullan, le disciple type est « ‘middle-class’, well educated, professionally qualified, has been divorced at least once, has suffered a ‘personal crisis’, has been through mysticism, drugs, politics, feminism and is ‘thirtyish’-in short, the counter-culturalist brought up to date[8] ». D’autres études confirment cette image d’une population majoritairement blanche, féminine, jeune, diplômée et aisée[9].

Face à la nature éclectique des enseignements de Rajneesh, il est aisé de le situer dans la continuité de l’Human Potential Movement[10], des nouveaux mouvements spirituels ou du désenchantement occidental face à l’échec des cadres traditionnels. Comme le notait Christopher Lasch, les années 1970 marquent une perte de confiance dans les solutions politiques et un repli vers l’individu[11]. Toutefois, notre approche diffère : nous considérons aussi le contexte politico-économique marqué par la consécration du néolibéralisme. Les métaphores économiques entourant Rajneesh — « who has cornered the market on enlightenment[12] » — illustrent bien cette imbrication entre spiritualité et capitalisme. Si Max Weber opposait charisme religieux et rationalité économique, Urban remarque qu’« in the deterritorialized context of late capitalism, the fluid, flexible, ecstatic quality of charisma is by no means incompatible with the marketplace; on the contrary, it may even be the very epitome[13] ». Cet article approfondira cette intuition en comparant les théories et pratiques néolibérales avec celles de Rajneeshpuram.

Cette approche repose sur plusieurs constats. Bien que Rajneesh ne se soit jamais présenté comme économiste ou penseur politique, il fonda une communauté organisée, efficace et économiquement capitalistique, contrastant avec les idéaux collectivistes d’autres groupes similaires. Ses prises de position sur divers dirigeants, américains ou indiens, révèlent une pensée politique diffuse, mais réelle. Enfin, confronté à des problèmes matériels concrets, Rajneesh dut y répondre par des choix politico-économiques originaux, en résonance avec les mutations contemporaines.

En effet, les États-Unis des années 1970-1980 connaissent en effet la fin du « vieil ordre libéral », théorisé par Hayward[14], et la victoire du néolibéralisme, consacrée par Paul Volcker à la Fed et Ronald Reagan à la présidence. Cette doctrine, apparue lors du colloque Walter Lippmann en 1938, puis structurée autour de Hayek et de la Société du Mont-Pèlerin en 1947, prône la liberté individuelle et le libre-échange[15]. Comme le souligne Biebricher, « la problématique néolibérale concerne les conditions politiques et sociales de possibilité du fonctionnement des marchés[16] ». Pour Vallier, il s’agit d’« une doctrine politico-économique qui englobe le capitalisme libéral robuste, la démocratie constitutionnelle et un État-providence modeste[17] », tandis que Harvey la définit comme une « théorie des pratiques économiques […] au sein d’un cadre institutionnel caractérisé par le libre-échange, le marché libre, et de solides droits de propriété privée[18] ». L’État n’a plus qu’un rôle d’arbitre, garant de la stabilité monétaire et juridique. Michéa en retient trois traits[19] : neutralité axiologique, pessimisme anthropologique et scientisme[20]. Le néolibéralisme apparaît ainsi comme un courant polymorphe et non un bloc homogène, certaines mesures pouvant y être rattachées sans adhésion complète à ses principes[21].

Ces précisions permettent d’utiliser le néolibéralisme comme outil comparatif. Nous étudierons donc la genèse et le fonctionnement de Rajneeshpuram à travers ce prisme, afin d’en dégager convergences et divergences. Nous nous demanderons dans quelle mesure l’épopée rajneeshite s’insère dans le basculement néolibéral des années 1970-1980, en interrogeant les causes de son succès et de son effondrement. Nous examinerons d’abord la dimension politique et institutionnelle de la communauté, puis ses pratiques économiques, avant d’aborder la question anthropologique, afin de confronter les visions de l’homme chez Rajneesh et chez les penseurs néolibéraux.

I. Rajneesh, l’État et la démocratie

A. L’épineuse question des opinions politiques de Rajneesh

Questionner l’orientation politique d’une communauté dirigée par un leader charismatique comme Rajneesh implique d’examiner ses opinions personnelles. Sa jeunesse fut marquée par des positions éclectiques : proche de mouvements socialistes ou communistes, il fréquenta aussi des membres de l’Indian National Army et du Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), mouvement nationaliste hindou d’extrême droite[22]. Sa pensée se structura tôt et visa particulièrement Gandhi (1869-1948), critiqué pour son attention aux pauvres au détriment de la modernité[23]. De plus, Rajneesh accusa Morarji Desai (1896-1995), Premier ministre indien de 1977 à 1979, d’être un « cunning fascist[24] » lors de conflits judiciaires avec son mouvement.

Si le terme « fascist » témoigne d’une répulsion pour les régimes totalitaires, ses écrits contiennent surtout des critiques envers les hommes politiques, perçus comme incapables de libération spirituelle à cause de leur ego. Dans The True Sage, il affirma :

« Souvenez-vous toujours, la rébellion est la substance même de la religion […]. Un rebelle est en rupture. Il ne se soucie pas de cette société ou de n’importe quelle société. Il sait que toutes les sociétés seront des prisons. Au mieux, elles peuvent être tolérées – c’est tout. Il n’y a aucune possibilité de société réellement libre. La société ne peut pas être libre. Aucune révolution ne l’emportera ; toutes les révolutions ont échoué » (Rajneesh, 1975, p. 90).

Ce pessimisme social conduit au repli sur soi et sur la communauté religieuse, seul échappatoire à un monde ravagé par l’égotisme, rappelant la maxime de Margaret Thatcher (1925-2013) : « There is no society ».

Rajneesh développa également un puissant anti-communisme, en réaction à l’Inde pro-soviétique et à toute intervention américaine qu’il jugeait injustifiée. Il défendait la propriété privée et refusait qu’un système politique dominant la menace[25]. Son parcours révèle un opportunisme marqué : après avoir fréquenté divers groupes, il se posa comme défenseur des libertés individuelles contre les États indien et américain qu’il considérait comme oppressifs. Sur ce point, on note une convergence avec le néolibéralisme : méfiance envers l’État, individualisme, et protection des libertés face aux contraintes. Toutefois, Rajneesh pousse cette logique plus loin que les néolibéraux, qui considéraient l’État comme régulateur nécessaire d’une société exposée à des forces imprévisibles. Il reste à examiner la pratique politique concrète au sein de Rajneeshpuram.

B. Rajneesh face aux lois : théorie et pratique

L’un des principes le plus ancré dans les œuvres néolibérales est la puissance et le respect dû à l’État de droit[26], en particulier chez Hayek. En d’autres termes, il est nécessaire de suivre scrupuleusement les règles définies pour encadrer la société afin de conserver au mieux le cadre qui en est le garant. Au milieu des années 1980, alors que les autorités fédérales américaines s’opposent durement à la communauté de Rajneeshpuram, le gourou parsème ses discours de références à la Constitution américaine qu’il invoque pour se protéger :

« Et pour moi, l’Amérique est peut-être le seule espoir l’humanité, parce que la constitution américaine est la seule constitution authentiquement démocratique. Cela créé un problème pour les politiciens américains, parce que ces politiciens ne sont pas démocratiques […] Nous nous battrons pour la Constitution de l’Amérique contre ces Américains qui la prostituent. […] Nous sommes venus au pays légalement, et j’ai choisi cet endroit à cause de mon amour immodéré pour la Constitution Américaine. Elle est plus sainte que la Sainte Bible, parce qu’elle nous donne à tous les valeurs démocratiques de la vie : individualisme, propriété individuelle, liberté de parole, liberté d’information (Rajneesh, 1985)[27] ».

Alors qu’il frôlait l’expulsion, Rajneesh usa habilement de la Constitution américaine pour susciter la sympathie, révélant toutefois une relation particulière à la loi. À Mumbai, lui et sa communauté durent se défendre contre des locataires les accusant d’occupation illégale ou de paiements irréguliers[28]. Les journalistes soulignèrent le caractère procédurier de l’organisation naissante[29]. À Pune, le Shree Rajneesh Ashram, enregistré comme caritatif et à but non lucratif, générait pourtant d’importants flux financiers via la vente de livres ou de séances de méditation et de yoga. Face au fisc indien, qui multiplia les amendes jusqu’à cinq millions de dollars[30], Rajneesh quitta l’Inde pour les États-Unis.

Aux États-Unis, malgré ses louanges du système légal, le caractère procédurier des rajneeshites s’accentua. Rajneesh obtint son entrée sur le territoire au motif de soins particuliers, faussement invoqué malgré une santé réellement fragile. Dans les années 1980, l’INS releva de nombreuses fraudes à l’immigration et mariages blancs[31], ce qui illustre, selon Deneen, la faiblesse du néolibéralisme : sa dépendance à l’immigration et à la souplesse des lois[32].

Le problème majeur fut l’aménagement du Big Muddy Ranch. Si la municipalité fut approuvée, plusieurs installations furent jugées illégales par 1000 Friends for Oregon, qui multiplia les recours devant l’Oregon Land Conservation and Development Commission (OLCDC)[33]. En réponse, le Rajneesh Legal Services Corporation (RLSC), avec huit employés et de nombreux bénévoles, intenta des procès préventifs et surchargea administrativement ses adversaires[34]. Cette stratégie, très procédurière, reflète la culture juridique américaine mais montre aussi la volonté des rajneeshites de se présenter comme plus légalistes que la loi, malgré des pratiques contestées.

Ainsi, Rajneeshpuram se construisit en partie par cette lutte juridique, illustrant le désir d’intégration au droit américain. Cependant, de nombreuses irrégularités, présentes dès les premiers ashrams en Inde, témoignent d’une tendance à contourner la loi. Ce décalage entre théorie et pratique constitue une caractéristique essentielle du mouvement, résultant de la méfiance de Rajneesh et de ses disciples envers une société qu’ils considéraient comme dominée par la lutte égotique plutôt que par l’élévation spirituelle.

C. Rajneeshpuram: une « gouroucratie » autoritaire?

Malgré Capitalisme et liberté (1962) de Milton Friedman (1912-2006), la démocratie ne fut pas unanimement valorisée par les néolibéraux. Comme le rappelle Biebricher, « dit simplement, le dénominateur commun de toutes les opinions néolibérales sur la démocratie est la conviction qu’elle pose un problème plus ou moins sérieux[35] ». Si la démocratie apparaît, du point de vue néolibéral, comme le régime le plus apte à défendre l’individualisme et à renverser un mauvais gouvernement[36], elle n’est pas exempte de dangers : excès budgétaires, dérives bureaucratiques ou tyrannie de la majorité menaçant les droits des minorités. Plusieurs penseurs mirent ainsi en garde contre la démocratie illimitée comme contre le marché libre absolu. Hayek, notamment, développa dans La Constitution de la liberté (1960) et Droit, législation et liberté (1973) un système peu compatible avec la tradition démocratique, voire semi-autoritaire[37], allant jusqu’à envisager une dictature libérale temporaire destinée à instaurer une société libre. Hostile aux totalitarismes, il accueillit pourtant favorablement le régime d’Augusto Pinochet (1915-2006). Harvey rappelle que, de même, les États-Unis s’allièrent volontiers à des dictatures pour des raisons politiques ou économiques[38]. Ainsi, si la théorie néolibérale se réclame de la démocratie, sa mise en pratique demeure ambiguë.

Rajneesh partageait cette méfiance envers la démocratie. Bien qu’il valorisât les régimes protégeant les libertés individuelles, il voyait dans la compétition électorale une exaltation de l’ego. Aussi, les communautés rajneeshites ne présentaient-elles guère de structures démocratiques. À l’ashram de Pune, une forme « d’État-providence » existait, des services étant fournis en échange de travaux, mais le cadre restait strict : « Poona might have been considered a ‘funhouse’ and a ‘madhouse’, but it was far from being unregulated. There were numerous rules[39] ». Des gardes surveillaient les lieux, les entrées étaient contrôlées, et certaines substances, comme les drogues ou la cigarette, étaient prohibées. L’échec d’une précédente communauté à Kailash, marquée par le règne « tyrannique » de Cedric Sarkin, nommé par Rajneesh, témoigne de cette tension autoritaire[40]. À Pune, sa secrétaire Yoga Laxmi notait d’ailleurs que les gens étaient « under the discipline, the control and the orientation of Rajneesh[41] ».

Nous connaissons mieux Rajneeshpuram, dont la situation n’apparaît guère plus favorable. La ville reposait sur un réseau d’organisations étroitement imbriquées, dominées par Rajneesh et ses proches. Parmi les principales figuraient la Rajneesh International Foundation (RIF), « l’église de Rajneesh », organisation à but non lucratif aux États-Unis ; la Rajneesh Services International Ltd (RSI), basée à Londres, supervisant les opérations commerciales via la Rajneesh Financial Services Trust (RFST) ; et la Rajneesh Neo-Sannyas International Commune (RNSIC), chargée du ranch, de la sécurité et des complexes hôteliers. S’y ajoutaient la Rajneesh International Meditation University, aux droits d’inscription élevés, la Rajneeshpuram Peace Force et la Rajneesh Medical Corporation. Ce maillage formait un véritable labyrinthe administratif, déroutant les avocats adverses et concentrant le pouvoir décisionnel entre les mains de Rajneesh et de son cercle. En s’appuyant sur des professionnels qualifiés venus rejoindre la communauté, le gourou établit ainsi un ensemble d’institutions non démocratiques pouvant être qualifiées de « technocratiques », ce qu’Harvey voit comme la conséquence logique d’un régime néolibéral concret[42].

L’aspect le plus marquant fut néanmoins la dérive autoritaire du système. Les journalistes de The Oregonian rapportèrent que Rajneeshpuram disposait d’une force de sécurité privée de 150 membres et de deux agences de police — soit huit policiers pour mille habitants, contre 1,7 dans l’Oregon[43] —, ainsi qu’une forte concentration en armes dès 1983[44]. Un dispositif d’espionnage dirigé par Ma Anand Sheela, appuyé sur le département d’entretien, se mit en place : écoutes, délations, punitions[45], souvent sous prétexte de sécurité. Si l’attentat contre le Rajneesh Hotel de Portland, le 29 juillet 1983, en fut un déclencheur, la paranoïa qui s’ensuivit prit aussi une forme hygiéniste. La peur du SIDA, dans une communauté à la sexualité libre, entraîna des règles strictes : distribution de kits d’hygiène, interdiction des baisers et obligation de protections (gants en caoutchouc[46], etc.). Ce contrôle sanitaire s’accompagna d’une surveillance accrue, restreignant les libertés individuelles. Harvey rappelle que la manipulation des peurs fut également un outil politique chez Reagan[47] ; sans réduire le néolibéralisme à ce procédé, le parallèle s’impose.

La question de la responsabilité personnelle de Rajneesh dans cette dérive demeure débattue. Son état de santé aurait limité son implication, et lorsqu’en 1985 la communauté s’effondra, il accusa Sheela d’avoir transformé Rajneeshpuram en « camp de concentration à ciel ouvert[48] », alors qu’il affirmait l’année précédente qu’elle gérait « parfaitement » les affaires temporelles[49]. Faute de témoignages concordants, il reste difficile de trancher sur son rôle exact. Toutefois, son comportement monarchique plaide contre son innocence : il acceptait d’être traité en roi, si bien que les journalistes de The Oregonian décrivirent le ranch comme « court of the real, and Rajneesh its ruler[50] », selon le témoignage d’Hugh Milne. Terrin souligne d’ailleurs que le « culte au maître » fut un pilier originel du mouvement, et non une dérive tardive[51]. Rajneeshpuram, centre de « l’empire Rajneesh », édictait les normes suivies par les autres buddhafields dans le monde. Une seule contestation apparut en France : en 1982, Sheela fit fermer le Sangam Rajneesh Sannyas Ashram de Thorenc (Alpes-Maritimes), dont le succès menaçait l’autorité du centre[52]. Cette mainmise sur les périphéries illustre la logique de concurrence libérale où toute entité semblable devient rivale, à l’image d’entreprises en compétition[53].

Enfin, il faut noter que le seul moment où Rajneeshpuram tenta de jouer le jeu de la démocratie fut sa fin. En lutte contre les autorités fédérales, les autorités rajneeshites en vinrent à la conclusion que le seul moyen de gagner leurs procès et de débloquer les processus administratifs enclenchés était de prendre le pouvoir dans le comté de Wasco. Afin d’obtenir la majorité relative aux élections de 1984, Sheela lança le projet Share a Home ; pendant plusieurs semaines, des bus sillonnèrent la côte Ouest des États-Unis et amenèrent près de 4 000 sans-abris à Rajneeshpuram afin de les inscrire sur listes électorales et obtenir l’avantage démographique. Cette stratégie fut mise en échec par les autorités et enterra les espoirs rajneeshites. Toutefois, la veille des élections, des proches de Sheela empoisonnèrent à la salmonelle des bars à salade dans la ville de The Dalles, ce qui provoqua 45 hospitalisations, dans le but de réduire physiquement l’électorat de leurs adversaires[54]. Cette attaque bioterroriste sonna le glas de Rajneeshpuram, qui se délita et fut dissoute l’année suivante, suite à cette spectaculaire tentative de fraude électorale.

A la lumière de ces éléments, il nous faut constater que la communauté de Rajneeshpuram n’a jamais été une démocratie, ce qui fut peut-être caché dans un premier temps par ce que Mullan appelait une « benevolent dictactorship[55] », où les pratiques autoritaires, dont nous avons constaté la présence bien avant l’installation du cœur du système Rajneesh dans l’Oregon, étaient acceptées par les disciples au point qu’elles ne pouvaient être identifiées comme telles. Ainsi, nous trouvons là un important point commun entre le néolibéralisme et Rajneesh, à savoir une défiance assumée envers toute pratique démocratique, soutenue par un discours se voulant en revanche légaliste et démocratique. En ce qui concerne la dérive « finale » du mouvement, nous pouvons la mettre en parallèle avec la transition qu’Harvey identifie entre néolibéralisme et néoconservatisme : ce dernier, constatant les échecs du premier, proposa une alternative où les tendances antidémocratiques étaient plus assumées en même temps qu’un raidissement autoritaire[56]. D’une certaine manière, Rajneeshpuram connut aussi cette transition, à la différence qu’elle ne se fit pas en trente ans, mais en quatre seulement.

D. Au sein de Rajneeshpuram : hiérarchie et élitisme

Un dernier point doit être mis en lumière pour comprendre l’approche politique de Rajneesh. Nous avons que l’enchevêtrement de structures abstraites et spécialisées empêchait, par leurs structures technocratiques, tout mouvement démocratique. Toutefois, même lorsque des décisions devaient être prises en-dehors de leurs champs d’action, aucune forme « d’appel au peuple » n’était envisagée.

La cité de Rajneeshpuram disposait d’un conseil municipal, au sein duquel siégeaient uniquement des membres de « l’église rajneeshite ». En effet, une hiérarchie existait en son sein : si le sommait était tenu par Rajneesh et ses proches, dirigés par Sheela, l’échelon inférieur était constitué d’un groupe appelé les acharyas, ministres chargés de gérer « religieusement » et « civilement » les naissances, les morts, les mariages et les cérémonies d’initiation. A un échelon inférieur se trouvaient les arihantas, qui ne pouvaient que présider aux cérémonies de mariage et de naissance[57]. A leurs côtés pouvaient se trouver d’autres personnes qui se distinguaient par leur pouvoir économique, notamment s’ils étaient fiduciaires ou grands donateurs à la Rajneesh Modern Car Collection Trust, chargé de gérer la quasi-centaine de Rolls-Royce de collections dont disposait le gourou.

Cette vision profondément élitiste de l’organisation politique semble entrer en contradiction avec un libéralisme où rien n’existe entre l’État et le citoyen esseulé. En l’occurrence, les capacités spirituelles et financières étaient deux moyens de s’élever socialement et politiquement et d’intégrer les structures du pouvoir qui organisaient la communauté. Cependant, ce serait négliger toute une partie de la littérature néolibérale à ce sujet. Nous avons vu que la démocratie générait chez ces auteurs une certaine méfiance. Hayek résolvait ce problème par l’établissement d’une dictature de transition ou par un système parlementaire antipluraliste, Buchanan (1919-2013) insistait sur l’élaboration d’une constitution très solide, mais Wilhelm Röpke (1899-1966) tranchait par son originalité en supposant comme dirigeant d’une société libérale une « nobilitas naturalis » composée de « saints laïcs » irréprochables[58]. En un certain sens, l’organisation politique de Rajneeshpuram combine la dictature d’Hayek, avec Rajneesh comme dictateur, et l’élitocratie de Röpke, avec le pouvoir du « clergé » rajneeshite et des financiers des institutions[59]. Cette dernière question, profondément économique, nous amène à nous questionner sur le rôle de l’argent au sein du système rajneesh.

II. Rajneesh et le spiritual business

A. Tout est marchandise

Considérer toute chose comme un objet à vendre ou à acheter est une critique récurrente du néolibéralisme. Certains mouvements religieux collectivistes ont mis en commun les biens de leurs membres, mais ce système fut violemment rejeté par les auteurs néolibéraux et ne correspondait pas à Rajneeshpuram. De nombreuses études soulignent au contraire le rapport étroit de Rajneesh à l’argent et son adhésion au capitalisme le plus libéral, faisant de lui un véritable « entrepreneur » sur le très prisé spiritual market, illustrant l’extension du libre-échange à tous les domaines de la vie sociale[60].

En janvier 1981, Rajneesh annonçait : « We certainly do create wealth, and this is only the beginning; it is not yet a money-making racket. Just wait… It will be! We are going to make as much money as possible[61] ». La collection de 93 Rolls Royce, d’une valeur totale de près de sept millions de livres sterling[62], ne servait pas seulement ses caprices, mais constituait un investissement rentable et exonéré d’impôts. Les disciples pouvaient y contribuer par des dons, la location de voitures ou des tombolas, et elles garantirent plusieurs fois des prêts bancaires de plusieurs millions de dollars[63].

Dès la première période de Pune, l’ashram fonctionnait comme un système financier habile et intégré. En 1980, un observateur département d’État américain comparait ses méthodes à Disneyland[64], où tout était pensé pour satisfaire les visiteurs. La communauté organisait chaque année des festivals d’été attirant près de 15 000 personnes, dépensant pour logement, nourriture et services[65], incarnant la « société de consommation » souhaitée par les théoriciens néolibéraux. Le lexique incitait à la consommation : Sheela proclamait « Drop the ego, drop the money[66] » et des boutiques proposaient des souvenirs, comme des T-shirts « Happiness is a positive cash-flow[67] ».

L’une des plus célèbres phrases de Rajneesh, « I sell enlightment[68] », ne semble être que la pointe émergée de l’iceberg. À Pune, les adeptes payaient plusieurs centaines de roupies pour des séminaires et thérapies présentés comme sur un buffet à volonté[69], excluant de fait les plus modestes. À Rajneeshpuram, les tarifs allaient de quelques dizaines à plusieurs milliers de dollars, incluant des cursus universitaires privés jusqu’au doctorat. De réels débouchés semblaient même possibles : certains diplômés vendaient leurs services à des entreprises comme IBM ou Volvo dans le cadre de cours de relaxation ou d’aide au management[70]. Parallèlement, le mouvement s’internationalisa via livres et cassettes audio. En parallèle, la majorité des revenus provenait de la vente des enseignements de Rajneesh[71], dont 312 ouvrages totalisant près de 40 000 pages sont aujourd’hui disponibles sur archives.org.

B. L’intégration de Rajneeshpuram aux dynamiques économiques

Le système économique rajneeshite fonctionnait en vase clos, auprès de disciples déjà acquis auxquels on vendait « de la spiritualité ». L’aspect religieux constituait le principal moteur de vente, mais la communauté sut aussi exploiter certains contacts avec le monde extérieur, notamment par la prolifération de « produits dérivés », soulignée par Harvey dans le cadre de la néolibéralisation des États-Unis[72].

La publicité joua aussi un rôle clé : en 1982, la Rajneesh Services International lança la campagne Invest in Rajneeshpuram !, vantant une expérience écologique alliant capital et créativité[73], alors qu’en réalité seuls trois centimes de chaque dollar investi allaient à l’agriculture, et 50 rajneeshites s’occupaient des travaux agricoles tandis que 250 s’occupaient de la comptabilité et des tâches financières[74]. Rajneeshpuram se dota également de structures pour fonctionner comme micro-société indépendante : réseau de cartes bancaires, droit de vendre des assurances en 1984, encore Rajneesh Travel Corporation. Le nom de Rajneesh fut traité comme une marque répétée pour susciter l’envie de consommer.

La communication interne et externe fut structurée : la Rajneesh Community Holdings Inc. possédait le Rajneesh Times, tandis que la Rajneesh Chamber of Commerce, créée en novembre 1983, disposait d’un bureau de relations presse pour recevoir des journalistes triés sur le volet[75].

Les contacts économiques avec l’extérieur furent limités, mais significatifs. L’installation dans l’Oregon dynamisa la région, les entreprises locales fournissant mobile-homes, outils et pneus[76]. Face aux ennuis juridiques, certains entrepreneurs soutinrent discrètement la communauté, génératrice d’activité et donc de revenus. Le président de la Rajneesh International Corporation proposa au Guardian (17 novembre 1985[77]) d’investir l’argent de Rajneeshpuram dans des secteurs extérieurs, notamment miniers, mais sans suite concrète.

Ainsi, bien que dotée des dernières modernisations économiques et financières, la communauté resta peu ouverte à l’extérieur : l’argent circulait surtout en interne, nuançant l’image de Rajneesh comme « gourou international » puisque les fonds n’étaient massivement réinjectés qu’au sein du vaste réseau rajneeshite.

C. Le modèle économique du système rajneeshite

Les difficultés financières de l’ashram de Pune tenaient davantage à son statut légal qu’à ses pratiques économiques[78]. Harvey définit l’État néolibéral comme « un appareil d’État ayant pour mission fondamentale de faciliter les conditions d’accumulation des capitaux et des profits, tant pour les capitaux nationaux que pour les capitaux étrangers[79] ». Cet objectif fut pleinement atteint par Rajneeshpuram, dont la fortune, estimée en 1983 à 37,3 millions de dollars, provenait pour un tiers de la vente des discours de Rajneesh[80]. L’achat du ranch lui-même résulta d’une série de manœuvres financières pilotées par Sheela.

À la base du système figurait un réseau bancaire international. Dès 1980, Sheela ouvrit un compte au Crédit Suisse, bientôt suivi d’autres à la Schweizerische Volksbank et à la Midlank Bank de Londres[81]. En octobre 1981, la Rajneesh Bank Limited fut créée aux îles Marshals. Une enquête estima qu’en 1983 la Rajneesh Services International (RSI) disposait de vingt-trois comptes à l’étranger (Angleterre, Suisse, Allemagne de l’Ouest, Pays-Bas, Australie[82]), témoignant d’une optimisation fiscale poussée et d’un souci d’échapper aux taxations étatiques. Installée à Londres en 1982, la RSI échappait aux saisies américaines tout en gérant voyages, opérations comptables et prêts entre structures rajneeshites[83]. Le système fonctionnait en réseau : la RSI collaborait avec le Rajneesh Financial Services Trust pour ses opérations aux États-Unis, la Rajneesh Neo-Sannyas International Commune pour les festivals, et inversement. Ainsi, trois principes régissaient cette économie : l’accumulation et la conservation du capital via l’optimisation fiscale ; une complexité administrative destinée à dérouter les autorités et multiplier les obstacles juridiques ; et un fonctionnement en vase clos limitant les recours extérieurs.

Mais au fondement de ce capital se trouvait le travail. L’organisation communautaire reposait sur le labeur quasi bénévole des disciples, jusqu’à douze heures par jour. Lors des procès, l’accusation affirma régulièrement : « One of the main strategies for the prosecution is to argue that Bhagwan is simply a ‘get rich quick’ capitalist, using religion to motivate a poorly-paid workforce. […] Bhagwan is clearly a capitalist of the worst order, not concerned with helping those in need[84]. » À Pune, la cantine dépendait du travail gratuit, expliquant sans doute le succès ultérieur de Rajneeshpuram grâce à une main-d’œuvre peu coûteuse et docile[85], le travail étant présenté comme moyen d’éteindre l’ego. Cette utilisation spirituelle du travail pour réduire les coûts illustre ce qu’Urban qualifie de « commune capitaliste[86] ».

Ainsi, l’économie rajneeshite combinait la maîtrise des outils financiers néolibéraux de l’Amérique des années 1980 avec une gestion autoritaire d’une main-d’œuvre motivée par la foi. Ce capitalisme intégral supprimait tout contre-pouvoir syndical en canalisant les affects des travailleurs dans un discours religieux, et les autorités rajneeshites semblaient connaître et assumer pleinement l’avantage économique que leur offrait la structure « spirituelle » de leur communauté. Comme le soulignait l’article « A New Direction for Capital », paru dans le Rajneesh Timese le 1er octobre 1982, Rajneeshpuram unissait les « sound principles of capitalism » et une fondation spirituelle, expliquant sa supériorité par rapport aux Reaganomics, fustigées dans la mesure où elles n’étaient pas « spiritually based[87] ».

D. Pourquoi le capitalisme ?

Les raisons de l’amour que Rajneesh professait à l’égard du capitalisme ne peuvent pas être cherchées uniquement dans la désaffection qu’il éprouva pour les gouvernements socialisants indiens qui le persécutèrent. Dès ses premiers discours, il manifesta une affection pour les jouissances matérielles et l’esprit d’entreprise capitalistique, dont sa propre aventure est peut-être un exemple. En octobre 1982, il déclara devant des officiels de l’immigration à Portland : « I don’t condemn wealth, wealth is a perfect means which can enhance people in every way, and make their life rich in all. I am a materialist spiritualist[88] ». En d’autres termes, la richesse n'était pas qu’un moyen, mais aussi une fin en soi. Selon lui, il était impossible de s’accomplir spirituellement si l’on était dans la pauvreté, car celui qui n’a pas le sou a des problèmes matériels concrets à régler : comment s’habiller, se nourrir etc., tandis que celui qui est riche est libéré de tous ces soucis et peut donc se consacrer pleinement à ses besoins spirituels[89]. Ce raisonnement s’accorde parfaitement avec les théories d’Abraham Maslow (1908-1970), dont la pyramide éponyme hiérarchise les besoins humains comme le fit Rajneesh. C’est aussi pour cette raison qu’il rejeta toute forme d’ascétisme, considéré comme une entrave au développement économique, et donc in fine spirituel[90].

Par ailleurs, les traditions hindoues dont se revendiquait Rajneesh ne lui apparaissaient nullement contradictoires avec ces faits. Ainsi, le néo-tantra prônait une libération de l’esprit passant par une libération intense de l’énergie sexuelle, par le biais de pratiques revendiquées par Rajneesh et qui lui donnèrent son titre de « sex guru ». De plus, il fut inspiré par la pensée de l’Advaita, c’est-à-dire de la non-dualité. En d’autres termes, il adopta une vision profondément holiste du monde : la divinité est partout et se manifeste partout, jusque dans la réussite économique individuelle[91]. Cette idée eut des conséquences pratiques très rudes. Bien que cela n’ait pas été particulièrement mis en avant par les autorités de Rajneeshpuram, les journalistes de l’Oregonian constatèrent que plusieurs personnes à qui les instances rajneeshites confièrent la gestion de certaines structures et qui avaient fait faillite ou les avaient mal gérées avaient été désavouées et exclues de la communauté[92], de la même manière que la main invisible du marché (néo)libéral évince toute personne peu efficace gérant mal les richesses dont elle dispose.

Pour conclure ce deuxième chapitre, nous pouvons en revenir à notre étude comparatiste où, là encore, nous constatons des points communs et des différences entre les structures de Rajneeshpuram et le néolibéralisme. D’un côté, les autorités de la communauté utilisèrent à plein régime les outils financiers que la victoire du néolibéralisme rendit disponible aux États-Unis dans les années 1980, et ils profitèrent de l’expertise aiguë de fiscalistes pour garantir l’accumulation de revenus en échappant au maximum aux taxations d’un État dont ils se méfiaient. En parallèle, Rajneesh construisit un discours religieux et spirituel en phase avec le capitalisme néolibéral et qui permettait de s’y fondre sans aucune difficulté. De plus, ce discours donnait à la communauté des fondements spirituels qui justifiaient son fonctionnement, mais qui permit aussi l’apparition d’une main d’œuvre qualifiée, travailleuse et très peu chère, expliquant en partie sa réussite économique. Toutefois, il semblerait que Rajneeshpuram ait été encore plus libérale que les néolibéraux. En effet, il n’existe à proprement parler aucune trace d’un état-providence et encore moins de réel soutien envers les personnes les plus défavorisées, alors même que les néolibéraux les plus convaincus permettaient l’existence de transferts d’argent depuis les autorités publiques vers la société civile dans certains domaines afin de lutter contre les inégalités trop criantes[93]. De ce point de vue, les affinités de Rajneesh sont peut-être à chercher plutôt du côté des libertariens.

III. Le rajneeshite est-il l’homme néolibéral par excellence ?

Après avoir constaté les structures politiques et économiques construites autour de Rajneesh et leurs points de contact avec le néolibéralisme, il convient de se concentrer sur un aspect moins matériel et souvent omis, à savoir les conceptions éthiques et anthropologiques qui sous-tendent une théorie politico-économique. En effet, il n’est pas difficile d’imaginer qu’un gourou bâtissant une communauté dispose d’une certaine vision de l’être humain et qu’il cherche à façonner ses disciples selon quelques principes plus ou moins fixés. En revanche, nous pensons qu’un tel processus a également lieu, de manière consciente ou non, dans toute théorie proposant un arrangement précis de la société à laquelle elle prétend s’appliquer. Ainsi, il est certain que l’idée de l’homme défendue par les régimes communistes n’a pas grand-chose à voir avec celle défendue par Ronald Reagan ou Friedrich von Hayek[94]. Dans cette dernière partie de notre étude, nous entendons proposer un comparatif entre le « nouvel Adam libéral » dont parlait Michéa[95] et l’homme tel que le concevait Rajneesh.

A. La fluidité comme horizon

Dans son article sur le néolibéralisme, Vallier soulignait l’absence de toute considération éthique et, chez Milton Friedman, un relativisme moral absolu où même la recherche du profit ne saurait constituer le centre d’une « bonne vie[96] ». Puisque la connaissance du bien est inaccessible, il s’agit surtout d’instaurer un cadre social et politique permettant à chacun de croître selon ses préférences, principe fondateur de la neutralité axiologique commune aux pensées néolibérales[97]. Cependant, cette indifférence est un positionnement moral en soi et produit des effets éthiques. Harvey observe ainsi que le libre-échange devient « une morale en soi, capable de fonctionner comme guide de toute action humaine et de remplacer toutes les convictions morales défendues jusqu’alors[98] », d’où les critiques d’un capitalisme réduisant les relations sociales à une rationalité économique[99]. Dès lors qu’aucune morale héritée n’est défendue, ces relations doivent trouver un autre ciment. Michéa en identifie deux : le marché autorégulateur et le « droit procédural », dont le point commun est l’absence de sujet[100]. L’éthique néolibérale construit ainsi un environnement fluide et neutre où chacun évolue au gré de forces extérieures autorégulées.

Cette logique rappelle le discours de Rajneesh, marqué non par l’abandon aux forces du marché, mais à des forces spirituelles indéfinies et imprévisibles[101]. Comme le marché, le monde n’a pas de sens en soi : il s’agit d’une puissance à laquelle on se donne sans se demander si elle est bonne[102]. Ce lâcher-prise favorise la cohésion communautaire : renoncer à maîtriser des forces supérieures apaise l’anxiété[103], le renoncement à l’ego encourage le don — illustré par les pratiques de Sheela[104] — et la neutralité axiologique facilite l’intégration des individus[105]. La fluidité du travail, où les disciples exerçaient des tâches interchangeables[106], assurait une grande souplesse et contribua à la croissance de Rajneeshpuram.

Enfin, la sexualité participait de cette fluidité. Libérée de tout interdit moral, elle devenait exploration et moyen d’élévation spirituelle. Les « groupes de tantra » permettaient d’exprimer sa sexualité, en paroles ou en actes[107]. Dans l’environnement capitalistique de Rajneeshpuram, la jouissance physique apparaissait à la fois comme voie d’accès à la spiritualité et comme moteur de consommation. Dany-Robert Dufour illustre cette alliance du capitalisme et de la sexualité par la métaphore du libéralisme à deux faces, incarné par Adam Smith et le Marquis de Sade[108]. Cette sexualité débridée, provocatrice, valut à Rajneesh le surnom de « sex guru[109] ».

Ainsi, la fluidité et la neutralité axiologique, racines du néolibéralisme, se retrouvent au cœur du mouvement rajneeshite. Rajneesh prônait l’accueil de tous sans jugement, ce qui explique la diversité — mais aussi les tensions et le raidissement politique — de Rajneeshpuram. Ce parallélisme éclaire la proximité profonde entre l’organisation rajneeshite et l’esprit du néolibéralisme dans leur conception du monde.

B. La liberté contre toute rigidité

Définir la liberté dépasse le cadre de cet article ; il s’agit plutôt de comprendre comment nos deux comparés l’envisageaient. Selon Michéa, la liberté est la seule valeur commune à tout le courant libéral, comprise comme le droit pour chacun de choisir arbitrairement ses valeurs privées, dans le respect de celles d’autrui[110]. Rajneesh, lui, en faisait le cœur d’une vision holiste : « Life is freedom. God is absolutely a freedom. You cannot have any fixed attitudes, fixed ideas. If you have them you will be in trouble[111] ». La liberté signifie l’absence de toute contrainte, en particulier mentale, imposée depuis l’enfance[112]. Elle suppose de « briser les digues » pour laisser circuler l’esprit : la métaphore de la fluidité y prend tout son sens. Les néolibéraux, eux, la conçoivent avec plus de retenue : une humilité épistémique garantissant la coexistence pacifique sans empiéter sur autrui[113].

Une conséquence majeure de cette conception est l’absence de convictions établies. Celles-ci sont « autorisées » tant qu’elles restent critiquables, d’où la formule de Pierre Manent, faisant libéralisme le « scepticisme devenu institution[114] ». Rajneesh radicalise cette idée : « We are not going to fail... We don’t have any dogma that can be criticized[115] ». Il n’intègre pas les croyances de ses disciples, mais prône leur effacement : « I have no pattern to give you, no values, no morality, I have only freedom to give you so that you can flower[116] ». À Pune, le panneau de bienvenue « Leave your minds and shoes here[117] » résumait cette exigence. Si cette approche facilita le recrutement, elle fragilisa la cohésion du groupe. Carter observait qu’une communauté privée de croyances communes recrée d’autres formes de cohésion : autorité charismatique, désignation d’un ennemi, confrontation ou exclusion[118] — processus propices à la dérive autoritaire, également relevés par Hayek[119]. Ainsi, la conception négative de la liberté constitue à la fois la force et la faiblesse du rajneeshisme comme du néolibéralisme.

L’accomplissement de cette liberté passe logiquement par la destruction des structures jugées rigides, comme l’illustre l’interchangeabilité des travailleurs[120]. Michéa note que « dans une société libérale devenue intégralement conforme à son concept […], toute limitation signifiée aux désirs ou aux caprices privés des individus ne pourrait donc être vécue que comme une intervention inadmissible de la collectivité, une « discrimination » inacceptable, ou une « stigmatisation » scandaleuse[121] ». Ce constat rejoint le mépris de Rajneesh pour l’autorité politique : « Who makes your laws? Who makes your constitutions? Who is responsible for running the society and arranging and managing the society? Just people as blind as you, maybe more learned, maybe more informed. But it makes no difference whether a blind man is more informed about light or less informed about light – a blind man is a blind man[122] ». Ce rejet de toute autorité caractérise les mouvements du New Age selon Heelas, où il inclut (prudemment) Rajneesh[123]. Il s’étendait aussi à l’institution du mariage, bien qu’elle subsistât à Rajneeshpuram[124]. Si le néolibéralisme fragilise lui aussi les grandes institutions (État, syndicats), aucun de ses penseurs n’alla aussi loin que Rajneesh — du moins dans le discours.

En pratique, les structures de Rajneeshpuram étaient loin d’être souples. Un ancien disciple affirmait que Rajneesh « autorisait tout[125] », mais pas pour tous. La communauté comportait un clergé hiérarchisé : les arihantas à énergie extravertie, les siddhas à énergie introvertie et les acharyas combinant les deux[126]. Cette hiérarchie, doublée d’une préférence pour les riches[127] — certains disciples furent exclus pour manque de moyens[128] —, contredisait le discours de fluidité. En réalité, la gestion du mouvement exigeait une organisation solide, indispensable à la maîtrise des flux financiers et démographiques.

C. L’ego et l’égalité

Face aux dynamiques du marché, chacun se trouve théoriquement dans un même état de dénuement : nul ne pouvant en prévoir les mouvements, tous sont supposés égaux devant ses bienfaits. De manière analogue, Rajneesh affirmait : « I declare to you your Buddhahood. Each person is born to be a Buddha[129] ». Cependant, cette égalité demeure théorique : dans les faits, le néolibéralisme comme Rajneeshpuram produisent une concentration du pouvoir et un accroissement des inégalités, critique régulièrement faite à l’encontre du néolibéralisme[130] et assumée au sein de la communauté de Rajneesh.

La conception de l’ego éclaire cette tension. Dans sa thèse (Université de l’Ohio, 2024), Madeline James inscrit Rajneeshpuram dans la Décennie du Moi et l’Human Potential Movement. Selon elle, la communauté participe du courant né dans les années 1960 valorisant le retour à soi et la liberté individuelle, rejoignant les démarches de la Gestalt Therapy, des Erhard Seminars Training, des Mind Dynamics et de l’institut d’Esalen[131]. Ces similarités montrent que le mouvement de Rajneesh s’enracine dans le même contexte que ces initiatives. James évoque ainsi la Me Decade de Tom Wolfe[132], période marquée par les désillusions politiques et l’atomisation sociale des années 1970, au moment même où s’affirmait le néolibéralisme, triomphant face à la chute du « vieil ordre libéral » : « Despite originating in India and most of their relevant history taking place in the 1980s, the Rajneesh were still a product of the cultural and political pressures of 1970s America[133] ».

Si Rajneesh puisa dans la philosophie indienne, il sut adapter son message à une génération individualiste : liberté et acceptation répondaient aux aspirations d’autonomie, tandis que l’idée d’une communauté unie offrait une réponse à la désagrégation du lien social. Il incarna ainsi à la fois l’apogée et une proposition de correction d’un système néolibéral. .

Enfin, James Buchanan rappelait que la pérennité du néolibéralisme repose sur un éveil moral, loin de toute considération anthropologique trop pessimiste : un homo economicus capable de reconnaître que le collectif prime sur l’individuel. « The reform that I seek lies first of all in attitudes[134] ». On peut toutefois douter qu’il ait vu en Rajneesh l’origine de cette « réforme »…

D. Une anthropologie de l’homme nouveau

Il serait une erreur de considérer que les discours de Rajneesh avaient pour seul objectif de rectifier l’homme contemporain. Tous ces propos sont orientés vers la création d’un homme nouveau dont le premier objectif serait de se transformer lui-même : « I am teaching you a way of being, a different quality of existence[135] ». L’homme de demain est celui qui vit dans le présent, et non dans le passé, où il n’y a rien à tirer les traumatismes et les émotions négatives dus à l’ego[136]. Il est fluide, créatif, vivant sans attache ni identité fixe[137].

Au cours de cette étude, nous avons constaté de nombreuses méthodes permettant de parachever cet objectif : s’intégrer à une communauté où l’on est fondamentalement un rouage interchangeable afin de briser l’ego, changer de nom[138], participer à des thérapies de groupe de méditation dynamique, qui consiste à redevenir un enfant en laissant aller tous ses caprices et ses envies, même les plus folles[139] et n’avoir en vue que la volonté de s’unir à un tout mal défini, mais transcendant[140]. De plus, l’un des moyens d’intégrer ce tout consiste à en expérimenter toutes les possibilités, d’où la nécessité de la jouissance matérielle en plus de toutes les autres : « We are exprimenting in a multi-dimensional way […] We are exprimenting with all the possibilities that can make the human consciousness whole and a human being rich[141] ». Cette citation rappelle les lignes de Milton Friedman dans lesquelles il affirmait que personne ne pouvant connaître le bien et le mal, il fallait que chacun expérimente au maximum les opportunités du monde pour se constituer sa propre éthique. D’un point de vue anthropologique, néolibéralisme et Rajneesh rejettent toute idée de péché originel : l’homme se construit au fur et à mesure de ses expériences et possède tout en lui-même. Ainsi, dès lors que le cadre posé est bon et ouvre les bonnes voies, la croissance se fera dans le bon sens.

La description de l’anthropologie rajneeshite ressemble à s’y méprendre avec le nouvel Adam libéral de Michéa, individu consommateur compulsif, maintenu en enfance et addict à la jouissance immédiate[142]. Dans sa recension de l’ouvrage de Dufour, Florence Bécar rappelle la thèse de l’auteur selon qui la pensée libérale procède de la posture philosophique de la libération des passions[143].

Il n’a jamais été simple de cerner une idée fixe chez Rajneesh, qui avait une propension à la provocation et à la contradiction assez remarquable. Cependant, des tendances peuvent être relevées et lorsque nous les synthétisons, force est de constater qu’elles nous permettent de construire une certaine vision de l’homme et de l’éthique qui devrait le gouverner et que celle-ci s’oppose moins qu’elle n’épouse ou complète les écrits et les pratiques néolibérales. Il serait difficile de parler d’adéquation parfaite, ne serait-ce que par les discours que chacun des partis tint sur l’autre, mais à la lumière de notre étude, l’homme rajneeshite et l’homme néolibéral apparaissent aussi proches que deux dialectes d’une langue commune.

 Conclusion

Comparer une communauté religieuse et une théorie politico-économique est un exercice délicat, mais fécond. L’analyse menée ici a permis de dégager plusieurs convergences notables entre rajneeshisme et néolibéralisme. Tous deux reposent sur une vision anthropologique existentialiste et constructiviste, et sur une conception du monde dominée par des forces arbitraires – marché ou divinité – dépassant l’humain. De là découlent une neutralité axiologique et une quête de fluidité dans tous les domaines sociaux et individuels. Leur projet politique commun consiste à créer un cadre où l’homme peut croître de manière optimale, tandis que leur système économique valorise l’accumulation du capital. Politiquement, un écart persiste entre les idéaux affichés et la pratique : comme certains néolibéraux soutenant des régimes autoritaires, Rajneesh – ou Sheela – imposa une domination interne confirmant la critique d’Elizabeth Anderson, selon laquelle la réduction de l’État déplace, sans les abolir, les logiques de pouvoir[144]. Enfin, ces deux phénomènes s’inscrivent dans le contexte américain des années 1970-1980, répondant chacun à une même crise sociale.

Les divergences demeurent toutefois marquées. Le néolibéralisme conserve l’État-nation comme cadre politique, tandis que Rajneesh se voulait « citoyen du monde », hostile à toute frontière, et prônait une pensée proche de l’anarchisme ou du libertarianisme. Contrairement à Hayek ou Reagan, il ne défendait aucun ordre moral conservateur. Pourtant, son individualisme reste ambigu : la vie privée et la propriété étaient restreintes à Rajneeshpuram, la communauté reposant sur de nouveaux réseaux sociaux comparables à ceux d’autres mouvements religieux contemporains (évangélisme, Scientologie, etc.). Là où le néolibéralisme favorisait l’atomisation, Rajneesh construisit une cohésion sociale intense, parfois autoritaire. Par certains aspects, son projet évoque davantage les régimes « développementistes » d’Asie orientale, mêlant investissements publics lourds et politique néolibérale ciblée.

La disparition rapide de Rajneeshpuram – quatre ans après sa fondation – invite à interroger ses failles. Comme chez les penseurs néolibéraux tels Friedman, une tension existait entre idéal et réalité. Rajneesh crut réaliser une société trop parfaite pour durer : la rigidification doctrinale (clergé, Rajneesh Bible, « rajneeshisme ») contredisait son appel à la fluidité, tandis que l’absence d’un socle commun fragilisa la cohésion. L’empire financier, complexe et hypertrophié, trahit la simplicité prônée. La paranoïa politique et la désignation d’ennemis extérieurs accentuèrent encore l’autoritarisme. Ces dérives confirment ce que supposait Michéa, à savoir qu’« une utopie libérale ne peut se développer au-delà d’un certain seuil sans détruire ses propres conditions de possibilité[145] ».

Si le néolibéralisme vise la réduction maximale de l’État, Rajneeshpuram en offrit la version la plus extrême : un système ramené à un seul centre, l’ego du maître — ego qu’il invitait paradoxalement à dissoudre. Cependant, Rajneesh ne fut nullement le seul à proposer une communauté idéale, d’autres naquirent à la même période, sur le sol américain ou ailleurs, et un moyen de compléter notre étude serait d’étudier les dynamiques internes de ces mouvements, afin de constater leur proximité ou leur distance avec les grandes dynamiques politiques et économiques de leur époque.

 

Notes de fin 

[1] James 2024, 18.

[2] Thompson & Heelas 1986, 80.

[3] Urban 2015, 134.

[4] The Oregonian 30.06.1985

[5] Mullan 1983, 23.

[6] L’absence de données de recensement exactes ne permet que des suppositions, d’autant plus que les résidents non-permanents venant des quatre coins du pays et du monde étaient fréquents. On peut supposer un nombre minimum de 2 000 habitants permanents, qui pouvait s’élever à près de 15 000 lors des festivals d’été.

[7] Thompson & Heelas 1986, 89-90.

[8] Mullan 1983, 51.

[9] Latkin, Hagan, Littman et Sundberg 1987.

[10] Terrin 1985, 94.

[11] Voir Lasch 1979.

[12] The Oregonian 01.07.1985.

[13] Urban 2015, 193.

[14] Hayward 2001.

[15] Harvey 2024, 22.

[16]« The neoliberal problematic concerns the political and social conditions of possibility for functioning markets », Biebricher 2018, 24.

[17] Vallier 2022.

[18] Harvey 2024, 23.

[19] A l’inverse d’une large partie de la bibliographie anglo-saxonne, les chercheurs français ont tendance à ne pas distinguer fondamentalement le libéralisme du néo-libéralisme.

[20] Michéa 2011-2012, 438.

[21] Harvey 2024, 183.

[22] Thompson & Heelas 1986, 13.

[23] Thompson & Heelas 1986, 16.

[24] The Oregonian 02.07.1985. Lorsque Rajneesh évoquait ses adversaires, de Desai à Ma Anand Sheela en passant par Ronald Reagan, l’accusation de fascisme et/ou de nazisme était très fréquente et ne semble pas témoigner d’une connaissance réelle et profonde que le gourou aurait eu sur l’Allemagne ou l’Italie des années 1930-1940.

[25] Urban 2015, 48-49.

[26] Vallier 2022.

[27] Rajneesh 1985, vol.8, chapitre « Where Do We Go From Here? ». Sauf indication contraire, toutes les citations de Rajneesh ont été extraites du site Internet oshoarchive.org (https://oshoarchive.org/LoginUser.php). Nous mentionnerons ici le titre de l’ouvrage et le chapitre dont est extraite la citation.

[28] The Oregonian 02.07.1985.

[29] Elle s’appelait la Jeevan Jagruti Kendra et fut fondée en 1965 par des hommes d’affaire que Rajneesh rencontrait lors des soirées mondaines de Mumbai qu’il fréquentait assidûment (The Oregonian 01.07.1985).

[30] Urban 2015, 104.

[31] The Oregonian 18.07.1985 et 19.07.1985.

[32] Deneen 2019.

[33] James 2024, 21.

[34] The Oregonian 11.07.1985.

[35] Biebricher 2018, 80. « Simply put, the common denominator of all neoliberal views on democracy is the conviction that it poses a more or less serious problem ». 

[36] Vallier 2022.

[37] Biebricher 2018, 103-106.

[38] Harvey 2005, 71.

[39] Thompson & Heelas 1986, 21-22.

[40] The Oregonian 02.07.1985.

[41] The Oregonian 03.07.1985. Le témoignage de Laxmi doit être pris avec précaution : il fut récolté après qu’elle fût violemment évincée de son poste par Rajneesh et sa remplaçante, Ma Anand Sheela.

[42] Harvey 2005, 149.

[43] The Oregonian, 09.07.1985.

[44] The Oregonian, 10.07.1985.

[45] Ibid. L’une des punitions consistait à se voir attribuer une tâche particulièrement ingrate.

[46] Thompson & Heelas 1986, 26-27.

[47] Harvey 2005, 112.

[48] Thompson & Heelas 1986, 114.

[49] The Oregonian, 07.07.1985.

[50] The Oregonian, 01.07.1985.

[51] Terrin 1985, 96.

[52] The Oregonian 15.07.1985.

[53] Harvey 2005, 107.

[54] Urban 2015, 129-130.

[55] Mullan 1983, 118.

[56] Harvey 2005, 372-4.

[57] The Oregonian, 08.07.1985.

[58] Biebricher 2018, 140-142.

[59] Selon Harvey, les conséquences pratiques de la néolibéralisation amènent à la concentration du pouvoir entre les mains d’une classe réduite (Harvey 2005, 89).

[60] Harvey 2005, 35.

[61] The Oregonian 14.07.1985.

[62] Les comptes de la société qui les possédait étaient basés à Londres.

[63] The Oregonian 12.07.1985. L’article nous apprend qu’en 1982, ces manipulations financières apportèrent la somme de £ 498 784 à Rajneeshpuram. On y apprend aussi que dans les années 1970, à Denver, le gourou Maharaj Ji, fondateur de la Divine Light Mission, disposait aussi d’une collection de voitures de luxe. La technique n’est peut-être donc pas une invention de Rajneesh.

[64] The Oregonian 14.07.1985.

[65] The Oregonian 30.06.1985.

[66] The Oregonian 16.07.1985.

[67] The Oregonian 14.07.1985.

[68] Rauschenbach 2021.

[69] Thompson & Heelas 1986, 52.

[70] Heelas 1996, 63, 72, n.21.

[71] James 2024, 17.

[72] Harvey 2005, 79.

[73] The Oregonian 13.07.1985.

[74] The Oregonian 30.06.1985.

[75] The Oregonian 08.07.1985.

[76] Rauschenbach 2021, 80.

[77] Thompson & Heelas 1986, 108.

[78] The Oregonian 03.07.1985.

[79] Harvey 2024, 35-36.

[80] The Oregonian 14.07.1985.

[81] The Oregonian 02.07.1985 et 13.07.1985.

[82] The Oregonian 14.07.1985.

[83] The Oregonian 13.07.1985.

[84] Thompson & Heelas 1986, 120.

[85] The Oregonian 30.06.1985.

[86] Urban 2015, 52, 75.

[87] James 2024, 23.

[88] Thompson & Heelas 1986, 47.

[89] Heelas 1996, 96.

[90] Urban 2015, 51-52.

[91] Heelas 1996, 95.

[92] The Oregonian, 15.07.1985.

[93] Vallier 2022.

[94] Michéa 2011-2012, 431 n.6.

[95] Michéa 2011-2012.

[96] Vallier 2022.

[97] Ce point peut être nuancé, puisque certains auteurs, comme Hayek, défendent un certain conservatisme social, c’est-à-dire un ensemble de règles morales héritées qui maintiennent la cohésion de la communauté.

[98] Harvey 2024, 25.

[99] Voir par exemple Brown 2015.

[100] Michéa 2011-2012, 431.

[101] Thompson & Heelas 1986, 42, 65.

[102] Terrin 1985, 79, « non-finalità del mondo della natura ».

[103] James 2024, 19.

[104] The Oregonian 16.07.1985.

[105] The Oregonian, 04.07.1985.

[106] The Oregonian, 08.07.1985.

[107] Thompson & Heelas 1986, 57.

[108] Voir Dufour 2009.

[109] Voir l’article Urban 2005, qui évoque dès le titre la complémentarité entre l’aspect « sex guru » et l’aspect « guru of the rich ».

[110] Michéa 2011-2012, 432.

[111] Rajneesh, cité par Thompson & Heelas, 1986, 111.

[112] Urban 2015, 36.

[113] Vallier 2022.

[114] Cité par Michéa 2011-2012, 438.

[115] The Oregonian, 01.07.1985.

[116] Rajneesh 1975, 35.

[117] Heelas 1996, 22.

[118] Voir Carter 1990.

[119] Les dérives autoritaires auxquelles mènent les politiques libérales ont notamment été le sujet de Karl Polanyi dans son ouvrage La Grande Transformation (1944).

[120] Voir Harvey 2024, 119.

[121] Michéa 2011-2012, 432.

[122] Cité dans The Oregonian 11.07.1985.

[123] Heelas 1996, 22.

[124] Thompson & Heelas 1986, 49.

[125] Cité par Thompson & Heelas 1986, 68.

[126] Thompson & Heelas 1986, 25.

[127] Cette attirance de Rajneesh pour les riches ne naquit pas avec son arrivée aux États-Unis, loin s’en faut. Il fréquentait le gratin de la société indienne à dessein, comme le raconte un journaliste qui le connut à Jabalpur : « He knew what the rich people want. They want to justify their guilty consciences, to justify their guilty acts » (cité dans The Oregonian 01.07.1985).

[128] The Oregonian 02.07.1985.

[129] Thompson & Heelas 1986, 10.

[130] Voir par exemple Gilens 2014 ou Piketty 2014. Sur la concentration du pouvoir, voir Harvey 2005, 89.

[131] James 2024, 13.

[132] Wolfe 1976.

[133] James 2024, 15.

[134] Cité par Biebricher 2018, 153.

[135] Rajneesh 1975, vii.

[136] Thompson & Heelas 1986, 39.

[137] Urban 2015, 48.

[138] Tous les disciples rejoignant la communauté prenaient un nom hindi en arrivant, The Oregonian 30.06.1985.

[139] Thompson & Heelas 1986, 44.

[140] Terrin fait de ce point l’un des éléments centraux de la pensée religieuse de Rajneesh (Terrin 1985, 74-79, L’esistenza è ‘divina’).

[141] Rajneesh cité par Thompson & Heelas, 19-20.

[142] Harvey parle d’une néolibéralisation chantant « les gloires de l’éphémère » (2024, 321).

[143] Bécar 2012-14, 148.

[144] Anderson 2019.

[145] Michéa 2011-2012, 437.

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 Pour citer cet article :

Keller, A. (2025). Rajneeshpuram : une communauté néolibérale dans l'Amérique de Reagan ?. RITA (18). Mise en ligne le 15 novembre 2025. Disponible sur : http://www.revue-rita.com/articles-n-18/rajneeshpuram.html

Religions, individuals and Native American communities in the United States

 Abstract

 How has the treatment of Native Americans from the Colonial Era to present day denied the settlers more in-depth knowledge concerning tribes and their religious practices based on spiritual beliefs? The Native American spirituality used to be one of the main approaches and practices that had to be fought against, until its disappearance and therefore until the Native Americans’ adherence to the American mainstream way of life, the “normal” one. Yet, despite all the colonial and different federal governments’ efforts, Native Americans did not cave in, at least as far as their spiritual beliefs were concerned. They kept on passing them through generations. Today, these beliefs that have spanned many historical periods made Native Americans strong enough to adapt to the American society without leaving their religion(s) on the individual and community level. Does the resilient Native American experience prove that ignorance acts as a plague that feeds hatred of the other and of difference, and in this precise case, can faith in the broadest sense of the term be a means of survival?

Key words: Religion; Native American; Spirituality; Culture; The United States of America

 Religions, individuals and Native American communities in the United States

Résumé

Comment le traitement réservé aux Natifs Américains depuis l'époque coloniale jusqu'à aujourd'hui a-t-il privé les non-Natifs d'une connaissance plus approfondie des tribus et de leurs pratiques religieuses fondées sur des croyances spirituelles ? La spiritualité amérindienne a été l'une des démarches et pratiques à combattre, jusqu'à sa disparition et donc jusqu'à l'adhésion des Amérindiens au mode de vie principal du courant dominant américain, celui de la « norme ». Malgré tous les efforts des colons et des différents gouvernements fédéraux, les Amérindiens n'ont pas cédé, du moins en ce qui concerne leurs croyances spirituelles. Ils ont continué à les transmettre de génération en génération. Aujourd'hui, ces croyances, qui ont traversé de nombreuses périodes historiques, ont rendu les Amérindiens suffisamment forts pour s'adapter à la société américaine sans abandonner leur(s) religion(s) au niveau individuel et communautaire. L'expérience résiliente native américaine prouve-t-elle que l'ignorance agit tel un fléau nourricier de la haine de l'autre et de la différence, et dans ce cas précis, la foi au sens large du terme peut-elle être un moyen de survie ?

Mots clés : Religion ; Natif Américain ; Spiritualité ; Culture ; Les États-Unis d’Amérique

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 Rachel Fondville

Docteure en Sciences Humaines et Sociales

Chercheure indépendante

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Religions, individuals and Native American communities in the United States

INTRODUCTION

Despite Native American history, Native American culture and religion are still prominent in the United States today, having been passed down through generations.

Before evaluating the place and role of Native American religion within American society, it will be interesting to first analyze to what point religion and beliefs are important inside Native communities, and then how through the different historical stages that they underwent, this culture has survived inside the United States of America.

Indian culture is a predominant factor in the entire Indian organizational structure. This aspect had rather negative repercussions from the very first contacts with Europeans, who at that moment had no time to devote to understanding the workings of the original inhabitants of these “new” lands. The cultural differences between the two communities gave rise to yet another polemical confrontation. As history would have it, the American hegemony “won the day”, and gradually imposed its modus operandi, including with surviving tribes, through genocidal episodes and the colonization of their territories.

It is highly likely that the survival of Native Americans, and the place they occupy in American society today, are in part linked to the importance of spirituality in their lives. The way Indians function depends on their ancestral philosophy, their attachment to their spiritual beliefs and the need to perpetuate and protect them. This aspect, despite the many attempts at colonial eradication, passed down from generation to generation, was also the reason why the Indians were able to demonstrate resilience; their cultural attachment being viscerally their reason for living.

I. What place is given to religion inside Native American communities?

First and foremost, it is important to understand the use of the word religion in a Native American context. In a very general and occidental definition, religion is a set of beliefs linked to practices. For Native Americans, it is rooted to their traditional culture, their way of thinking and living hence their philosophy, itself entertwined with the idea that everything is linked, the material and the immaterial, which therefore encroaches spiruality. There are no set limits, nor defines frames as it is possible to read when one wants to give a clear definition of these three words in Native American culture. Religion is connected to philosophy, itself connected to spirituality and conversely. Native American have no need to define limits between these three substantives. They experience it.

The use of the word religion in this analysis will remain faithful to the Native American conception, broadening our vision.

The scope of Native American religion has a deep ontological dimension. It is not only about believing, but it is more about a combination of being and living, integrating cultural values linked to the religious beliefs that are mainly based on the respect of all the elements, living or not living, surrounding the people, and seeing in them all the sacredness they contain. Everything is religious from birth to death, everything is seen as a whole. This way of integrating religion has historical, philosophical and societal roots.

A. The Historical Roots

Perhaps the most important aspect of indigenous cosmic visions is the conception of creation as a living process, resulting in a living universe in which a kinship exists between all things. Thus the Creators are our family, our Grandparents or Parents, and all of their creations are children who, of necessity, are also our relations. (Forbes, 2001:283).

It is difficult to find historical documents written by Native Americans themselves to describe their religions, their beliefs, their rites except for the winter counts, pictographic calendars mainly used by Plain tribes to relate the most significant events of a year. The cultural communication and the cultural transmission were principally oral from generation to generation.

The most genuinely and relevant knowledge that we have about Native American historical roots of their religion is from an empirical approach, what have been passed down through generations to maintain the upkeep of traditions, such as the fact that Native Americans do not have one single religion neither one single God. There are as many different belief systems as there are many tribes on the territory of what is the United States of America today. Hence, another element that makes the defining of Native American religion in a universal way quite impossible. It would require to incorporate all the different values, traditions and teachings of every Native tribe throughout the country into their own unique religious beliefs. They vary in their theories of creation; how nature and human beings came to exist and where they originated from. They use different traditions, with polytheistic views utilizing different gods (The Great Creator, Great Spirit, Earth Mother, Coyote…).

But there are also some similarities, like the belief of a creator, the belief that places and nature are important, as sacred and holy to celebrate ceremonies. Every tribe has rites linked to nature, the seasons, and the significant stages in human life from birth to death. Religion factored into all aspects of daily life; the natural and supernatural worlds are one in the same, completing each other, thus incorporating religion into everything. Traditions took on many similar forms between tribes: many different ceremonial dances, tribal gatherings and sacrifices of goods. Every tribe had a medicine man or shaman who possessed the power to engage the supernatural aspects more strongly, through visions and dreams. Also, most, if not all Native American religions functioned under some form of belief in animism alleging that a living spirit resides in all things, living or not: animals, materials, elements of nature such as the sun, the moon…

B. The Philosophical Roots

We Indians do not teach that there is only one God. We know that everything has power, including the most inanimate, inconsequential things. Stones have power. A blade of grass has power. Trees and clouds and all our relatives in the insect and animal world have power. We believe we must respect that power by acknowledging its presence. By honoring the power of the spirits in that way, it becomes our power as well. It protects us. (Means, 1995, P. 19).

In Native American philosophy, everything is related, everything is intertwined, from the material to the spiritual level. Everything has a reason for its existence, like every living being, and everything has been studied for centuries in an aetiological way, to understand the mystical and philosophical meaning of existence. Native American philosophy is deeply ontological based on studies and decades of observation to understand the essence of human existence. The use of language and the semiotic are also crucial to describe the depth of existence and its dimensions.

To understand the philosophy of Native American religion, it is important to underline the fact that the word “religion” has no exact translation as a real word in Native American languages, the common use to express the closest semantic would be with the word spirit, hence the Indigenous spirituality. Therefore, trying to give a definition of it is a way to narrow its semantic. The closest notion to describe Native American religion would be spirituality. It was a Western need, and/or a need from the circles of intellectuals to give a definition of it while the most concerned people have never considered to give one.

C. The Societal Roots

Thinking of ourselves in our sociality, or in our belonging to nature, it would be clear to say that for this indigenous conception of personhood or identity, an individual cannot be said to exist without the “people”—and we see how broadly this must be construed insofar as it includes all of our relationships. Insofar as personhood is extended not only to nonhuman animals, but even to the things of the world that are often considered inanimate, the question of who is to flourish is no longer about individuals within a structure that serves them, but rather the people as a whole. And that people as a whole is thus to be understood as the whole web of existence in which any singular being inheres. And here, we get a sense of how the ontological commitments of Native American philosophy overlap with the political commitments; in fact, I would argue, one cannot make sense of one without the other. (Arola, 2011:560).

Before colonization, Native American social structure was based on a tribal life, a group of people sharing the same culture and language, and therefore beliefs and spirituality, mainly linked to the environment they were adapted to. Most of the time, leaders were chosen by the members of the tribes mainly regarding his or her potential to protect their values. The matriarchal pattern was highlighted, since separation on any level did not exist, Native American women had a very impotant role inside the tribes. Concertation, and oral exchange were the key to take decisions or to settle a dispute. The group was like the backbone of tribal cohesion, in which everyone had a role to play. The notion of individuality did not prevail in Native American tribes. Collectivism was the societal pattern of functioning, but it had no need to be written or reminded by laws, it was a very natural conception of how the community should be held.

The Native American ontological approach to life, historically, philosophically, and socially led them to the conclusion that everything is linked, that separation does not exist. Everything works as a whole. That was the core of the antagonism between the European and mainly the British philosophy of life and the Native American one. 

II. What place is given to Native American religion in the American Society? 

This question is the core of what matters when one addresses the issue of religions, individuals and Native American communities in the United States. This subject has to be tackled in a chronological perspective to understand the various mechanisms of Native American adaptation, since it has been evolving from the first meeting with the settlers until present day.

A. The clash between two antipodean cultures

One of the primary differences between Europeans and Native Americans consists of the recognition and acceptance, by the Native American, that human beings are group beings and that, as such beings, they occupy specific locations that are their “rightful homes.” The Native American view is not, however, simply an “instinct” of territoriality. It is commonly known that the Native American found the concept of holding ownership of parts of the Earth quite alien. They did not think of their homelands as something they owned but instead as something that they belonged to. They thought of themselves as being “created” for one specific part of the planet. In an extension of this view they also included in their belief systems the idea that other <peoples, those unlike themselves, were also “created” for their own places. Each group was viewed as having a set of “truths” that pertained to their own unique circumstances and locales. (Cordova, 2002:5).

About 500 years ago, Europeans first made contact with Native Americans trying to find another route to the Indies. In 1607, the first English settlers arrived in Virginia, in what was going to be the first permanent settlement in North America. The indigenous people of the area were wary at first, then they helped them through a period of starvation. But the new settlers were interested in conquering new territories. As they were getting more numerous, they started to widen their occupation areas. Native population fought back. As they were many dead people on both sides, the settlers decided to implement the first agreements with written treaties. These agreements were therefore an unusual way for Native Americans to communicate, not always understanding what they would sign, and the English colonizers were starting to draw the foundations of what was going to be the United States of America using their own philosophical and social codes. They understood quite rapidly that Native Americans were not familiar with these codes, which made it easier to break the written treaties later on, and one by one. Simultaneously, they had fueled a form of contempt towards Native Americans who were commonly called “savage”. They did not understand their way of living, using only what was necessary from the wealth of the Earth, thinking it was out of lazyness. They did not understand the importance of all their life rituals. They failed to recognize any beliefs they had, and above all they were at the opposite of the collective view of the social organization of their communities. The settlers were bearing within them the premises of individuality, better known by the ideology of liberalism with the importance of the use of wealth on an individual scale.

Their evident eagerness to get more wealth, more land was not only a reason for disagreement with the Natives of the country, but also it was a deep philosophical dichotomy between the two civilizations.

As far as religion was concerned at that time, most colonists considered themselves as Christians. Native people had already had experienced different attempts of Christianization. The Spanish empire had sponsored the earliest missionary activity in the West, when the Franciscans had established the first missions in California in 1541 and New Mexico in 1581.

From the first encounters with the European settlers, Christianizing the Indigenous was not only a colonial approach but also an act of altruism since it was supposed to turn them into civilized people.

When the English settlers came to the “New World”, they were seeking to practice their Christianity in a theocratic totalitarian way. They were also concerned in widening their territory to do so. The question of Christianizing the Native Americans was officially and politically raised by the time of the Declaration of Independence in 1776.

The First Amendment of the United States Constitution, adopted in 1791, the first of the ten amendments that constitutes the Bill of Rights, promises freedom of religion:

Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof; or abridging the freedom of speech, or of the press; or the right of the people peaceably to assemble, and to petition the Government for a redress of grievances. (U.S. Constitution First Amendment, 1791).

What truly was at stake at that moment was the importance for the Founding Fathers to detach from the British Crown power over religious matters. The first amendment goal was to protect their religion as the only religion, the other religions were not an issue:

The founding fathers’ religious settlement, embodied in the First Amendment to the United States Constitution, gave legal sanction to an American revolution of religion that redefined the place of religion in America. With the exception of William Penn and RogerWilliams, the planters had organized church-state relations around the central idea of religious uniformity, the notion that the established church within a colony represented the one true religion that all should be compelled to support. Whether Puritans or Anglicans, the planters of a given colony shared a common faith, believed that their particular formulation of Protestantism was the correct one,[…]. (Franck, 2003:205-206).

One of the harshest periods for Native Americans was during the third American presidency, with Thomas Jefferson from 1801 to 1809, who believed in acculturation of Native people, giving up their cultures, religions, and lifeways and taking on the ways of white men, including Christianity and European-style agriculture and government. Jefferson believed that without this, Indians “will relapse into barbarism & misery, lose numbers by war and want, and we shall be obliged to drive them with the beasts of the forest into the Stony mountains.”  (Letter to John Adams, 1812).  He believed that assimilation of Native Americans into white economy would make them more dependent on trade, and that they would eventually be willing to give up land in exchange for goods or to resolve unpaid debts:

To promote this disposition to exchange lands, which they have to spare and we want, for necessaries, which we have to spare and they want, we shall push our trading uses, and be glad to see the good and influential individuals among them run in debt, because we observe that when these debts get beyond what the individuals can pay, they become willing to lop them off by a cession of lands.... In this way our settlements will gradually circumscribe and approach the Indians, and they will in time either incorporate with us as citizens of the United States, or remove beyond the Mississippi. (Jefferson, 1803).

At the same time, he insidiously instituted federal paternalism toward the Natives of the country:

I take you and your people by the hand and salute you as my Children; I consider all my red children as forming one family with the whites, born in the same land with them, and bound to live like brethren, in peace, friendship, & good neighborhood. (Jefferson, 1809).

This was another way to express the superiority of the Anglo-Saxon and white civilization over the Indians.

Over the years, several doctrines fed the new mentality of superiority, legitimizing the excessive expansionism, ripping off the Natives of their land: the Doctrine of Discovery[i], the Monroe Doctrine[ii] followed by the Manifest Destiny[iii].

Federal agents chosen to tackle the “Indian question” belonging to the committee of Indian Affairs, then the Office of Indian Affairs were mandated to deal with these missions, signing treaties with the Indians to get more land and prevailing forced assimilation policy. These federal agents played an important part during the Removal Era (1830-1850), the removal of all tribes beyond Mississippi to the West of the country and the assimilation era (1880s-1930s).

B. The assimilation era

When a people is conquered and subject to another, it ceases to be a society, except in so far as it retains a spiritual life of its own apart from that of its conquerors. Yet it does not become an integral part of the victorious people's life until it is able to appropriate to itself the spirit of that life. So long as the citizens of the conquered state are merely in the condition of atoms externally fitted into a system to which they do not naturally belong, they cannot be regarded as parts of the society at all. They are slaves: they are instruments of a civilization of which they do not partake. […] The conquering society must be able to extend its own life outward, so as gradually to absorb the conquered one into itself; otherwise the latter cannot be regarded as forming a real part of it at all, but at most as an instrument of its life, like cattle and trees. (Mackenzie, 1890:Introduction).

Until present day, Native Americans have not incorporated the American way of life and hence the American society, at least not totally. There have been attempts of adaptation, most of the time to make sure they would ensure a form of tranquility in the face of the oppressor, it was a way of giving in and above all of surviving.

In 1819, the Civilization Fund Act[iv] was passed, with James Monroe as President. The law provided funding for the education of Native children, with the goal of introducing among them the habits and arts of American civilization. The funds were often given to church organizations that had already been active in trying to convert American Indians to Christianity. The churches used the government funds to establish day schools for Native children that were run by missionaries. These schools were located mostly on reservations and did not have housing for students. Children attended school during the day and returned to their communities at night. Mission day schools were the main educational institutions for Native children in the mid-1800s. The number of boarding schools remained small, however, until the 1870s. It was then that the government stopped funding mission schools and took a more direct role in Native education. It began establishing boarding schools on reservations and then off. Eventually, however, government officials decided that day schools were not well suited to the goal of assimilation because children were allowed to return to their homes at night. These officials determined that complete isolation would be a more effective way to break the children’s bonds with their communities, families, and cultures. They saw boarding schools as the answer.

Native American Boarding Schools first began operating in 1860 when the Indian Office (the previous name of the current Bureau of Indian Affairs) established the first on-reservation boarding school on the Yakima Indian Reservation in Washington State. Shortly after, the first off-reservation boarding school was established in 1879. The Carlisle Indian School located in Carlisle, Pennsylvania was founded by Richard Henry Pratt. Those schools were a preamble heralding the assimilation policy of the federal government towards Native people. In a very famous speech he gave in 1892, R.H. Pratt[v] stated, “A great general has said that the only good Indian is a dead one. In a sense, I agree with the sentiment, but only in this: that all the Indian there is in the race should be dead. Kill the Indian in him, and save the man.”

Brutal and often deadly, the schools stripped children of their language, culture, communities and above all their families. It was thought and expected that the separation made it easier to make the children forget their language and culture. The children were taught Christian beliefs, and forced to adopt American habits and customs. The government believed that Native American traditions got in the way of the assimilation of the children. In 1887, the U.S. Congress passed a law, the Federal Compulsory School Attendance for all Indians[vi], requiring Native children to attend school. After that, the agents pressured parents who were reluctant to cooperate by withholding food or other supplies. If necessary, they sent police to seize children.

Meanwhile, in 1883, Hiram Price was Commissioner of Indian Affairs. He was in charge of how the government treated Native Americans. Price created a set of rules. They became known as the Code of Indian Offences. The code made many traditional Native American religious practices like dance ceremonies against the law. If people broke the law, they might not get food or be sent to prison, or worse get killed. These punitive decisions were taken by federal agents. One of the saddest examples would be the massacre at Wounded Knee on December 29th, in 1890, where the Lakota people continued to dance despite the code. Not only was it seen as a federal offence, but also as a threat by the federal agents; about 300 Native people were killed on that day by the US Army. These civilization regulations were meant to decide how Native Americans ought to be, outlawing anything that had to do with their original culture, stripping them of everything about them that was Native through deculturization, and starting with children sending them to the sadly famous Native boarding schools, that had one goal, processing Indian children into non-Indian children. Native American religion, spirituality and philosophy were no longer acknowledged as something to exist on the American territory. It had to vanish, such as the terminology used at that period with “the myth of the vanishing Indian[vii]”.

The assimilationist period was active in two areas, the anthropological level, and the social behavior. It was meant to eventually merge the Native Americans into the American mainstream of that time. They were supposed to mingle with the American society and civilization and in doing so they would leave their land behind; which would enable the federal government to act on the second area, the territorial aspect. To exert sufficient pressure on that aspect, the government passed laws to ensure that the land of Native people was sold to non-Native people. This started by the mid-century discovery of gold and silver in the West, as well as new federal legislation such as the Indian Appropriations Act of 1851[viii], which forcibly moved Indigenous groups onto Indian reservations decided by the government, then with the Homestead Act of 1862[ix] and the Dawes Act of 1887[x], respectively signed by Presidents Abraham Lincoln and Grover Cleveland, breaking up Indigenous lands further and privatized them for sale to white settlers.  As the century continued, American settlers further encroached on the ever-shrinking territories of Indigenous groups, most of time in bloody genocidal battles. Native American sacred places and land were sold or became public domain. Their souls were sold too, since their beliefs and spirituality were deeply linked to their environment, hence their Native land.

This era was probably one of the worst eras for Native American people as far as the cultural loss was concerned. It led to traumas that were passed on through generations until present day. It left the Native people exhausted, stunned, disenchanted, resigned, deeply touched in their souls. To survive, most of them internalized what the “civilized” men taught them to do.

The assimilation period was a disaster, many children died at boarding schools from diseases and bad treatments. It was also a period of profound social despair for Native American communities, they were the poorest, the sickest, the least educated and qualified…but still they had survived despite all extermination efforts. The Indian question had to be tackled differently.

C. Towards cohabitation

“Cohen believed that Indian reservations held a promise for a better national future-a future that would implement his legal pluralist vision.”, (Mitchell, 2007:74). Felix Cohen, a federal agent of the Department of the Interior from 1933 to 1947, was appointed to draft the core of the Indian legislation during the era of the Indian New Deal. The Civilization Regulation got withdrawn and tribal rights were recognized. He worked with the Commissioner of the Bureau of Indian Affairs, John Collier, to draft the Indian Reorganization Act (IRA) of 1934[xi], an act that was meant to widen tribal sovereignty, for the tribes who would adopt the reorganization proposed in the Act and hence being recognized as federal tribes, that would give them the right to get federal grants and would also open different collaborations on political, legal and economic levels. It was the beginning of new relations between the federal government and the new tribal governments.

This new policy was a radical reversal, in intention if not always in effect, comparing to all the previous U.S. government policies toward American Indians. The IRA of 1934 dramatically changed policy by allowing tribal self-government and consolidating individual land allotments back into tribal hands. Collier set out his vision for what became known as the Indian New Deal to decrease U.S. federal control of Native affairs and instead allowed for Native self-determination and self-governance.

Not all tribes adopted the IRA, nor did all tribal members of those that did adhere to this new paternalistic order of the federal government, which allowed them to be recognized as tribes only if they accepted the proposed organization. The Indians could organize into self-governing communities under Federal supervision only, and with extension of responsibility as Indians show capacity for self-rule. There was also a great deal of mistrust of this new government, which despite its demonstrated political efforts, had no real impact to erase the traumas and betrayals of the past.

This attempt to reconcile the federal government with Indian tribes did not last very long. In the 1950s, the government's budgetary priorities changed. The expensive New Deal policy was strongly criticized. It was a perfect moment for the Eisenhower[xii] administration to announce the Termination policy in 1953, regarding Native Americans. It meant to give them more autonomy by cutting federal grants, and adding relocation programs for them when they would decide to leave their reservation to live in the American cities. It was the last attempt of the federal government to push the Native people into adopting the American mainstream, because this time again, it did not work; it made them even poorer and alienated them. This policy faded by the mid-1960s, and was officially stopped in the 1980s with the Ronald Reagan’s statement on Indian policy on January 24th 1983[xiii], when he explicitly rejected any further Termination policy towards Indian people.

As far as the cultural beliefs and religion were concerned, the American Indian Religious Freedom Act[xiv], or AIRFA, in 1978, was a first big step forward for Native American cultural protection. All Indian cultural and spiritual practices were protected and allowed. The law also recognized that the government had been preventing these practices, admitting that it had also kept Native Americans from their holy sites and objects.

In 1990, Congress passed the Native American Languages Act[xv], to preserve and protect Native American languages and all their cultural aspects, giving grants to the tribal governments that would implement language learning programs.

In 1993, The Religious Freedom Restauration Act[xvi], strengthened the previous AIRFA ordering the government to let Native Americans use their holy sites, and practices, reinforcing the protection of these sites.

It took decades for the U.S. government and all the agents appointed to deal with the Indian issue, to figure out the relevant attitude to have towards Native Americans, to get rid of them, to push them to the West, to ignore them politically, legally, economically. When it came to the cultural aspect, it was about assimilated the survivors in a forced messianic way. Since the end of the XXth century, the states have created Tribal Affairs Offices to implement government-to-government relationships, based on dialogue and consultation, including Native Americans in all the social issues, participating in the country's political, economic and cultural life.

III. Native American religion as a means to survive in the American Society

The Europeans have had an extraordinarily difficult time in understanding the structure, substance, and procedures of the Indian manner of governing their societies. […]. Others have suggested that religious beliefs and cultural patterns have prevented Indians from organizing themselves socially or politically in a fashion familiar and acceptable to European minds. (Deloria & Lytle, 1998:17).

The two decades leading up to the 1980s saw the end of the assimilationist policies of the 1950s for Indians. The counter-cultural movements in the United States with the civil rights movement in the 1960s gave Indian activists the opportunity to make their voices heard, after a century of “silence” due to the contempt with which their demands had been treated up to that point. The opening of the first Indian casinos on Indian lands gave the tribes a de facto new economic, political and cultural status.

A. Economically

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Before the arrival of the settlers, the Indians' economic system was limited to self-sufficiency. They hunted, sowed and harvested what they needed to live, and they would exchange with other tribes surplus goods. They were masters of sustainable environmental engineering, using cutting-edge farming techniques to respect the earth and ensure that every offering returns to it, so that the next generations would have the same access to the richness of the environment. This was due to a strong belief that they had to give back everything they would take, so that Mother Earth would continue to make its riches available. For a long time, external factors to the economic development of Indian tribes were a brake. Physical, territorial, political and legal oppression led to their almost total marginalization, preventing many of them from attaining a decent economic level, until present day. Despite the colossal profits made by casinos, the latest in-depth economic studies do not reveal a sufficiently significant and uniformly positive economic change among Indian tribes. The Indians continue to pay the price for inequalities imposed more than a century ago[xvii].

After several years of litigation, the Indian Gaming Regulatory Act (IGRA)[xviii] of 1988 formalized and legalized casinos on tribal lands. This law gave tribes undeniable economic sovereignty, which did not leave the states indifferent. This new freedom was not without its problems, and many state obstacles were put in place to prevent casinos from opening. It is only since the early 2000s, more than 12 years after the signing of the IGRA, that some tribes have been able to enjoy the full benefits of the law, while paying percentages of their profits to the counties and the state according to their agreements, which vary according to the sales and size of the casinos.

These millions of dollars in circulation are social levers that compensate for the shortcomings of the states and the country in terms of social assistance, but also reduce geographical economic inequalities, given that the casinos are located on Indian lands, themselves isolated from the major economic centers.

Still, the economic consideration of the country's Natives became indispensable. The political and legal changes of the 1960s were at the root of this turning point. At the time, the American tribes had not yet built up sufficiently strong and successful forces to weigh in the country's economic balance. However, the new political and legal measures led them to position themselves economically too, as these three areas were intrinsically linked. Since then, conscious of this era of innovative reforms in their favor, Native Americans have seized the moment to organize and aggregate to form groups and associations with common economic goals and interests.

By legalizing this new economic windfall for the tribes, the U.S. government also granted them a form of economic sovereignty, albeit subject to paternalistic conditions. Certainly, they acquired capital giving them access to greater freedom, while being obliged to contribute to the social needs of the surrounding communities, and thus support non-Indian populations. Since the history of colonization of American lands, the opening of casinos on these same lands has been the most important upheaval with numerous human repercussions. Despite certain pernicious aspects, casinos today are synonymous with hope and change for Indian Nations and tribes:

The effects of tribal gaming on American Indian nations have been profound. Kevin Washburn (2008), Assistant Secretary of Indian Affairs at the US Department of the Interior, has said, “Indian gaming is simply the most successful economic venture ever to occur consistently across a wide range of American Indian reservations”. (Akee, Spilde, Taylor, 2015:185).

B. Politically 

What we did in the 1960s and early 1970s was raise the consciousness of white America that this government has a responsibility to Indian people. That there are treaties; that textbooks in every school in America have a responsibility to tell the truth. An awareness reached across America that if Native American people had to resort to arms at Wounded Knee, there must really be something wrong. And Americans realized that native people are still here, that they have a moral standing, a legal standing. From that, our own people began to sense the pride. (Dennis Banks, March 14th 1996, activist and co-founder of the American Indian Movement (AIM), during his speech “His Aim is True”).

The two great assimilationist periods for Native Americans in the USA, from 1887 to 1934 with the Dawes Act or General Allotment Act, then from the 1950s to the end of the 1960s during the Termination period, forced Indians to leave their reservation lands to acculturate to the American mainstream. These policies were implemented under the guise of altruistic concern on the part of the government to legitimize these acts. This did not dampen the resolve of the main protagonists targeted, to organize themselves into more radical movements and defend their rights on a political scale.

This form of political or at least politicized organization was not a given in the Amerindian way of life. As already mentioned, the Amerindians did not possess a political organization as hierarchical and structured as that of the European colonists. However, after decades of attempted neantization, the country's Natives had to fight back by organizing and aggregating themselves according to a model that was foreign to them, in order to be heard.

Despite the continuity of Indian political organization, the Termination Act was signed in 1953[xix], followed by the Indian Relocation Act of 1956[xx], forcing reservation Indians to move to metropolises such as San Francisco and Los Angeles. This enabled them to concentrate their forces and become a decisive element in the Indian movement of the following decade. The Indian response became more radical, and the term Red Power Movement was coined.

Parallel to the civil rights movement of the 1960s, the radicalization of the Red Power Movement culminated with the creation of activist groups, such as the American Indian Movement (AIM) in 1968. It was also the period when powerful and impactful demonstrations and acts of protest took place such as the 1969 seizure of Alcatraz Island, the 1972 Trail of Broken Treaties with the occupation of the Bureau of Indian Affairs (BIA) in Washington D.C., and the 1973 occupation of Wounded Knee. These events went beyond the scope of Indian pacifist protests. The most famous, the occupation of Alcatraz Island in San Francisco Bay on November 20, 1969, lasted 19 months. It was a highly publicized event at the time, and helped to alert public opinion nationally and internationally. During the occupation, a group of Indian demonstrators revisited land claims, deplorable living conditions on the reservations, the need for tribal independence and the official end to the policy of Termination. On the spot, the hundred or so demonstrators decided to form the pan-Indianist group Indians of all Tribes (IOAT).

Since the occupation of Alcatraz Island - a decisive turning point, if not the turning point, in the Red Power Movement's new dimension - Indian political influence was reversed: from the non-existent phase, it was embodied by the determination of the movement and its leaders. This determination reached all the way to the highest political echelons. The various protest actions reiterated the pressure that had been brought to bear, serving as a reminder of the determination that animated the dissident Indian community at the time.

There is no doubt that the Indian community has had a political influence on the national scene. It began, and continues to exist, because the Indians were willing to follow colonial politics in terms of organization. Their voices were repeatedly heard, especially as they became increasingly vocal and impossible to ignore, particularly in the 1960s and 1970s. Legitimately, American governments were willing to make a few societal, environmental, educational and cultural concessions in those same years. However, there are many obstacles to pan-Indian effectiveness. It is difficult to envisage a harmonious agreement between all the tribes towards convergent demands, both in terms of manner and substance. As mentioned earlier, each tribe has its own beliefs, customs and spirituality. There are certainly some convergences and similarities, but pan-Indianist models, particularly political ones, blend all these specificities to which tribal members are attached.

The current challenge for tribal governments and their leaders is to perpetuate this relatively recent political influence while protecting their tribal values. Today, it is possible to be optimistic for Native Americans about the direction that the governance of the country and the states seems to be taking in terms of consideration. They are present on all the issues of governance that fall to them: sovereignty, territory, environment, culture, health, women's and children's rights. Political agreements are made following genuine consultation, with a deep mutual desire to respect each other's interests, legal decisions are no longer systematically anti-Indian, and economic partnerships are the hallmark of genuine collaboration. The number of Native Americans elected to key positions in the country's governance has increased over the last two decades.

C. Culturally 

“The contributions that Native Americans have made to our Nation’s history and culture are as numerous and varied as the tribes themselves,” he said. “This year gives us the opportunity to recognize the special place that Native Americans hold in our society, to affirm the right of Indian tribes to exist as sovereign entities, and to seek greater mutual understanding and trust”, (Georges H.W. Bush, November 2001, during his speech for the National American Indian Heritage Month proclamation).

During George H.W. Bush[xxi]'s term in office, several laws protecting Indian culture and identity were passed: the National Museum of American Indian Act[xxii] (NMAIA), the Native American Graves Protection and Repatriation Act[xxiii] (NAGPRA) and the Native American Languages Act[xxiv] (NALA). This period accentuated the importance of Native American cultural heritage, and the need to preserve it within American society.

As noted earlier, the Indian cultural sphere has always been a predominant domain of the entire Indian organizational structure. This aspect was one of the fundamental antagonisms from the earliest contacts with Europeans, who had no time to devote to understanding the workings of the original inhabitants of these highly coveted lands. Cultural differences between the two communities provided yet another bone of contention on which to clash. As history would have it, the American hegemony “won the day”, and gradually established and even imposed its own way of operating, including within the Native American communities.

It took several decades for tribal governments to officially follow the American political model, with the passage of the Indian Reorganization Act (IRA) in 1934, described above. The notion of government was new to the country's Indians. No such structure existed in tribal organization. They had not felt the need to create governments. Their modus operandi was based on communal understanding, trust and homogeneity. Each tribe had its own intrinsic individuality rather than structural differences. As a result, they saw no need to formalize an American mode of governance.

Even today, IRA governments are not fully accepted by all tribal members, who see them as a form of state interventionism. This is a reality. They feel that this obligation to organize according to a model that does not belong to them is yet another form of intrusion that does not correspond to their cultural values.

This American influence on Indian culture annoys many tribal members for two main reasons: they reject the culture of a civilization that has plundered their wealth mainly out of greed, but also out of a sense of superiority; they fear losing the authenticity linked to their identity, itself linked to their culture, by adopting American habits.

However, to qualify for tribal recognition and federal subsidies, tribes have to fit the IRA government model. This injunction to organize regarding this model not only had deleterious effects on the evolution of the Indian community. It accelerated all aspects of the community's development. The economic boost provided by the state enabled certain tribes to achieve real development, which in turn enabled the Indians of the United States to gain a place on the political scene, and then to create a legal organization. Although this was done under American influence, many tribes adopted these models, while at the same time enabling them to regain more sovereignty and hence retaining their cultural customs, originality.

Religiously speaking, the Native American Church (NAC), or the practice of Peyotism, officially declared in 1918, is one of the most influential religious practices and spiritual movement among tribes in the United States today, since 63% are Christian[xxv]. It is also one of the most telling examples of Native American adaptation since it is a syncretic combination of Christian and Native American beliefs. It seems that thanks to some kind of covenant between Native Americans and American institutions, on the economic and political levels, which allowed a form of acculturation and, more importantly, peace in these various compromises, Native Americans have gained the ability to exercise a form of sovereignty and continue to practice, preserve and transmit their beliefs, their spirituality, their vision, and hence their religion.

Conclusion

“We’re still here”,  is one of the most widely used motto by Native Americans, as to mock the predictions of  the XXth century, according to which they were meant to completely disappear.

The U.S. government is no longer actively trying to get rid of Native American culture. Instead, it has been working to collaborate actively with the tribes involving them in the political, economic and cultural patterns of the American society.

On the Native American side, it is a (hi)story of adaptation and compromise since the early colonial time, by their own choice, then by force, and today as part of an integration process to live together while preserving and passing on all aspects of their culture.

Economically, they have adapted intelligently and wisely especially thanks to the success of their casinos, since most of their customers are non-Indians, they reuse the concept of greed reaping the rewards.

Politically, they organized themselves following the IRA patterns to be federally recognized to have a chance of collaborating with local, state and federal governments of the country.

Culturally and “religiously” they adopted some Christian aspects, mixing them with Native American spirituality, both in their beliefs and practices.

The threat would be to see Native American spirituality disappear behind more Westernized currents of thought.

Thanks to recent economic powers, from the benefits of the casinos, which have enabled a new political recognition, tribes have more means today to keep their own culture existing. Numerous tribal cultural groups have organized across the country over the past two decades to regain control over the passing on of cultural knowledge, whether in tribal schools, evening classes or weekend workshops. The aim is to continue to pass on tribal beliefs through ancient counts, to pass on tribal language, knowledge of the surrounding flora and fauna, how to cultivate each plant and its health benefits, artistic knowledge, basket-making, jewelry, pottery... These initiatives have created a new dynamic linked to Native American resistance within the tribes, but also among non-Indian citizens, who seem to be increasingly interested in the culture and spirituality of their country's Natives.

Today, legal protection in the United States in terms of Native American individual rights are fairer. It is important to bear in mind that all the traumatic experiences that they have been passed down from generation to generation, continue to impact Indigenous communities until present day. They still have the highest rate of depression or suicide in the country. It is also essential to restore pride in Native heritage to reduce the downward spiral and all the social side effects that are not all resolved for Native new generations, looking up to their cultures, rehabilitating their place in the American society, will help the healing of these two civilizations to continue to live together.

After all, the Native American strongest spiritual belief according to which everything and everyone are connected to each other as a whole, might eventually find a relevant resonance.

 Endnotes

[i] The Doctrine of Discovery gave religious authority, since the expression was used by Popes in the 15th century, at the beginning of European colonial expansion, to invade and subjugate non‐Christian lands, peoples and sovereign nations, to impose Christianity on these populations, and to claim their resources, since Christianity was superior to any religious belief.

[ii]  The Monroe Doctrine was articulated by the President Monroe 1823, to emphasize the interests of the United States and demanding the Europeans not to interfere in U.S. policy.

[iii] The Manifest Destiny, a phrase used in 1845, by John Louis O'Sullivan, an American columnist and editor. The idea was that the United States was destined by God to expand its dominion and spread democracy and capitalism across the entire North American continent. The philosophy drove 19th century U.S. territorial expansion and was used to justify the forced removal of Native Americans from their homes.

[iv] Public Law No. 15–85, 3 Stat. 516b (March. 3, 1819)

[v] Richard Henry Pratt (1840-1924) was a soldier in the American Civil War and later fought in armed conflicts against Native Americans on the Great Plains.

[vi]  26 Stat. 989,25 U.S.C. § 284.

[vii] The Myth of the Vanishing Indian was a national self-fulfilling prophecy pursued by federal government officials and agents throughout the 19th century that aligned with a wider expansionism belief, with the idea that American territorial expansion by white settlers was both inevitable and preordained by God, also believing that Indigenous peoples would eventually disappear.

[viii] Thirty-First Congress. Session II Chapter XIV, February 27th  1851.

[ix] Act of May 20, 1862 (Homestead Act), Public Law 37-64

[x] Act of February 8th 1887, Public Law 49–105

[xi] Act of June 18th 1934, Public Law 73–383

[xii] Dwight D. Eisenhower (1890-1969) was the 34th president of the United States, serving from 1953 to 1961, as a Republican.

[xiii] Ronald Reagan Presidential Library & Museum, Statement on Indian Policy, https://www.reaganlibrary.gov/archives/speech/statement-indian-policy.

[xiv] Public Law No. 95–341, 92 Stat. 469 (Aug. 11, 1978)

[xv] Public Law No. 101–477, 104 Stat. 1152 (Oct. 30, 1990)

[xvi] Public Law No. 103–141, 107 Stat. 1488 (Nov. 16, 1993)

[xvii] Housing Needs On Native American And Alaska Native Tribal Lands, National Low Income Housing Coalition, March 8th 2024, file:///C:/Users/Utilisateur/Downloads/Native-Housing-2024.pdf

[xviii] Public Law No. 100–497, 102 Stat. 2467 (Oct. 17, 1988)

[xix] House concurrent resolution 108

[xx] Public Law No. 84–959, 70 Stat. 986 (Aug. 3, 1956)

[xxi]  George H.W. Bush (1924-2018) was the 41st president of the United States from 1989 to 1993, as a Republican.

[xxii] Public Law No. 101–185, (Nov. 28, 1989)

[xxiii] Public Law No. 101–601, 104 Stat. 3048 (Nov. 16, 1990)

[xxiv] Public Law No. 101–477, 104 Stat. 1152 (Oct. 30, 1990)

[xxv] 2023 PRRI Census of American Religion: County-Level Data on Religious Identity and Diversity, https://www.prri.org/research/census-2023-american-religion.

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 Pour citer cet article :

Fondville, R. (2025). Religions, individuals and Native American communities in the United States.  RITA (18). Mise en ligne le 15 novembre 2025. Disponible sur : http://www.revue-rita.com/articles-n-18/religions-18-varia.html

Évangéliques et catholiques au Guatemala : de l’opposition frontale à une coopération prudente

Résumé 

Les Églises catholique et protestante ont connu, au Guatemala, une histoire complexe, marquée dès le début par l’immixtion du pouvoir politique dans le but de profiter de l’une pour affaiblir l’autre. Leur rôle respectif durant le conflit civil qui ensanglanta le pays durant plus de quarante ans reste un sujet sensible, qui réactive des discours de rejet. Pourtant, le retour à la paix a permis une forme de coopération entre les ennemis d’hier, ces derniers se retrouvant autour de la défense de positions conservatrices en matière de mœurs, à la faveur de la constitution des mouvements conservateurs que l’on retrouve au niveau latinoaméricain et international. Si l’élection d’un président de gauche a récemment pu faire croire qu’évangéliques et catholiques pouvaient également s’accorder sur un programme politique modérément progressiste, il reste encore un certain chemin à accomplir pour que la communauté nationale inclue l’ensemble de ses membres.

Mots-clés : Guatemala, évangéliques, catholiques, religion, politique.

  Evangélicos y católicos en Guatemala: de la oposición rotunda a la cooperación cautelosa

Resumen

Las iglesias católicas y protestantes han conocido en Guatemala una historia marcada, desde sus inicios, por la intromisión del poder político, con el fin de usar a una para minorar la influencia de la otra. Sus respectivos roles durante el conflicto civil, que ensangriento el país por más de cuatro décadas, siguen siendo una temática delicada, que reactiva a menudo discursos de rechazo y de culpa. Non obstante, el regreso a la paz ha permitido en cierta medida una especie de cooperación entre los enemigos de ayer, alrededor de la defensa de posturas conservadoras en temas de moral y comportamiento sexual, aprovechando la constitución de movimientos similares tanto a nivel latinoamericano como internacional. Si la elección de un presidente de izquierda ha podido justificar la idea que evangélicos y católicos podían también acordarse sobre un programa política moderadamente progresista, el camino para lograr una verdadera comunidad nacional inclusive para todos sus miembros parece ser largo todavía.

Palabras claves : Guatemala, evangélicos, católicos, religión, política.

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Thierry Maire

Docteur, Centre Maurice Halbwachs (ENS-EHESS-CNRS-INRAE, UMR 8097)

CEMCA (UMIFRE 16, MEAE-CNRS, URC 3337)

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Évangéliques et catholiques au Guatemala : de l’opposition frontale à une coopération prudente

INTRODUCTION

L'histoire des relations entre protestants et catholiques au Guatemala est, depuis le début, à la fois une histoire politique et une histoire de divisions. La présence de missionnaires protestants, venus des États-Unis, résulte d’une volonté gouvernementale au moment de la révolution libérale menée par le président Rufino Barrios en 1882. L'objectif était très clairement de contrer l'hégémonie catholique dans le pays. En effet, les relations complexes entre les partisans de l'indépendance de la capitainerie du Guatemala au début du XIXe siècle et ceux qui défendaient le maintien dans la couronne espagnole avaient conduit à l'affrontement entre la hiérarchie catholique et les révolutionnaires. En conséquence, les relations entre catholiques et républicains n'étaient pas particulièrement bonnes : la Constitution de 1879 est ainsi nettement anticléricale : les principaux ordres religieux ont été expulsés du pays en 1871 et l'Église a perdu ses biens (Cal, 2012). Comme il y avait très peu de prêtres dans le pays, de nombreuses paroisses sont restées inoccupées pendant un laps de temps assez long, ce qui a joué plus tard un rôle important dans la fondation d'églises protestantes dans l’espace ainsi laissé vacant. Une période de détente s’est ensuite instaurée après le décès en exil de l'archevêque du Guatemala, Mgr Pinol y Acynena, en 1881 et l'accession au trône papal de Léon XIII. Cela a conduit à un accord, devenu Concordat en 1884 (Bendaña, 2001). Le successeur du président Barrios se montra cependant moins ouvert d'esprit. L'ouvrage ouvertement anticatholique de Holbach, « Lettres à Eugénie », devint ainsi une lecture obligatoire dans les écoles. Le conflit qui s’ensuivit conduisit à l'expulsion du nouvel archevêque, qui se réfugia au Costa Rica. Ce ne fut que sous le président suivant, neveu de Rufino Barrios, qu'il put revenir au pays en 1897. L'histoire des relations entre l'Église catholique et les dirigeants du Guatemala fut donc marquée par des moments de tension et de rejet, suivis d'une réconciliation plus ou moins sincère. La nomination du père Louis Durou, d'origine française, comme archevêque en 1928, permit d'apaiser les rapports avec les dirigeants. Mais le manque de prêtres et d'entretien des églises et des bâtiments paroissiaux empêchaient l'Église catholique de remplir ses tâches de tenue des cultes et d’œuvres sociales, éducatives en particulier (Miller, 1976 cité par Gómez Díez, 2009 : 106), ce qui facilita l’implantation progressive de pasteurs protestants. On le constate, les relations historiques ne plaidaient pas en faveur de relations sereines, que ce soit entre l’Église catholique et le gouvernement ou entre catholiques et protestants. Après avoir rappelé quelques éléments de l’histoire du protestantisme au Guatemala, je me propose de retracer tout d’abord les tensions qui présidèrent aux relations entre catholiques et protestants. Celles-ci culminèrent au moment du conflit civil, entre les années cinquante et quatre-vingt-dix. Une fois les Accords de paix signés, en 1996, une période nouvelle s’est ouverte, au cours de laquelle une forme d’apaisement a pu se mettre en place. Cela a notamment permis des coopérations entre les deux communautés, en particulier autour d’un “agenda conservateur”. Cependant des divisions subsistent, entre les deux grands courants du christianisme mais également en leur sein. Si la coexistence s’est donc imposée, le panorama religieux guatémaltèque reste fragmenté. La question du “vote évangélique” illustre, de ce point de vue, les forces et les faiblesses de cet espace que l’on présente trop souvent comme homogène.

La méthode suivie pour l’étude que je propose repose sur plusieurs enquêtes de terrain, réalisées entre 2016 et 2023 dans le cadre d’une thèse de doctorat en sociologie. Elle met ainsi en œuvre des sources primaires et secondaires, mais aussi l’exploitation d’archives diplomatiques françaises jusqu’ici non utilisées, ainsi que des entretiens menés sur place ou à distance. J’ai également utilisé des sources numériques, telles que des publications sur les réseaux sociaux, en partie pour compenser la difficulté d’accéder au terrain lors des confinements liés au COVID, mais aussi pour contourner le manque de confiance qui limite considérablement les échanges avec les Guatémaltèques, à plus forte raison lorsqu’il s’agit d’évoquer des questions religieuses et politiques.

I. Des tensions historiques récurrentes

Les relations entre catholiques et protestants sont marquées, dès leur début, par la volonté politique d’utiliser l’une contre l’autre. Si la présence protestante débute tôt, elle met du temps avant de réellement s’enraciner sur l’ensemble du territoire. Elle est initialement plus présente dans les zones rurales, les villages et les hameaux que dans les quelques villes du pays. Les églises protestantes durent cependant faire face à la fois à des dissensions internes, et à l’hostilité des catholiques. La guerre civile des années cinquante à quatre-vingt conduisit à un renforcement de la division religieuse dont les traces perdurent de nos jours.

A. Un espace religieux divisé

Pour saisir les relations entre catholiques et protestants au Guatemala, il faut avant tout retracer la longue histoire de ces deux courants chrétiens. Ce détour par l’histoire a pour but de souligner que les divisions ne se rencontrèrent pas uniquement entre ces deux rivaux mais au sein même de leur communauté.

L'arrivée lente mais régulière des missionnaires puis des missions institutionnelles permit aux protestants de s'installer progressivement dans les zones rurales tandis que l’Église catholique était en butte aux obstacles liés à ses relations compliquées avec le pouvoir. Le premier à saisir l'occasion de s’installer au Guatemala, sous la présidence de Rufino Barrios, fut John Hill, mais ce fut un échec, sans doute en raison d’un manque de préparation du pasteur et des conditions difficiles de vie à l’époque. Le second, Edward Haymaker, arriva en 1887 et connut plus de succès. Il réussit à établir trois congrégations dans la capitale et une à Huehuetenango (Garrard-Burnett, 2010 ; Cantón Delgado, 1995). Les premières organisations, toutes venues des États-Unis, suivirent. Ainsi en 1888, la Mission d'Amérique centrale (CAM) des pasteurs Scofield et Bishop s’installa dans le pays, suivie en 1901 par l’Église Nazaréenne. En 1902 ce sont les Quakers qui arrivèrent, ou en 1914 l’Église méthodiste ‘primitive’ (Dary, 2011).

Toutes ces Églises de ‘missions’ fondèrent des écoles locales, essayèrent de publier des magazines et de traduire la Bible, souvent dans les langues indigènes du pays. Leurs actions furent autant religieuses qu’éducatives, voire sociales. Souvent parties à la conquête de l’intérieur du pays, elles s’installèrent dans les petites villes des départements ruraux, dans des villages plus ou moins isolés, ou des hameaux. En ce sens, les églises protestantes remplirent un vide que l’Église catholique n’était jamais parvenue à combler.

Ce n'est qu'après le Congrès de Panama en 1916 qu'une nouvelle vague de missionnaires arriva au Guatemala. Selon les sources historiques, les premiers contacts furent assez mauvais et restèrent longtemps conflictuels (Bendaña Perdomo, 2010 ; Cal, 2012). La population n'accueillit pas facilement ces étrangers, qui souvent ne parlaient pas leur langue, d'autant plus que ces missions avaient tendance à s'installer dans des zones rurales où une grande partie de la population ne parlait pas espagnol et où seule la langue indigène était pratiquée. La Bible elle-même n'était pas disponible dans toutes les langues, ce qui rendit l'œuvre d'évangélisation encore plus difficile. Ce n'est qu'en 1929 qu'une traduction de la Bible en kaqchikel fut disponible, à l'initiative de l'Institut linguistique d'été fondé par la CAM (Garrard-Burnett, 2010). Les relations avec les catholiques étaient alors glaciales, et les luttes internes au sein des Églises protestantes compliquaient également les choses, à tel point que dès 1904, ces dernières signèrent un « pacte de réciprocité » pour se partager le territoire guatémaltèque et éviter ainsi une concurrence âpre (Garrard-Burnett, 1998). L'arrivée des premiers missionnaires pentecôtistes joua un rôle dans cette décision, bien que les premières églises pentecôtistes n'aient été officiellement installées que dans les années 1930 sous la direction du pasteur Furman. En 1937, une « Alliance évangélique guatémaltèque » (AEG) fut fondée dans le but de rassembler les acteurs protestants et de les représenter auprès des autorités. C’est aujourd’hui encore la principale organisation représentative évangélique. 

La situation après 1945, et surtout après le coup d'État de 1954, a représenté un changement de paradigme pour l'Église catholique. Le rejet par l'archevêque Rossel des gouvernements socialistes de Juan José Arévalo et de Jacobo Arbenz, qui a trouvé son expression la plus claire dans la “Grande Croisade contre le communisme”, lui valut la gratitude de l'élite militaire et de l'oligarchie conservatrice. De paria, l'Église était parvenue à devenir le garant de l'unité nationale aux yeux des conservateurs. Les négociations sur le nouveau texte constitutionnel permirent à l'Église de renverser complètement tous les obstacles qui s'étaient dressés sur son chemin depuis la révolution libérale de 1871. Elle récupéra ses biens, reçut une indemnisation pour les privations dont elle avait fait l’objet et acquit le droit d'imprimer ce qu'elle voulait.  La liberté religieuse fut inscrite dans la Constitution. Bien que le système éducatif soit resté laïc, la possibilité de fonder des universités privées fut rendue possible, un geste clairement destiné à l'Église qui était la première intéressée par cette possibilité. C'est ainsi que l’Université Rafael Landivar fut fondée par les Jésuites en 1961. L'importance de l'Église dans le processus constitutionnel peut d’ailleurs se mesurer au nombre de textes qu’elle émit entre la chute du régime démocratique de gauche et le vote de la nouvelle Constitution. Ainsi, entre avril et septembre 1955, l'Église catholique envoya plus de 332 mémorandums et 2 000 télégrammes à l’Assemblée constituante, tandis que les Églises protestantes et d'autres organisations n'en produisirent que 70 (Gómez Díez, 2009 : 107). Cet activisme légal fut payant et illustra le retour en grâce de l’Église.

Néanmoins une défiance persista, ce dont témoignent des documents des archives diplomatiques françaises. Ainsi, un peu plus de dix ans plus tard, dans un rapport de l’attaché militaire français daté du 08 juillet 1968, le colonel Cousin souligne que ses interlocuteurs guatémaltèques se méfient de “l’appui moral apporté par la subversion par une partie du clergé” (Boite 256 PO 90/, rapport cité p. 3). Déjà dans un rapport daté du 28 septembre 1967, l’officier français évoquait les “ communistes en soutane ”, citant ses entretiens avec ses homologues guatémaltèques (Boite 256 PO 90/1, rapport cité annexe A1). On ne peut déduire de ces seules occurrences une méfiance généralisée envers les catholiques mais combinés avec le souvenir des relations délicates entre l’Église catholique, ces commentaires laissent entrevoir l’opinion d’une partie de l’élite militaire en la matière. Au Guatemala, l’action de nombreuses communautés religieuses, souvent d’origine européenne ou étasunienne, avait permis une coopération relativement efficace et sereine entre les secteurs de l’oligarchie guatémaltèque, les gouvernements militaires et les acteurs catholiques engagés dans une forme de coopération de développement, comme le montre les programmes de l’Action Catholique en pays Quiché (Le Bot, 1977)[1]. Cependant, le développement de la théologie de la libération, le concile de Vatican II et, à l’échelle latinoaméricaine, la Conférence de Medellin en 1968 et son document final affirmant “l’option préférentielle pour les pauvres”, ne put que renforcer la méfiance. Avec le temps donc, et les évolutions théologiques de l’époque, certains des prêtres et missionnaires s’engagèrent dans une voie plus sociale de leur action religieuse, plus sous l’impact des conditions de vie et de la situation politique qu’ils constataient autour d’eux plus que par idéologie (Hoenes del Pinal, 2010). L’exemple de la fondation du CIAS (Centro de Investigación y Acción Social) en 1973 par des Jésuites de l’université Landivar, illustre les divisions qui parcoururent alors l’Église catholique (Villa Avendano, 2022). Ce groupe de théologiens s’engagea dans une réflexion en lien avec la théologie sociale de l’Eglise, ce qui les conduisit à soutenir au moins intellectuellement les revendications des mouvements politiques de gauche. Mais au-delà de la théologie, ce sont des actions sociales concrètes qui motivèrent ces jeunes catholiques, dont certains avaient été formés en France ou en Belgique. L’article de Villa Avendano montre la diversité de leur travail pastoral, entre communautés de base, groupe de catéchèse, formation de « travailleurs sociaux » etc. On peut signaler que la communauté du CIAS comprenait des membres salvadoriens et nicaraguayen, donnant ainsi à ce centre une aura régionale. On comprend que nombre de hauts gradés maintinrent une certaine prudence dans leur relation avec le monde catholique face à de telles formes d’activisme, déjà mises en place avec l’Action Catholique dès les années cinquante.

Les Églises protestantes, pour leur part, n’offraient pas non plus de front uni : les protestants historiques et les Eglises issues des premiers missionnaires, réceptifs au discours social, avaient soutenu le programme de réformes d'Arévalo et d'Arbenz. Les nouvelles Églises au contraire, soutenues par des institutions beaucoup plus conservatrices telles que les Assemblées de Dieu ou l'Église de l’Évangile Quadrangulaire, y étaient plus hostiles en raison de leur anticommunisme farouche. Il est intéressant de souligner que la ligne de démarcation ne se fit pas à ce moment-là strictement entre catholiques et protestants, mais plutôt entre conservateurs et progressistes. L'arrivée de la Mission d'Amérique latine avec des missionnaires du Costa Rica en 1950 renforça la dimension conservatrice du protestantisme guatémaltèque. À cette époque, il y avait aussi eu plusieurs ruptures internes avec la sécession des branches guatémaltèques de leurs églises-mères nord-américaines. On peut citer les exemples de l'Église nazaréenne indépendante ou de l’Église Principe de Paz, une ramification des Assemblées de Dieu. L'anticommunisme a cependant prévalu chez beaucoup, que ce soit par atavisme pro-américain ou simplement par désir de défendre une liberté religieuse que l'on présentait alors comme menacée par le marxisme, dans le contexte plus général de la guerre froide et des mouvements marxistes en Amérique Centrale et à Cuba.

On peut donc constater que la communauté religieuse n’est pas, tant du côté catholique que protestant, d’une unité homogène. Opposer strictement les deux groupes revient à simplifier les débats internes qui les agitèrent durant les trois premières décennies post-1945. S’il existe bien une ligne de division entre protestants et catholiques, elle tient plus au développement des groupes évangéliques, lesquels virent leur présence augmenter à partir des année soixante, sous l’influence des mouvements du même nom aux Etats-Unis (Kruse, 2015).

B. La guerre civile : les usages politiques du religieux

Les Églises qui vinrent s’établir au Guatemala durant les années d’après-guerre, des années cinquante aux années soixante-dix, en grande partie financées et dirigées par des missionnaires états-uniens, se situèrent donc nettement dans une lecture conservatrice et anticommuniste importé des États-Unis mais qui résonnait avec les craintes des élites économiques du pays. Ces nouvelles venues, désignées comme « néopentecôtistes » ou « protestants charismatiques » modifièrent durablement le panorama religieux. Leur hostilité envers l’Église catholique, leur prosélytisme agressif, ou vécu comme tel par celle-ci, contribua à une méfiance renouvelée entre catholiques et protestants. À cela s’est ajouté la guerre civile, durant laquelle les militaires eurent tendance à considérer que les catholiques étaient enclins à soutenir les guérillas marxistes comme il a été indiqué plus haut. Inversement une partie de l’Église catholique perçut certaines Églises évangéliques comme des collaborateurs des militaires et de leurs exactions. L’opposition religieuse se doubla d’une dimension politique. Il est encore délicat aujourd’hui d’aborder sereinement ces questions, tant les opinions sont tranchées. Certains auteurs relèvent ainsi que le travail de mémoire historique a été essentiellement mené sous l’égide de l’Église catholique, éliminant les voix évangéliques du débat (Salamanca Villamizar, 2015). Il est vrai que les Églises protestantes, particulièrement celles inscrites dans l’espace évangélique, n’ont pas participé à ce travail, et n’en endosse toujours pas les conclusions ou s’en tiennent à distance. C’est particulièrement le cas de celles qui ont directement bénéficié des actions militaires et les ont accompagnées : El Verbo, El Shaddai, mais aussi l’Église nazaréenne guatémaltèque, ou El Calvario. Leur présence dans la zone militaire du triangle Ixil ou au sein des mal nommées « Aldeas Modelo » (villages ‘modèle’), témoigne de leur engagement aux côtés des forces armées dans la reconfiguration des hommes et des femmes, principalement indigènes, en citoyens acceptables selon des termes définis par les militaires : protestants, entrepreneurs et nationalistes (Garrard-Burnett, 2010 ; Copeland, 2019)[2]. De même, les organisations d'extrême droite actives dans les années 1960 ou les groupes paramilitaires des années 1980 ont souvent ciblé des groupes catholiques ayant un activisme social, tuant des prêtres et des religieuses, ou les menaçant verbalement ou physiquement. Cette “mémoire clivée” (Goirand, 2020, [en ligne]) empêche une réelle réconciliation nationale, ce qui a des conséquences non seulement sur les relations inter-religieuses mais également en matière politique.

La croissance très forte des mouvements néopentecôtistes au cours de ces années de conflit entraîna de profonds changements dans le paysage religieux du Guatemala. Cela ne put qu’inquiéter l’Église catholique qui vit son hégémonie contestée. L’opposition se manifesta également sur le plan théologique. D’un côté la forte croissance des évangéliques a souvent été attribuée à l'attrait de la théologie de la prospérité (Plaideau, 2008) et à un alignement du système de croyance sur l’individu, dans une forme compatible avec le néolibéralisme en vigueur (Garcia-Ruiz et Michel, 2012). De l’autre, l'Église catholique était en bonne part engagée dans une théologie plus sociale, dont la théologie de la libération constituait le point le plus extrême. Cette division théologique reproduisait l’opposition historique entre les deux grands courants du christianisme que j’ai évoqué au début de ce texte. Il serait cependant exagéré de réduire le succès évangélique à une théologie aux connotations économico-politiques compatibles avec les intérêts d’une oligarchie pro-capitaliste. D’autres facteurs ont joué un rôle, que ce soit les mouvements de population liés au conflit, le désastre majeur du tremblement de terre de 1976, l’émigration massive, l’action sociale marquée des Églises évangéliques, sans oublier les conversions forcées. Il convient donc de nuancer le poids souvent trop important que l’on accorde en général à cette théologie de la prospérité dont la place actuelle a diminué.

Tout d’abord, l'espace évangélique n'est pas homogène. Toutes les Églises qui s’y situent ne se reconnaissent pas dans cette théologie qui paraît, aux yeux de beaucoup, plus une apologie du capitalisme qu’une lecture attentive de la Bible ne le permet. Les Églises d’origine pentecôtistes sont très réticentes à accepter cette interprétation discutée de la Bible. Ensuite, les méthodes d'évangélisation et certaines pratiques cultuelles des nouveaux pentecôtistes ont été adoptées par les autres Églises, y compris au sein du catholicisme, comme le montre sa branche charismatique. Une forme de (néo)pentecôtisation s’est opérée, rapprochant, sinon les positions dogmatiques, du moins certaines pratiques rituelles (Thorsen, 2016 ; Bastian, 2008 ; 2017). Au sein des mondes protestant et évangélique, les forces séparatrices et unificatrices coexistent donc, et les raisons du succès évangélique sont multiples : place accordée aux femmes, groupes variés permettant à différentes catégories d’agir au sein de l’église, liturgie ciblée, et bien sûr l’usage des moyens de communication et même, rôle de la musique. Pour finir, on peut estimer que les divergences se sont quelque peu estompées, même si elles persistent sotto voce, entre ces deux courants religieux.

Le monde catholique connaît plus ou moins les mêmes débats et les mêmes divisions, bien qu’elles soient peut-être moins visibles de l’extérieur. L’espace catholique guatémaltèque se caractérise par la persistance d’une voie sociale, historiquement ancrée dans la théologie et les pratiques religieuses. Mais une reprise en main conservatrice a également eu lieu, en particulier à partir de la deuxième partie du pontificat de Jean-Paul II et plus encore sous celui de Benoît XVI. Bien qu’il n’y ait pas d’étude spécifique à ce sujet à propos du Guatemala, en-dehors de l’enquête de Thorsten sur le mouvement charismatique catholique (2016), on peut aisément rapprocher la situation de celle d’autres pays latinoaméricains, tels le Pérou (Casey-Pariseault, 2022) ou le Mexique (De la Torre, 2020). Le livre coordonné par le sociologue mexicain Roberto Blancarte et qui réunit des contributions couvrant plusieurs pays du continent montre la réarticulation des mouvements conservateurs et fondamentalistes autour de la contestation de la laïcité « à la française » et de la lutte contre la « théorie du genre » et le féminisme (Blancarte, 2019). Le chapitre de Felipe Gaytan est ici particulièrement utile pour comprendre ce tournant conservateur qui articule fondamentalisme religieux et populisme (Gaytan, 2019). Ce sont ces courants traditionnels qui favorisent un dialogue avec leurs pairs évangéliques.

II. Vers un apaisement stratégique

La situation qui prévaut actuellement est le résultat de la reconfiguration du paysage religieux au cours des deux décennies précédentes. Elle peut être caractérisée par deux éléments principaux. D’une part, les évangéliques font numériquement jeu égal avec l’Église catholique. Les effets de cette égalité sont encore confus, mais la place croissante prise par des acteurs évangéliques dans l’espace public guatémaltèque n’est que le reflet du niveau arithmétique atteint par ces Églises. La dynamique des relations entre l’Église catholique et ces acteurs évangéliques s’en est trouvée affectée.  D’autre part, la mise en place progressive d’une sorte d’ « agenda conservateur » a joué un rôle non négligeable dans le rapprochement entre ces deux courants qui dominent l’espace religieux au Guatemala. Les résultats de l’élection présidentielle de 2023 montrent, avec l’élection de Bernardo Arévalo, premier président de gauche depuis soixante-dix ans, et en dépit de l’opposition de nombre de pasteurs évangéliques connus, que l’idée d’un vote évangélique uniforme ne correspond pas nécessairement à la réalité.

A. La constitution d’un agenda commun

L’un des facteurs qui a sans doute contribué à ce rapprochement tient aux mouvements conservateurs qui ont pris de l’ampleur à partir du début des années deux mille, et plus encore dans la décennie 2010, au Guatemala, mais plus largement en Amérique Latine. C’est cette union tactique autour de luttes conservatrices, principalement en matière de morale sexuelle et sur les droits des femmes et des personnes LGBTI qui a permis un rapprochement entre évangéliques et catholiques.

Qu’il s’agisse des méga-églises qui dominent le monde évangélique, basées principalement dans la capitale mais aussi dans certaines grandes villes des départements, ou des congrégations qui sont établies sur un territoire plus pauvre, les évangéliques présentent en général le visage d’un conservatisme aligné politiquement à droite. Si la théologie de la prospérité n'est pas présente partout, elle façonne encore les discours des pasteurs dans nombre d’églises ou de congrégations, à commencer par les plus grandes, qui comptent plusieurs centaines à plusieurs milliers de membres. Certaines s'inscrivent plus clairement dans la ligne du mouvement pour une Nouvelle Réforme Apostolique (NAR), qui met l'accent sur l'engagement politique et le rôle de l'apôtre-pasteur et qui est issu directement, à nouveau, des États-Unis. Tel est le cas de Cash Luna et de son église Casa de Dios, ou encore d’El Shaddai et de son pasteur fondateur, Harold Caballeros. On repère souvent ces Églises à l’usage qu’elles font du titre d’apôtre, dont s’affublent leurs dirigeants. Ce conservatisme dominant et l'expansion des pratiques religieuses tant dans le monde protestant que dans le catholicisme, par le biais du mouvement charismatique, ont permis de rapprocher les points de vue. Cela d’autant plus que la société guatémaltèque est elle-même largement conservatrice comme le montrent les enquêtes du World Value Survey (WVS, 2022). Deux éléments ont, dans le cas du Guatemala, joué un rôle dans ce processus de rapprochement entre ennemis d’hier.

Premièrement, les évangéliques ne se contentent plus de l'appel de Dieu pour justifier l'accès au ministère pastoral. Si cet aspect reste fondamental, il s'accompagne – éventuellement en amont ou en aval – d’une formation. C'est pourquoi l'éventail des séminaires protestants s’est développé très fortement, dont les instructeurs ne sont pas tous évangéliques. Cela permet également d'aplanir quelque peu les différences théologiques, même si des points importants de la doctrine divergent encore. Ainsi une enquête que j’ai pu mener dans trois séminaires guatémaltèques de la capitale[3], et auprès de trois groupes de formation de pasteurs situés en-dehors de la capitale, m’a permis de relever des différences liées aux auteurs qui sont cités au cours des formations. Dans les séminaires conservateurs, on trouve un certain nombre de théologiens étasuniens, mais aussi des auteurs européens qui se rattachent au courant dit néo-calviniste, tels que Kuiper ou Dooyeweerd. Les idées ainsi étudiées, parfois mal maîtrisées, car présentées de manière succincte et sous une forme de « prêt-à-penser », contribuent à diffuser une théologie profondément conservatrice et qui appelle à l’engagement politique. Elles font pendant aux approches conservatrices qui ont cours dans le monde catholique. Au-delà des différences théologiques affirmer par les séminaires, lesquels se trouvent en situation de concurrence quasi-commerciale pour attirer des étudiants-clients, une des personnes que j’ai pu interroger m’a expliqué, sous condition d’anonymat, que le manque de formateurs locaux conduisait certains séminaires ancrés dans une tradition donnée à employer des intervenants issus d’un autre courant. On trouve ainsi des professeurs luthériens dans un séminaire baptiste et des pentecôtistes qui font cours dans des écoles dépendant d’églises néopentecôtistes. Les frontières se trouvent ainsi plus que poreuses et l’ensemble aboutit à une forme d’homogénéisation apparente des contenus de formation. Cela n’empêche pas le pasteur de prêcher comme bon lui semble, l’autonomie pastorale étant complète, sauf sans les grandes congrégations qui tentent de garder un œil sur leurs pasteurs. Au cours d’un autre entretien, un haut responsable d’une des Églises conservatrices m’a ainsi exposé qu’il travaillait dans deux séminaires aux orientations opposées, me demandant de rester discret sur cette double casquette. Un collègue universitaire, “protestant historique” pour reprendre son auto-description, donne cours dans un doctorat d’un département de théologie d’une université évangélique, se lamente dans le même temps du faible niveau des étudiants et de l’inconsistance des contenus qu’on lui sollicite. Il relève de plus les réticences, pour ne pas dire le refus, de certains étudiants, d’accorder la moindre validité aux arguments qu’il présente sur tel ou tel sujet d’étude, au motif qu’ils sont en contradiction avec leurs croyances religieuses. On le voit, le paysage éducatif religieux prête à confusion. Néanmoins, une meilleure formation permet à de nombreux pasteurs évangéliques, et en particulier les plus jeunes, disposant souvent d’un meilleur niveau scolaire, d’être plus à l’aise dans leurs échanges avec des acteurs catholiques, lesquels ont en général bénéficié d’une longue et solide éducation. La concordance des idées conservatrices facilite également le rapprochement des vues. Relevons au passage que le conservatisme s'accommode fort bien du littéralisme qui caractérise la lecture de la Bible chez les Évangéliques : le conservatisme littéraire appuie le conservatisme social.

Deuxièmement, certains des acteurs clés du protestantisme guatémaltèque ont manifesté un vif intérêt pour les questions sociales, contribuant ainsi à l'établissement d'un « agenda évangélique », particulièrement depuis 2016[4]. L'accent est mis sur les questions d'identité sexuelle, de genre, d'avortement et les thématiques LGBT. Sur tous ces sujets, les groupes d'intérêt évangéliques qui font entendre leur voix rejoignent peu ou prou l'Église catholique. Reconstituer le parcours d'un projet de loi, l'initiative dite 5272, m'a permis d'identifier les acteurs de cette proposition controversée[5]. À l'aide d'outils d'analyse développés en France par Bruno Latour, entre autres, comme l'analyse des controverses, j'ai pu montrer que l'association qui chapeautait les différentes associations qui militaient pour cette loi, AFI (Association la Famille est importante) était étroitement liée à des groupes tant évangéliques que catholiques. Contrairement au Mexique, où ce sont des acteurs catholiques qui ont lancé le mouvement « La famille est importante », au Guatemala, ce sont davantage des acteurs évangéliques qui sont à l'œuvre. Mais sans le soutien de leurs coreligionnaires catholiques, les manifestations qui ont été régulièrement organisées entre 2018 et 2020 n'auraient pas connu un tel succès. De même, la puissance des médias évangéliques a facilité la diffusion de campagnes en faveur de cette loi, mais les médias catholiques ont également pris leur part dans cette affaire, bien qu’ils soient moins écoutés ou vus que leurs pairs évangéliques. Comme il a été noté dans d’autres pays, latinoaméricains (Peña Defago & alli, 2018) ou européens (Kuhar & Paternotte, 2018), des religions éloignées sur plusieurs plans peuvent mettre de côté leurs divergences pour coopérer en faveur d’un objectif commun. On peut parler, depuis les années 2010 en particulier, de la constitution d’une sorte d’internationale conservatrice (NODAL, 2019 ; Pastorini, 2023). Ces mouvements, pour divers qu’ils puissent être, sont souvent liés à des églises évangéliques et/ou catholiques (López Pacheco, 2021). Ce qui permet à des religions aux postures opposées de travailler ensemble tient aux thèmes communs auxquels ils s’opposent. Ce que Kováts et Põim (2015) nomment la « colle symbolique » et que Paternotte et Kuhar résument par les ‘3 N’ : « nature, nation, normalité » (Kuhar & Paternotte, 2018 : 319), dont la politiste étatsunienne Claire Rasmussen montre les liens discursifs et stratégiques complexes (Rasmussen, 2023). On trouve ici une dimension qui touche à une forme de “nationalisme chrétien” selon lequel la Nation doit être pure pour garantir un bon développement. Cette pureté sociale conduit la plupart du temps à définir le corps social comme homogène. Dès lors, une seule religion semble devoir s’imposer, de même qu’une seule perception ethnique (Fath, 2023). Il existe une dimension internationale de ces mouvements conservateurs nationalistes religieux, en particulier par une stratégie de pénétration des organisations internationales régionales, telles que l’OEA (Orego, 2024). Ces actions permettent à ces acteurs évangéliques à la fois de tenter d’influencer la conduite des programmes financés par ces organismes, et de se construire une légitimité. Au Guatemala, AFI met ainsi fréquemment en avant les liens qu’elle a établi avec des personnes ou ONGs participant à ces forums. Ils peuvent également jouer un rôle dans les nominations faites par les gouvernements nationaux au moment de choisir leur représentant au sein de ces organismes. Ainsi AFI s’est publiquement félicité de la réélection en juin 2023 du commissaire guatémaltèque Stuardo Ralón comme membre de la CIDH, le présentant comme un candidat ‘pro-vida’[6].

Schéma n°1 : réseau des organisations soutenant AFI

 Schma

Source : élaboration personnelle

Le schéma ci-dessus fait apparaître le réseau des acteurs qui se trouvent autour de l’association guatémaltèque “Association la Famille est Importante”, qui sert de parapluie aux divers acteurs en faveur de la proposition de loi 5272. Comme on peut le constater, AFI se trouve au centre d’une constellation dont certaines parties sont guatémaltèques (en vert) latinoaméricaines (en violet) ou étasuniennes (en bleu). Ces coopérations se font donc à différents niveaux, national, régional et international. Se constituent ainsi de véritables “réseaux religieux transnationaux” (Colonomos, 1994 ; Haynes, 2012 ; Hurd, 2015). On y échange aussi bien des ressources symboliques que des fonds, des slogans et des formations. Tout cela est facilité par l’existence d’échanges entre les églises, évangéliques ou catholiques, depuis fort longtemps et sur des actions variées, de l’aide humanitaire à la musique en passant par le rôle des migrations dans ces mouvements (Capone et Salzbrunn, 2018). Au Guatemala, AFI et une des organisations-clés dans le fonctionnement de cette constellation de groupes de taille diverse, MENAP (Mouvement évangélique national d’action pastorale), représentent ainsi les ponts entre les acteurs évangéliques guatémaltèques et des organisations régionales, tel que le Congrès Interaméricain pour la Vie et la Famille, ou l’Alliance Defending Freedom. Ces deux dernières sont dominées par des groupes évangéliques. Mais AFI fait venir au Guatemala des conférenciers du Population Research Institute, fondé par un moine bénédiction et prêtre étatsunien, Paul Marx, en 1989. L’un de leurs intervenants favoris n’est autre que l’icône de la droite ultra-conservatrice argentine, Agustin Laje, qui est catholique. De ce point de vue donc, l’existence de AFI et les activités menées en faveur du projet de loi 5272 montre que les dissensions entre catholiques et évangéliques peuvent être surmontées par le biais d’un conservatisme commun, même si dans le cas guatémaltèque, l’initiative politique et la dimension internationale est nettement prise en charge par les acteurs évangéliques. En revanche, sur le plan national, le rôle de mobilisation des fidèles est mieux réparti. Les paroisses catholiques ont conservé un pouvoir de convocation des fidèles plus fort que bien des églises évangéliques. Dans ces dernières, les fidèles sont par ailleurs parfois réticents à aller manifester en public, à la fois par crainte de débordements que par une sorte de réflexe de respect de l’ordre public pour lequel la présence dans la rue ou sur une place convoque des représentations négatives.

B. De la difficulté de « faire communauté »

Il serait cependant pécher par optimisme que de postuler une sorte de grande réconciliation conservatrice entre catholiques et évangéliques. Tout d’abord parce que trois éléments font que le monde évangélique actuel est loin d’être uniforme.

D’une part en effet, l’espace évangélique guatémaltèque est relativement fragmenté. La multiplication des associations et autres groupements prétendant à la représentation des évangéliques au Guatemala témoigne de cet éclatement. Ainsi aux côtés de l’Association Evangélique du Guatemala (AEG), fondée dans dès 1937, on trouve aujourd’hui au moins cinq autres acteurs qui tous prétendent à exprimer la voix d’une partie de l’espace évangélique. Tel est le cas de MENAP (Mouvement Evangélique National d’Action Pastorale), créé en 2011 en réaction à la perception de la TVA appliquée aux activités commerciales des Églises évangéliques. La pandémie de COVID a également été l’occasion de voir apparaître un nouveau groupement, le COEGUA (Comité Évangélique du Guatemala), formé de pasteurs mécontents de ne pas pouvoir rouvrir les lieux de culte plus rapidement, et très orientés à droite. On ne peut que constater que ces diverses associations résultent plus de la défense des intérêts des pasteurs ou de certaines catégories d’églises plutôt que ‘des évangéliques’ en général. D’une certaine manière, ces groupes ressemblent beaucoup aux partis politiques guatémaltèques, qui semblent plus destinés à satisfaire les égos de leurs dirigeants qu’à servir de plateforme programmatique (Parthenay, 2020, p. 77, 85, 117).

Cette fragmentation visible des courants évangéliques dominants occulte une variété plus grande sur le plan théologique qu’il n’est habituellement conçu. Il existe ainsi une théologie sociale évangélique, formée dans les années 1950 et plus encore au cours des deux décennies suivantes, que l'on peut résumer sous le nom de « Mission intégrale ». Cette approche, fondée par un groupe de théologiens et de pasteurs évangéliques latino-américains tels que le Péruvien Samuel Escobar, l'Équatorien René Padilla ou le Salvadorien Emilio Núñez, s'enracine dans le désir de réconcilier la théologie évangélique de la mission et la réalité sociale à laquelle ces pasteurs furent confrontés en Amérique latine dans les années cinquante et soixante (Kirkpatrick, 2016, 2019). Bien que ces penseurs aient voulu s’en maintenir à distance, la proximité intellectuelle avec la théologie de la libération est réelle, quoique privée de sa dimension politique. Il y a donc aussi des « évangéliques de gauche » (Maire, 2024), qui sont ouverts au dialogue interreligieux, que ce soit avec le catholicisme ou les cultes traditionnels. Leur très faible nombre au Guatemala ne leur permet pas de peser sur le débat public, mais ils disposent d’un séminaire, le plus petit, et tentent de faire entendre leur voix sur les réseaux sociaux. De même il existe une réflexion théologique qui tente de concilier évangélisme et concepts indigènes, voie largement ignorée mais qui, au Guatemala, recueille l’attention d’une partie des populations indigènes.

Au demeurant, il convient peut-être de se méfier d’une tendance à se focaliser sur le discours des pasteurs, surtout ceux qui jouissent d’un accès aux médias, en oubliant que chaque fidèle est libre de ses opinions. Le “tourisme religieux”, qui consiste pour des fidèles à picorer d’une église à l’autre au gré de ses envies, de ses besoins ou de ses réactions, souligne l’absence de contrôle réel des pasteurs sur leurs congrégations. La forte concurrence entre des églises qui se disputent les croyants est la preuve autant de la vitalité du mouvement évangélique que des limites que sa croissance peut avoir atteint. On en trouve une preuve dans le troisième élément qui illustre la puissance limitée des ‘évangéliques’ : le choix électoral. Cela renvoie à la question d’un ‘vote évangélique’. De ce point, les résultats de l’élection présidentielle de 2023 conduisent à l’idée que évangéliques et catholiques ont été capables d’opter pour un même candidat, de gauche modérée, Bernardo Arévalo et sa colistière Karine Herrera. Bien que cela soit déjà un peu surprenant pour les électeurs catholiques, la gauche n’ayant pas aussi bonne presse auprès de cet électorat qu’on ne le pense, ce l’est encore plus dans le cas des électeurs évangéliques. D’une part, parce que, comme il a été rappelé, la relation historique entre idées progressistes et évangéliques montre une distance certaine. Ce n’est pas la dimension sociale qui fait obstacle en elle-même, les églises protestantes et évangéliques ayant très souvent œuvré en la matière. C’est plutôt la dimension étatique de l’action sociale, perçue comme un pouvoir excessif accordé à l’État, qui manifeste une forme de rejet libéral de l’intervention gouvernementale, à tout le moins de prudence envers le rôle accordé à l’État. L’influence des courants conservateurs étasuniens n’est pas étrangère à cette attitude. Mais l’existence au cours de nombreuses décennies, de gouvernements militaires et/ou autoritaires ne plaide pas non plus auprès des électeurs pour une confiance démesurée envers l’État, pas plus que la délégitimation du corps politique, miné par les affaires de corruption.

 D’autre part, de nombreux pasteurs de premier plan se sont, lors de la campagne de 2023, et surtout au moment de l’entre-deux tours, prononcés contre le candidat de gauche de manière nette, voire agressive. Certains ont ainsi prédit un avenir sombre pour le pays, allant de l'interdiction de la liberté religieuse à l'apocalypse si ce candidat était élu. Ces discours, ainsi que ceux de leurs alliés politiquement conservateurs au niveau local, s’appuyaient sur des thèmes typiques de l'époque de la guerre civile. L'anticommunisme le plus élémentaire est réapparu. Et pourtant, le candidat et sa vice-présidente ont été élus avec une assez large majorité. L’étude de la cartographie électorale fait apparaître que le vote en faveur de Bernardo Arévalo et de sa colistière a été élevé aussi bien dans des zones catholiques que dans d’autres à dominante évangélique. Ainsi les zones à très forte concentration évangélique, autour de la capitale par exemple, ont largement voté en faveur du binôme de gauche, alors même que plusieurs pasteurs forts connus, à la tête des mégachurches de la capitale, avaient mené campagne contre eux. La remarque vaut pour plusieurs municipalités de la zone pacifique, ou de la frontière salvadorienne Le ‘vote évangélique’ n’aura pas fonctionné à plein, ce qui montre bien que les électeurs et électrices conservent une autonomie plus grande que les médias et les acteurs politiques semblent penser. Il y a à cela plusieurs facteurs.  La lente élévation du niveau éducatif et l’arrivée à l’âge du vote de générations plus jeunes a, par exemple, pu rapprocher des positions auparavant plus tranchées en matière électorale et a sans doute favorisé un vote mieux éclairé ou plus ouvert à des thématiques progressistes. La très forte personnalisation des partis habituels, UNE au centre-droit, Valor - le parti donc la candidate présidentielle n’était autre que la fille du général Rios Montt- et Vamos à droite, et l’absence de réelles propositions de ces acteurs a sûrement joué en faveur de Semilla, le parti de Bernardo Arévalo, dont la plateforme programmatique était sans conteste la plus réfléchie et la plus fournie.

Face aux manœuvres diverses qui ont tenté d’empêcher, avant puis après l’élection d’août 2023, l’arrivée au pouvoir du candidat de gauche, en invoquant toutes sortes de raisons visant à invalider le scrutin, les organisations évangéliques se sont souvent contentées d’en appeler au « respect de l’ordre démocratique », sans qu’il soit bien clair ce qu’était cet ordre. À l’inverse, l'Église catholique s’est montrée nettement plus claire dans le soutien au nouveau président élu. Au niveau du discours politique, et si l'on ne tient compte que des acteurs évangéliques qui se sont exprimés (une majorité est d'ailleurs restée silencieuse), on aurait pu avoir le sentiment de revivre une division politique sur une base religieuse. C'est ce qu'ont également montré les grandes manifestations d'octobre 2023, qui ont défendu le résultat des élections contre les tentatives de remise en question de ses effets. Sous l'impulsion d'organisations indigènes, souvent soutenues par des responsables catholiques, trois semaines de troubles ont secoué le pays. Lors des manifestations avec les syndicats et les agriculteurs, les citoyens ordinaires ou les acteurs sociaux, un évêque était plus susceptible d'être vu sur les carrefours occupés que des pasteurs, à l'exception des ceux qui défendent les communautés autochtones, minoritaires. La réactivation d’une rhétorique typique du conflit civil a montré que les vieux réflexes n’étaient pas encore oubliés, en particulier les slogans anticommunistes brandis à l’encontre du président élu et des députés de son parti. Pour beaucoup de conservateurs, catholiques comme évangéliques, le soutien le plus net au président élu vient des indigènes, ce qui remet à l’ordre du jour la division ethnique et non seulement religieuse du pays. Cette réactivation d’une lecture politique sur fond de division religieuse montre que les schèmes du passé ne sont pas complètement dépassés.

CONCLUSION

On peut donc difficilement conclure que l'inimitié religieuse héréditaire se trouve désormais remplacée par un esprit de coopération œcuménique harmonieuse.  L’opposition initiale entre évangéliques et catholiques serait-elle n’apparaît pas totalement obsolète. Il semble tout d’abord évident qu’elle ne peut occulter les nombreux autres facteurs d’une partition sociale dont les fondements se trouvent ailleurs que dans la dimension religieuse. Les divisions internes au sein du monde protestant et/ou évangélique sont nombreuses et fortes. L'alliance pragmatique entre catholiques et évangéliques sur les questions conservatrices impliquant la morale sexuelle est réelle, mais elle ne s'applique pas automatiquement à toutes les autres questions qui motivent les électeurs lorsqu'ils prennent une décision démocratique. La question de la mémoire reste une plaie vive qu’un rien suffit à réactiver, nourrissant une défiance ancienne qui empêche les deux grands courants religieux d’unir leurs forces de manière concrète sur de nombreux sujets. Le conservatisme relatif d’une partie d’entre eux ne fournit pas non plus le terreau de réflexions qui seraient à même de nourrir un discours politique réconciliateur propre à se focaliser sur les vrais enjeux du pays : inégalités fortes, développement insuffisant, défis de santé et d’éducation.

Sur un plan intellectuel, il est important de remarquer que la source d’une pensée renouvelée face aux enjeux du Guatemala contemporain se trouve plutôt sur le flanc gauche, lequel se trouve plus représenté du côté catholique que de celui évangélique. Que ce soit à propos d’égalité hommes-femmes, d’écologie ou de droits des groupes minoritaires, les grandes Églises évangéliques font preuve d’un traditionalisme flagrant. L’Église catholique, autrefois en pointe, a été mise au pas, et ses éléments les plus novateurs ne contrebalancent plus aussi facilement ceux en faveur d’une posture plus conservatrice comme le relevait déjà la théologienne féministe Geraldina Céspedes dans une interview (Quintela, 2019). Par ailleurs, toute évolution sociale du pays ne saurait avoir lieu sans tenir compte des populations indigènes et de leurs représentants. Là aussi, l’Église catholique se montre plus ouverte que bien des pasteurs, lesquels diabolisent encore souvent les pratiques traditionnelles, ce qui rend le dialogue entre ces communautés fort compliqué. En matière interreligieuse donc, les échanges restent modestes. Il existe par exemple un « Conseil œcuménique des Églises », mais aucune des grandes Églises évangéliques ni aucune des organisations les plus importantes de ce courant n'en font partie. Il est peu présent dans les médias et n'exerce pas d'influence sur les débats publics. Le discours conservateur hégémonique est incontestablement une des sources du manque d’inclusion de la société guatémaltèque.

Le Guatemala se trouve enfin encore aux prises tant avec l’héritage colonial qu’avec celui de la guerre civile, et les Églises catholique et évangéliques n’ont pas réellement ouvert ce chapitre de leur relation, la première exerçant une sorte de magistère morale sur la question, tandis que les secondes au mieux ignorent la question, au pire soutiennent les actions menées par les forces armées lors de cette période. On peut donc considérer que la construction d’une communauté réellement nationale est encore un objectif à atteindre au Guatemala. Dans la mesure où les Eglises, quelles qu’elles soient, exercent une influence notable sur la population, et sont une des rares institutions à jouir d’un taux élevé de confiance et de légitimité, leur participation active dans la vie démocratique est importante. Leurs difficultés à reconnaître la diversité et à adopter des postures conciliantes entravent donc cette dernière. Leur influence sur le système éducatif, primaire, secondaire et universitaire, laisse peu de place à une sécularisation à venir qui favoriserait la prise en compte de la diversité de la population. Il se pourrait que les changements viennent de la forte diaspora guatémaltèque, car les contacts avec d’autres sociétés pourraient modifier les comportements. La montée des mouvements religieux conservateurs en Amérique Latine comme aux Etats-Unis ne prêtent pas cependant à un excès d’optimisme en la matière. Au terme de cette étude, on ne peut que constater une amélioration des relations entre évangéliques et catholiques, mais principalement entre les éléments conservateurs. Il n’est pas sûr que la démocratie en sorte renforcée, si l’on définit celle-ci comme nécessairement inclusive.

Notes de fin

[1] On peut relever à cet égard la béatification par le Vatican de plusieurs ‘martyrs de la foi’ guatémaltèques, dont beaucoup étaient membres ou liés à l’Action Catholique. Le Pape François déclara ainsi martyrs un groupe de dix prêtres et laïcs en 2020 et célébra leur élévation à ce statut en 2021 (http://www.causesanti.va/it/archivio-della-congregazione-cause-santi/promulgazione-di-decreti/decreti-pubblicati-nel-2020.html )

[2] Les “Aldeas Modelo” ou “pôles de développement” selon la terminologie officielle, furent des lotissements placés sous contrôle de l’armée dans le but affiché d’offrir un hébergement aux populations déplacées, volontairement ou non, lors du conflit civil (Lopez Bracamonte & Manyari, 2021). En réalité il s’agissait de placer cette dernière sous le contrôle strict des militaires, privant les guérillas d’un soutien potentiel et souvent imaginaire. Rassemblés ainsi, nombre de paysans furent contraints de s’enrôler dans la milice des Patrouilles d’Auto-Défense (PAC) (Salomon, 1994) et incités à se convertir au protestantisme évangélique (Salamanca Villamizar, 2015 ; Garcia Vettorazzi, 2022).

[3] Il s’agit du SETECA, le plus ancien et le plus important séminaire protestant du Guatemala, du CEDEPCA, l’un des rares à présenter une théologie progressiste et du SETEGUA, le séminaire baptiste du Guatemala, tous installés dans la capitale. Les groupes de formation de pasteurs étudiés étaient situés dans des villes de province : un à Nentón (département de San Marcos), un à Huehuetenango (département éponyme) et un à Mazatenango (département de Suchitepéquez). A ceux-là s’est ajouté un groupe de pasteurs du SETECA.

[4] En particulier, une sorte de “panique morale” régionale apparut en raison de la question posée par le gouvernement du Costa Rica à la Cour Américaine des Droits de l’Homme concernant la reconnaissance du mariage de personnes de même sexe. C’est à partir de cette date, le 16 mai 2016, et de la réponse de la Cour datée du 24 novembre 2017 et notifiée officiellement au Costa Rica et “à tout Etat membre de la Convention” en janvier 2018, que l’on constate une mobilisation conservatrice au Guatemala. D'autres mouvements s’inscrivent dans cette perspective, au Mexique ou au Pérou par exemple.

[5] La proposition de loi 5272 fut présentée au parlement guatémaltèque par le mouvement évangélique de pasteurs MENAP en 2017. Elle contenait des dispositions diverses tendant à interdire l’éducation sexuelle à l’école, à inscrire dans la Constitution la définition traditionnelle du mariage, à interdire toute forme d’avortement et conduisait à restreindre les droits sexuels et reproductifs des femmes. Adoptée après cinq années de tergiversations en mars 2022, elle fut archivée sur demande du Président de la République huit jours plus tard, alors même qu’il l’avait soutenue et célébrée. Ce parcours illustre à mon sens la force et les limites des acteurs évangéliques en matière politique, y compris sur un thème qui leur est souvent favorable.

[6] https://afiguatemala.com/triunfo-provida-comisionado-stuardo-ralon-se-reelige-para-un-segundo-periodo-en-la-comision-interamericana-de-derechos-humanos-cidh/ (23/06/2023). Cette même association peut soutenir un député de gauche lorsqu’il présente des réformes légales qui vont dans le sens d’une moralisation sexuelle, telle l’initiative 6430 portée par le député du parti de gauche Semilla, Raul Barrera, qui vise à réformer deux articles du Code Pénal guatémaltèque, élevant l’âge de la majorité sexuelle (âge de consentement) à 18 ans. Dans ce cas précis, la protection des mineurs rejoint une vision conservatrice de la famille et des acteurs a priori opposés peuvent s’unir. AFI est pourtant, en général, opposée au gouvernement de B. Arévalo et à ses députés. On constate ici que les frontières politiques sont fluctuantes et la dimension religieuse n’est pas forcément le critère idoine.

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Pour citer cet article :

Maire, T. (2025). Évangéliques et catholiques au Guatemala : de l'opposition frontale à une coopération prudente. RITA (18). Mise en ligne le 15 novembre 2025. Disponible sur : http://www.revue-rita.com/articles-n-18/evangeliques.html